CRÓNICA | En “perreras” llegaron los chavistas que marcharon desde la Plaza Morelos
La movilización tuvo como protagonistas a los milicianos y trabajadores de la administración pública, quienes abultaron la cantidad de personas que acudió al evento
Después del presunto atentado que sufrió Nicolás Maduro el pasado sábado 4 de agosto, el engranaje chavista se activó para responder como mejor sabe hacerlo, es decir, con política, demagogia y propaganda.
Los voceros del Gobierno se repartieron la tarea de difundir un mismo discurso, con ciertas discordancias pero ordenados en una misma dirección: la responsabilidad la tiene el imperio.
Con la finalidad de demostrarle el “poder y el apoyo” que recibe la maquinaria chavista gracias a su séquito, se convocó una marcha orientada a rechazar el supuesto atentado orquestado, según el gobierno, por la derecha imperialista.
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La cita fue en la Plaza Morelos, ubicada en el centro de Caracas. Desde las 10:00 am se esperaba que los adeptos del oficialismo llegados de varias partes del país junto a, por supuesto, funcionarios públicos, se dispusieran a marchar al ritmo de las canciones de «protesta» hacia el Palacio de Miraflores, donde se esperaba que Maduro dictara su primer mitin tras el incidente, hecho que no ocurrió.
Desde tempranas horas se empezó a llenar la plaza. En la estación Bellas Artes del Metro de Caracas se reunieron los grupos de trabajadores, cada uno en representación de su respectivo ente. Con listas de asistencia, los funcionarios se veían en la obligación de colocar sus firmas en la planilla de control antes de dirigirse a la plaza.
Los milicianos, por otra parte, llegaban por escuadras, con el orden desordenado que caracteriza la actividad militar venezolana
Alrededor de las 10:15, las inmediaciones de la plaza ya eran ocupadas por los asistentes dispuestos a marchar. El volumen en la conglomeración correspondía principalmente a los milicianos, junto a los trabajadores de ministerios y otras entidades de la administración pública.
Conforme se llenaba la plaza y se multiplicaban las franelas distintivas de Mercal, Aeropostal, estudiantes de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad (UNES) y diversos ministerios, otros grupos se sumaban inadvertidos por un sistema de transporte novedoso.
Si bien el Gobierno se ha caracterizado por trasladar personas a sus eventos públicos, la sofisticación de los autobuses y metrobuses habilitados para esta tarea ofrecían al menos comodidad para las audiencias.
Sin embargo, en esta oportunidad se dejó de lado este gesto, pues se habilitó una parada para que las famosas “perreras” dejaran pasajeros oficialistas en el lugar.
Dolientes del “atentado”
Aún a la espera de que se conglomeraran más personas, la tarima empezó a animar al público poco antes de las 11:00 am. Bajo un sol abrazador y con franelas rojas alusivas al chavismo adornando la calle, los participantes que acudieron por «voluntad propia» bailaban canciones oficialistas mientras discutían sobre los hechos ocurridos.
“Me pegó como una bomba”, reconocía Carlo Fagúndez, un profesor de ajedrez que se trasladaba en una silla de ruedas adornada con una bandera de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV). Relató que se encontraba con su hija al escuchar el estruendo producto del dron que explotó y que, al enterarse de que el discurso oficial apunta a un intento de magnicidio, “uno siente algo, porque Maduro es una persona que está con el pueblo”.
A pesar de que existen teorías de que el incidente fue gestado por el mismo Gobierno, Fagúndez descarta toda posibilidad alterna a la vociferada por los líderes oficialistas. “Las personas que inventan esas cosas no están en sus cabales”, afirmó.
Para los simpatizantes chavistas el susto fue enorme. Muchos de los que se encontraban en la Plaza Morelos, habían asistido también al desfile militar en el que se conmemoraba el 81° aniversario de la Guardia Nacional, donde explotaron los drones.
“Las personas dicen que eso fue un invento debieron estar allí. Yo estuve y deseo no vivir esa experiencia más nunca”, contó Aliria Álvarez al equipo de TalCual.
Vestida con una camisa roja y con una gorra de Venezuela, Álvarez lamentó lo ocurrido, pero agradeció que no pasara a mayores. A su juicio, el pueblo habría reaccionado sin dudarlo.
Nos estaríamos matando en la calle en una guerra civil. Nosotros aceptamos que el presidente muera por una enfermedad, pero por un magnicidio no»
Algunos asistentes no fueron tan prestos a la hora de hablar. Quienes fueron convocados por entes públicos evadían las preguntas y se excusaban con cualquier razón para no declarar ante los medios. Otros más bien no se reprimieron al emitir opiniones extremistas.
“Yo creo que el Gobierno es demasiado pacifista. A estos terroristas no los podemos soltar, hay que acabar con ellos. La Constitución debería incluir pena de muerte para este tipo de criminales”, declaró Manuel Pérez, quien emitió una fuerte crítica al Gobierno que apoya.
“Aquí no hay ninguna revolución socialista. Para que eso ocurra debe haber un cambio social, político y económico, algo que no se ha visto aún”, agregó.
Milicianos VIP
Cerca de las 12:00 pm inició la movilización hacia el Palacio de Miraflores. Para este punto, aún de la estación del metro llegaban personas, pero muchas otras también empezaban a marcharse. Principalmente trabajadores de la administración pública acudían a la concentración, firmaban las listas y se “escapaban” antes de la marcha.
En este vaivén de franelas rojas en Bellas Artes, otro movimiento se dirigía directamente hacia Miraflores. Algunos entusiastas decidieron aproximarse al lugar de la actividad antes de que llegara la marcha. Para sorpresa de pocos, encontraron todos los accesos cerrados por efectivos de la Guardia Nacional (GN).
Entre quejas y reclamos a los verdes, civiles que vestían camisas de Chávez presenciaron como los milicianos sí podían acceder sin acompañar la marcha. Los uniformados se replegaron fuera de la estación El Silencio y se adelantaron hacia el puente Llaguno, las barreras de la GN sí se retiraron para ellos.
Con estos matices transcurrió la marcha del chavismo. Paradójicamente, los uniformes marrones y verdes recibieron más participación y protagonismo que el “pueblo rojo” del que presumen los líderes oficialistas.