¿Cuál es la estrategia?, por Beltrán Vallejo
Ya llegando al mes de diciembre del 2019, y lamentablemente con un Maduro en Miraflores, considero que es necesario una profunda reflexión por parte del liderazgo y de las organizaciones que luchan contra la usurpación, donde se haga un balance sin medias tintas, se aprendan y se desaprendan criterios, y se asuman culpas y responsabilidades. Ahora, esa reflexión, con todos esos bemoles, debe de redefinir la estrategia de lucha, y punto.
Por supuesto que vale la autocrítica y la decantación, y ese panorama abarca lo nacional e internacional, donde lo primero que hay que hacer es reconocer que Maduro y su combo cruzaron exitosamente la tormenta de los primeros meses y se mantuvieron en el poder. Sí, para sus propósitos políticos, ganó Maduro y sus aliados internacionales. Claro, una victoria pírrica, porque él es objeto de mayores cercos para sus negocios, tiene más persecuciones sobre sus transacciones en el mundo, y también es objeto de fisuras, no tan determinantes, pero sí las tiene en distintos extractos del bloque hegemónico que lo sustenta. Lo lamentable de todo esto es el deterioro económico y social en que está quedando el país dentro de esta batalla ganada por el autócrata.
También hay que reconocer que el liderazgo opositor tendrá que revisarse radicalmente, y refundarse, casi. Hay una vocería internacional de exilados con planteamientos irracionales y fantasiosos. Hay una flojera, una corruptela y un bajo nivel político en muchos de los que están aquí dentro, incluyendo un mesianismo guaidosista que no ayuda, sino enferma, como más enferma el tremendismo del mariacorinismo, como también enferma el caciquismo político en estados y municipios. Y en esa revisión, lo del Frente Amplio y lo del G4 ameritan de entender su fracaso como instancias de articulación política y social.
En verdad les digo que el país no merece conformarse con esa frasecita que dice así: “eso es lo que hay”. Y ya ven mis lectores que, en esa revisión, ni por el carajo me paseo por esa “oposición” que se regodea por los lados de la Casa Amarilla, porque ellos andan en otra cosa de “montaje y platica”, o andan en el conservadurismo político o en la miopía complaciente.
Lo que sugiero es que no se vaya el año sin que se convoque una especie de “Congreso” donde participen los principales líderes políticos y sociales de la oposición, tanto los que están adentro, como los que están afuera; donde participe también una representación de nuestros principales aliados internacionales; donde participe la parte calificada y combativa del mundo partidista y extrapartidista, donde en verdad estén los que alimentan con sus bríos una lucha seria y más que todo responsable, y que no tengan ínfulas de querer imponer visiones exclusivistas ni arribistas. Yo quisiera ver un Congreso de los demócratas, no una corte mesiánica, sino una significativa mesa de trabajo para parir la nueva estrategia, la que sea realista, la unificadora, la que esté inscrita en el siglo XXI, y que comprenda política y científicamente ese nuevo fenómeno de poder estatista con sus aliados geopolíticos que se ha impuesto en Venezuela. Se trata de diseñar una estrategia que entienda el factor internacional, que se “entenderá” con él, pero no desde el lado del vasallaje ni del unilaterarismo.
Hace falta una nueva estrategia de lucha que no esté presa de algún slogan o de consignas infantiles, sino de premisas que ayuden a unificar al país en un frente común contra el autoritarismo, y que construya tácticas sobre la base de verdades sociales, y que tenga dicha estrategia honestidad y reciedumbre, verticalidad y principios.