Crisis mundial, por Teodoro Petkoff
Mientras aquí en Venezuela nos ocupamos de las payaserías de Chacumbele y de otras zarandajas semejantes, no estamos prestando suficiente atención a la que Alan Greenspan, ex presidente de la Federal Reserve norteamericana, (es decir, el Banco Central de ese país), considera como la crisis más grave que haya vivido el capitalismo desde la de 1929. No es poca cosa el señalamiento, por venir de quien viene. Pero, no sólo él. En Estados Unidos y Europa las sirenas de alarma están sonando a todo dar. La crisis financiera, que estallara a raíz del colapso del sistema de prestamos hipotecarios «basura» en Estados Unidos, amenaza ya con extenderse al ámbito de la economía real; las primeras expresiones de ello se ven ya tanto en la abierta recesión de la economía norteamericana como en los temores de una caída general de la actividad económica en el mundo desarrollado.
La operación de salvamento de los bancos en trance de quebrar ha sido adelantada por los bancos centrales del primer mundo y todos los poderes públicos se han comprometido en impedir un desastre generalizado mediante una intervención masiva. Por enésima vez se comprueba, pues, que la economía dejada al libre arbitrio del mercado posee una dinámica autodestructiva y que sólo la compatibilización de mercado y estado puede impedir catástrofes como las que hoy se viven, debidas, en medida muy significativa a la supresión de toda clase de regulaciones para el sistema financiero durante los años de gloria del neoliberalismo. La burbuja creada por la hipotecas basura es hija legítima de la llamada reaganomics, los conceptos impuestos por el dúo Regan-Thatcher, que dejaron la economía al arbitrio de la lógica darwiniana del mercado puro y duro. De aquellos polvos vienen estos lodos.
Pero hoy queremos llamar la atención sobre un hecho que atañe a los países deudores. Los bancos no han vacilado en borrar de sus libros millones de dólares de deudas dudosas: ¿por qué no pueden hacer lo mismo con la deuda de los países pobres, superendeudados y aplastados por el peso de esos préstamos, contratados las más de las veces por dictaduras militares salvajes y corrompidas, sobre todo en África, pero también en América Latina, donde igualmente la deuda tuvo mucho que ver con operaciones fuertemente contaminadas por la corrupción? Los bancos continúan exigiendo el pago de esas deudas y muchos países continúan pagándolas a costa de la miseria de sus pueblos. Lo que demuestra la operación de salvamento que tiene lugar sobre los bancos del primer mundo, en crisis por su propia irresponsabilidad, es que una operación semejante ha podido -y debe realizarse ahora- para librar a los países más pobres de la terrible hipoteca que los desangra.