Crónica de una muerte anunciada, por Rafael Viloria
Todo el mundo tenía conocimiento que Santiago Nasar sería ejecutado el día lunes en horas de la mañana. Todos, menos Santiago Nasar. Hasta se conocían las fútiles razones que así inspiraba a los hermanos Pablo y Pedro, para que ejecutaran la acción.
¿Por qué Santiago Nasar ignoraba todo y el mundo que lo rodeaba si lo sabía? ¿Porque nadie le decía nada? ¿Por qué era sordo, ciego, incrédulo? Lo cierto: es que ciertamente lo que el mundo sabía y Santiago no; ocurrió.
En Venezuela, que es el mundo no imaginario, tiene sobre su suelo a más de treinta millones (30 millones de venezolanos vivitos y coleando) que saben qué pasa en este país, las 24 horas de los 365 días del año, socialmente, económicamente: Venezuela también tiene su propio Santiago Nasar. Sordo, ciego, ante todo lo que el pueblo vive las 24 horas del día.
A diferencia del Santiago Nasar de la referencia, al Nuestro si le comunican; solo que es sordo y ciego y por consiguiente no quiere oír, ni ver lo que sin descanso ocurre en nuestro país a diario. A nuestro Santiago Nasar le comunicamos que el país está inmerso en un desenfrenado “flagelo” convertido en una crisis social, económica y política. Nuestro Nasar no se da por enterado, por cuanto todo obedece (según él) a una guerra económica con origen en los EEUU.
El país sabe que nos estamos aproximando a la orilla de un incontenible principio de crisis integral; el único que no lo sabe es nuestro Santiago Nasar. Estamos frente a la crónica de lo que será una muerte, por lo demás, anunciada. Para ello solo basta con enumerar: la corrupción en los manejos económicos de las fuentes de producción que generan los recursos financieros que tienen como propósito garantizar la seguridad y el bienestar del pueblo venezolano. Como complemento hay que agregar, la ruta de la inflación transformada en hiperinflación, que evidencia lo trágico con que ha sido tratada la administración en los servicios públicos.
Los venezolanos si sabemos lo que está pasando y el rumbo final al que llegaremos. Prueba de ello lo indica el desastre ocurrido en el Complejo Hidroeléctrico Simón Bolívar de Ciudad Guayana en el estado Bolívar. Los resultados dan muestra de cómo una gerencia no eficiente, no productiva, no rentable, no eficaz; con base en la improvisación constante, termina ocasionando daños de carácter general a la población nacional sin distingos de naturaleza alguna. Como siempre el discurso permanente, nadie es responsable, nadie es culpable; la culpa es de la oposición y los EEUU. Sobre la conciencia de los venezolanos recaerá la misión de interrumpir el trágico desenlace de la tragedia que frente a todos está en marcha silente, indetenible.
Soy de la opinión que la crisis que nos azota, la tenemos que convertir en una oportunidad para construir un nuevo orden social, económico y político. Claro que para ello tendremos que poner en marcha el desarrollo de una verdadera revolución social y democrática.
Venezuela tiene suficiente capacidad humana y material para reiniciar un nuevo proceso de desarrollo lo suficientemente sustentable y autosustentable en el marco de una nueva visión capaz de cambiar la realidad existente, por una que esté bajo la sombra de la práctica, defensa y preservación de valores y principios tan necesarios en el desarrollo de una sociedad. Sabemos que lo que ocurre en este país, no es un asunto de casualidades. Todo tiene su origen en su razón de ser. Dominar el país al precio que sea.
Los venezolanos estamos entrampados y de esa trampa tenemos que salir. Claro que fácil no será. Sera posible en la medida en que organizadamente nos lo propongamos. Estamos en manos de ciegos y sordos que no quieren oír lo que todos sabemos y queremos decir. Que vean lo que vemos de la realidad existente. Solo hay que abrir las puertas y las ventanas para que entre el aire y entre el sol.
Sacar el país de la situación en que esta dependerá de nosotros mismos. No dependerá de Mesías salvadores.
*Expresidente de Ceconave