Crisis, consejos y torres de marfil…, por Alejandro Oropeza G.
“Estaba claro que aquella España no tenía arreglo,y que la futura, por ese camino, resultaba imposible”.
Arturo Pérez-Reverte: “Una historia de España”, 2019.
El significado de la palabra “CRISIS” se advierte en todas las esferas de la vida venezolana. Realidad expresada, no sólo en la ingobernabilidad que paraliza al gobierno usurpador y a toda la pseudo institucionalidad a él asociada, con excepción del vergonzoso aparato represor; sino también, en las posibilidades y capacidades de acción de buena parte de los estamentos opositores. Expresión de la debacle criolla son las dualidades emergentes: dos presidentes, dos asambleas, dos TSJ, y dentro del que opera en el exilio, dos directivas en pugna, como también padece ahora la AN.
Tiempos cercanos probablemente nos traerán dos directivas de varias de esas instancias de intermediación democrática: los partidos políticos. Esta crisis ha tenido y tiene impactantes consecuencias, las cuales se pueden verificar dentro y fuera del país, una de ellas la inmensa diáspora venezolana regada por el mundo que ya alcanza cerca de los seis millones de nacionales y que, todos los analistas estiman que se incrementará en los próximos meses. Realidad de la cual se desprenden y asocian situaciones positivas y negativas en el devenir de los procesos de integración a las comunidades receptoras.
Pero, y este es uno de los puntos más críticos, la crisis genera emocionalidades que determinan comportamientos hacia dentro y hacia fuera sobre y ante la crítica situación nacional; y, de las posiciones que asumen los gobernantes usurpadores, que pareciera que no quisieran ver y asumir la debacle nacional como objeto de sus decisiones.
Su acción se circunscribe y delimita al plano de lo eminentemente ideológico, pero como soporte factual de medidas que no llevan por objetivo atender la abultada Agenda Social, sino imponer una permanencia en el ejercicio del poder que los ampare de tener que asumir costos de salida y responsabilidades que, al parecer, son contundentemente evidentes.
Ello arrastra tras de sí, la vergonzosa relativización y violación abierta del Estado de Derecho, con todas las implicaciones que ello tiene en la flagrante y continua violación del ordenamiento jurídico nacional y el contundente impacto sobre los muy afectados Derechos Humanos de grupos específicos y de la gran población nacional.
No escapa a la crisis general, no lo puede hacer, la oposición que en general confronta al régimen tiránico. Unos, se constituyen y asumen en sus roles, como mercaderes de voluntades omnímodas, vendiendo al mejor postor sus responsabilidades y criterios; otros, determinan sus conductas sobre un maniqueísmo extremo en el que no dejan posibilidad alguna no sólo para encuentros con el “otro”, sino que aran en beneficio de rupturas dentro de las propias aceras de la acción en contra de la dictadura; un tercer grupo, aprecia el conjunto de posibilidades como vía para construir puentes e intentar una salida posible que oriente un camino que conduzca a generar realidades que tiendan a superar la crisis y atender la Agenda Social. Como se dice: de todo existe en la viña del Señor.
El punto es que ese “todo” pareciera no tener capacidades para reconocerse entre sí, en la arena del desconocimiento de la satrapía, lo que de suyo beneficia el atornillamiento de los tiranos que muy poco deben de hacer para usufructuar en las aguas revueltas de la fragmentada y confundida oposición.
Pero, un actor siempre ha estado presente en ese caos que determina (o indetermina) comportamientos y, se insiste, emociones dentro de la arena de la política en el que se debaten, confrontan y pactan posiciones. Pactos que, buena parte de la sociedad sorprendida veía concretarse en aquellas operaciones de compra venta de consciencias y votos para impedir el curso regular y legal de la acción política de la oposición (de esa parte de la oposición); unos vendieron sus vergüenzas, otros (la mayoría) mantuvieron su dignidad. Y, decíamos que en esa realidad un actor siempre ha estado presente: apreciando, analizando, tratando de aportar, observando la realidad desde la perspectiva de soluciones que viabilicen un camino que lleve a un futuro mejor.
No posee este actor ambiciones de lucha por llegar al poder o determinar rumbos de ejecución de decisiones de manera absoluta; lo que pretende es coadyuvar a encontrar una salida, un curso posible que lleve a un futuro mejor. Así, desea ser oído para que su experticia contribuya a generar estrategias que permitan reconocerse y reconocer a quienes se baten en la congestionada y desdibujada arena de la política, en medio de los espasmos de un sistema político democrático agonizante ¿agonizante?
Ese actor es la Sociedad Civil integrada por un universo extraordinario y altamente capaz de organizaciones, voluntades, expertos, grupos y ciudadanos que quieren aportar sus capacidades al “país político” para encontrar caminos que ese “país político” no ha sido capaz, dado los resultados hoy día, de encontrar y construir.
No hay duda, la evidencia está ahí, absurda, desfachatada y soberbia: el gobierno usurpador voltea irresponsablemente la mirada a las consecuencias de la crisis y sólo articula acciones en pos de la misión: “un día más…”. Mientras, buena parte del ámbito opositor democrático se decanta por pensar y actuar en función de fines que tengan como meta la retoma de los caminos democráticos abandonados.
