Cuando Brasil fue Imperio, por Carlos M. Montenegro

Hay quien piensa que América, tras su independencia, ha sido un enorme continente republicano. Pero no siempre fue así; México coqueteó fugazmente con la monarquía europea a ser una de ellas pero no duró, ya que fue una situación impuesta. Brasil, sin embargo, lo fue de 1822 a 1889, y durante más de medio siglo, reino primero y después Imperio, legalmente instaurado por Pedro I, el rey de Portugal, Brasil y el Algarve.
Sucedió gracias a una pirueta histórica tras desligarse de la monarquía portuguesa, la misma que convertiría en imperio aquel territorio americano, uno de los más extensos del planeta, cuyas riquezas naturales aún no han podido ser calculadas con exactitud, debido a que muchas partes del país siguen semiexploradas. La decisión de crear el nuevo régimen, tal vez a su pesar, fue del propio Pedro I de Portugal, por culpa del legendario Napoleón Bonaparte, aunque visto desde otro ángulo, la torpe y desmesurada ambición de éste fue la que daría origen a la independencia del continente iberoamericano.
Todo comenzó a principios del siglo XIX, cuando Napoleón decidió atravesar la Península Ibérica para invadir Portugal, por no haber bloqueado el acceso a sus puertos de la flota inglesa, sus enemigos entonces. Brasil en ese momento, era la posesión colonial más rica del imperio portugués por la abundancia de oro, plata, diamantes y maderas preciosas en su extenso territorio.
En 1808, la Corte portuguesa decide ir a Brasil, huyendo así de la invasión napoleónica, llevándose allí el centro del poder portugués. Así pues, la monarquía se estableció en Rio de Janeiro, la capital de la colonia
Otra época a destacar es 1815, cuando Juan VI elevó Brasil a reino unido a la corona de Portugal. En este mismo año, los territorios ocupados por Napoleón Bonaparte fueron de nuevo independizados, y en el Congreso de Viena se propuso la restauración de las colonias conquistadas por Napoleón. En ese momento, la corte portuguesa seguía en Brasil y al no estar en Lisboa, que en Europa se seguía viendo como la capital del reino, se veía como una substitución, por lo tanto era necesario su retorno.
Sin embargo, eso no era lo que la corte portuguesa de Brasil quería. Entre otras razones estaban la tranquilidad de aquellas tierras (sin guerras, excepto algunas escaramuzas en la Región de la Plata); además, tras 7 años, había negocios en marcha con financiación portuguesa, y en el caso de haberse restaurado la condición de colonia a Brasil, ciertos privilegios habrían sido eliminados.
Pero no todo iba a resultar tan fácil. Hubo un grupo insurgente en la metrópoli que no veía con buenos ojos la pérdida de la colonia y la elevación del Brasil a reino. Así que en agosto de 1820 estalló una revuelta en Oporto con ese pretexto. La burguesía portuguesa reclamaba que iban a perder una serie de privilegios con la apertura comercial portuaria decretada en 1808 en Brasil hacia otros países como Inglaterra. Se exigía la vuelta del Rey Juan VI a Lisboa, a riesgo de ser abolida la monarquía. A su vez, esta noticia llegó a Brasil, donde los insurrectos portugueses contaban con partidarios en provincias como Bahía, donde se formaron gobiernos despojando el poder al Reino de Brasil y concediéndoselo a Portugal.
En este ambiente de tensión, el rey Juan VI decidió resistir la presión y quedarse en América, pero se formaron 2 bandos: los portugueses europeos, apoyando a los levantados peninsulares, y los portugueses americanos, que al contrario defendían la legalidad del Estado brasileño. Pero en 1821 los insurgentes de Brasil se reunieron en Río de Janeiro, exigiendo el retorno del rey para jurar la constitución que en aquel momento se estaba redactando en Lisboa.
