¿Cuál futuro?, por Rafael A. Sanabria M.

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Es inverosímil escuchar al primer mandatario de la República Bolivariana de Venezuela, decir que se está trabajando para el futuro del país, cuando a simple vista no se vislumbra ni una luz en el camino. Lo que sí se escucha son discursos basados en mantener la fuerza y el poder político a cualquier costo.
Qué ilógico que se hable de futuro para nuestra sociedad, cuando la base para el progreso está en crisis. Desde hace un buen rato la educación anda dando tumbos y si ella está en franco deterioro de cuál futuro se puede hablar. La juventud, materia prima del progreso de una nación, no cuenta con las herramientas indispensables para desarrollarse.
Proyectar a futuro es ver más allá de lo que está a simple vista, es proponer innovaciones y transformaciones que coadyuven al crecimiento del país. ¿Cómo se puede hablar de futuro cuando estamos de regreso al siglo XIX?, cuando para cocinar la comida hay que arriar un haz de leña, cuando el venezolano tuvo que volver a la agricultura de subsistencia para medio alimentarse, y los estudiantes deben leer con obligatoriedad una colección Bicentenario con una cerrada carga política implícita que no da oportunidad de discernir entre lo bueno y lo malo.
Son muchas las causas por las que a diario legiones de jóvenes salen del país en la incierta búsqueda de un mejor futuro. Más se tienen que aventurar, no hay opciones, ya que en su lar nativo no se ve interés por el progreso.
Qué bonito es el Plan de la Patria, de verdad que sí hay un proyecto de país, allí uno se encuentra con el futuro del país en todo su esplendor. Lástima que no sea verdad. Es letra muerta que sus propios autores pisotearon como les dio la gana.
Ni se completó la etapa de elaboración de proyectos porque cercenaron sistemáticamente las ideas innovadoras de quienes con magnas esperanzas, aportaban en el sueño de un mejor país. La burocracia constituida en casta dominante apagó toda innovación positiva porque temen cualquier cambio, lo que es muy irónico para quien habla de revolución. Así ya había pasado años antes con la Misión Ciencia. Los enquistados sacerdotes de la mediocridad no permiten elevar fuegos a la inteligencia.
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¿Y qué se puede decir de los tantos motores para hacer la Venezuela potencia?: ninguno encendió, simplemente porque el gobierno es negligente e ineficiente, tal como son los funcionarios a quienes les dieron los cargos de responsabilidad (“No es culpable el ciego sino quien le da el palo”).
Basta de buscar culpables fuera: ¡Están dentro del gobierno! Pleno de personajes inexpertos y corrompidos, de pensamiento limitado, reproduciendo las peores prácticas del pasado, en la creencia de que ésa es “la forma de gobernar”. Campea un amiguismo tan terrible, que ya se ha constituido como una casta política invulnerable al progreso, impermeable al debate. No existe nada fuera del cerrado grupo, se reparten cargos y prebendas, se sustituyen unos a otros en complicidad cuando las metidas de pata son demasiado grandes. Es un sistema de intereses, una capa asfixiante que no permite ni siquiera la promoción de alguna persona valiosa proveniente de sus mismas filas. Funciona como un carrusel, girando sin parar siempre los mismos. Ellos son el universo. El presente es el único tiempo posible. No hay más. A la palabra futuro, en ninguna acepción, le dan cabida allí.
El colmo es decir que ahora van por la Asamblea Nacional para restituir la economía. Creen que el pueblo es pendejo, que se va a comer el cuento de que van a mejorar la economía. Eso es una simple utopía, en nuestro país las instituciones y la institucionalidad están en completa ruina. Ahora dicen que la nueva asamblea traerá prosperidad, más son los mismos de la Constituyente que han estado tres años sin hacer nada.
El futuro inmediato se vislumbra como un grupo de asambleístas que no busca hacer leyes para que crezcamos sino para mantenerse en el poder, es decir más de lo mismo. Pero así como hicieron leyes para quitarle funciones a gobernadores y alcaldes adversos, por qué no tuvieron el mismo empeño para desarrollar la economía. Inicialmente hasta hablaron de una lista de medio centenar de productos básicos a los que se garantizaría su accesibilidad por el pueblo. Todavía no han terminado la simple lista (Así como anteriormente, la oposición había prometido fútilmente que la cola para votar sería la última que harían). Palabras al viento. No han legislado para cumplir sus promesas ni el progreso del pueblo.
El futuro no es un documento que se decreta y ya está hecho. Un futuro de progreso es un camino de trabajo que parte desde la suma en amplitud y honestidad, con empeño y estudio. Y bajo una conducción inteligente. No hay atajos ni sustitutos.
Yo, soy pueblo.
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