Ello se hace desde muy variadas perspectivas, como vimos, como vemos. Pero, lo que es altamente positivo, es que no sólo los actores políticos proponen estrategias para alcanzar los fines (muchas de ellas, hay que asumirlo, fracasadas y fuera de un análisis profundo de la realidad y de las posibilidades ciertas de ejecución); también, emergen otras iniciativas, con independencia de adscripción a partidos políticos, que presentan medios para enfrentar la crisis y lograr asfaltar un camino para recuperar la historia.
Nos referimos a ese tercer actor ya señalado: la Sociedad Civil que hace vida dentro y fuera del país. En no pocas ocasiones, este actor social determinante se ha activado en función de coadyuvar a corregir rumbos, aportar ideas e iniciativas en aras de ese objetivo final que nos ocupa. También, permanentemente ha sido y es perseguido este actor, organizaciones han padecido el acoso y sus representantes el desparpajo de la intimidación jurídica, la prisión, el exilio y la muerte.
Bajo esa realidad ¿No es lógico pensar y asumir que ese sector le asiste el derecho de coadyuvar en la toma de decisiones que implican el diseño de estrategias y caminos para generar futuro? ¿No es un desperdicio que los actores políticos legítimos (lo cual implica su honestidad), no se apoyen en la experticia, experiencia, valía y profesionalidad de un sector que desde siempre ha estado no sólo dispuesto a colaborar, sino que exige y reclama su participación?
Lea también: Razones y sin razones de una conducta política, por Luis Manuel Esculpi
De esa sociedad civil viene surgiendo una idea, más ciertamente la retoma de una propuesta: la necesidad de que esa sociedad civil organizada tenga posibilidades de coadyuvar y ser corresponsable y parte (específicamente en la actual coyuntura), de los acuerdos tomados por los representantes de la oposición democrática, a través de aportes específicos al esquema decisional del entorno del presidente encargado y del gobierno que debe ser estructurado en atención a fines.
Se trae al espacio del análisis público, del debate, una propuesta: la conformación de un “Consejo Consultivo” integrado por una representación amplia de la sociedad civil. ¿El objetivo?: ser un órgano consejero-asesor de las complejas decisiones que se deberán tomar en las semanas inmediatas y, que la experticia organizacional y personal de sus integrantes cierre filas en apoyo de las acciones a implementar para avanzar en la resolución de la crisis que nos afecta. ¿Tiene esta iniciativa fundamento legal? Sí, la posee, si el prurito negador viene por el hecho de no poseer basamento jurídico.
El artículo 326 de nuestra Constitución Nacional estipula la corresponsabilidad entre Estado y Sociedad Civil para ejecutar acciones de impacto sobre el sistema político democrático, y que dicha relación debe propender a la satisfacción de necesidades individuales y colectivas en el dramático y continuado momento que se padece y que son expresión de la infortunada crisis que hunde a Venezuela.
Un guante se lanza responsablemente a la arena de la política para acompañar, para aportar, para coadyuvar en el logro de fines y objetivos en pos de un futuro que no se ve perfilado por lado alguno. Aquella emocionalidad, a la que nos referimos previamente, se caracteriza hoy día por sentimientos de frustración, desánimo y desesperanza; también, por el odio y la venganza que no son aliados, ni para construir transiciones y mucho menos futuros positivos para la gran mayoría, dentro y fuera del país.
Esta es una iniciativa de apoyo, de trabajo conjunto para avanzar en la recuperación de la majestad de los poderes públicos secuestrados por la gavilla y, de revalidación de estrategias para el rescate de los principios democráticos y que estos se traduzcan en decisiones positivas para individuos y colectividades impactados por el origen de todo el drama nacional: la crisis más terrible que históricamente se registra en Venezuela.
Una tormenta, aún más violenta y profunda, se cierne sobre nuestra muy vapuleada Tierra de Gracia, muchos aprecian con entusiasmo las terribles nubes negras de su aproximación a las costas de la realidad nacional; no sólo aprecian la tormenta, sino que la promocionan y estimulan, ya que es una estrategia para permanecer en el poder. Es evidente el terrible impacto que tendrá y debemos prepararnos para hacerle frente y, más aún, programarnos, acordarnos y reconocernos para reorganizarnos una vez pase en vendaval y todo quede arrasado por la debacle final de la caída estrepitosa del sistema político.
La presencia activa de la Sociedad Civil, de sus capacidades y aportes es una fortaleza que permitirá capear el violento temporal totalitario y reconstruir el desarticulado mundo democrático e institucional nacional desde las ruinas.
Es hora de unirse, de oírse y escucharse, de acompañarse, no de aislarse en una Torre de Marfil derruida, solitaria y abandonada que ya no soporta más división y conflictos internos.
Queda que el presidente encargado y sus asesores tomen el guante y reciban con satisfacción, confianza y responsabilidad esta iniciativa.
Miami, FL.