Dicha revuelta fue abolida con el heredero al trono, Pedro I de Alcántara, hijo del rey Juan VI. Finalmente, Juan volvió a Lisboa con su corte, dejando a Pedro como príncipe regente, lo que produjo una situación favorable a la puesta en marcha de la independencia brasileña, que fue un proceso totalmente diferente al del resto de los países latinoamericanos. Se trató de un proceso acaecido por una serie de hechos que sucedieron en su metrópoli, Portugal.
El 1821 se le exigió al regente Pedro I de Alcántara la disolución de las cortes brasileñas y su inmediata vuelta a Lisboa, pero cuando los ciudadanos de una serie de territorios le pidieron que no se fuera de Brasil, decidió permanecer al grito de “¡me quedo!”. A partir de ahí, tras una serie de requerimientos de su padre que le ordenaba volver a Lisboa y su renuencia, se dieron una serie de leves escaramuzas con las tropas portuguesas que aún quedaban en territorio brasileño sin mayores consecuencias. Y es que había nacido una nueva nación dotada de un sistema monárquico absolutista. Brasil quedó escindido del Reino de Portugal, Brasil y Algarve debido a que Pedro I, regente como Príncipe de Brasil renunciando al trono portugués, fundando una rama brasileña de la casa de Braganza.
Tras ser coronado como Emperador titular de Brasil en su capital, Rio de Janeiro, el 12 de octubre de 1822, Pedro I había independizado aquél vasto territorio, convirtiéndolo oficialmente en el Imperio do Brasil. Pero aún necesitaba ser reconocido por las demás naciones e Imperios, especialmente los europeos, para ser una nación independiente jurídicamente y no de facto. Para su fortuna, el panorama se le iría aclarando poco a poco. Cuando Napoleón Bonaparte se retiró vencido de la península Ibérica en 1825 finalizó la guerra de independencia, y Portugal recuperó su condición monárquica tradicional.
Fue cuando Portugal y Brasil firmaron el Tratado de Rio de Janeiro en el que se establecía que la corona portuguesa reconocía la independencia de Brasil del antiguo Reino de Portugal y Algarve
El nuevo Imperio do Brasil fue un estado que existió desde 1822 hasta 1889, cuando el emperador Pedro II fue depuesto en noviembre de aquel año por un golpe militar liderado por el general Deodoro de Fonseca, quien como primer presidente instauró la República con el pomposo nombre de República de los Estados Unidos del Brasil hasta 1968, precediendo a la actual República Federativa del Brasil.
Estados Unidos fue el primer país en reconocer a la nación brasileña en 1824, recién proclamada la doctrina Monroe, aquella de: “América para los americanos”, en la que el presidente James Monroe declaraba que Estados Unidos no aceptaría ninguna intervención de Europa en el continente americano, lo que contribuyó a que tras Portugal, los demás imperios fueran reconociendo la independencia brasileña.
En 1847 el Emperador Pedro II, inspirándose en el sistema parlamentario inglés, creó el Consejo de Ministros, órgano consejero del emperador para dirigir el gobierno. Pero las reglas jerárquicas del sistema ingles fueron invertidas, y a diferencia del británico el Emperador brasileño ostentaba más poder que el Parlamento.
A pesar de todo, el período de mayor seguridad económica y financiera de Brasil fue durante el reinado de Pedro II (1840-1889), pues la política económica se basaba en la búsqueda del equilibrio de las cuentas del estado, tanto del imperio como de las provincias y municipios.
Brasil entró en un periodo de gran desarrollo y progreso, transformándose en un país más avanzado financieramente que muchas naciones europeas
En 1844 surgió la primera tarifa aduanera, que tenía como objetivo proteger a las pocas manufacturas nacionales entonces existentes e incrementar muchas otras, posibilitando un gran desarrollo para la industria brasileña.[ En 1850 existían solo 50 fábricas, con un capital de 7.000.000.000 de reis, (moneda brasileña), y para 1889, ya había 636 factorías industriales, con un capital de 400.000.000.000 (cuatrocientos mil millones) de reis, y 54.000 obreros industriales, con una producción anual por valor de 500.000.000.000 de reis.
Da igual en monarquía que en república, lo más importante es que gobiernen bien y que no roben… Aunque cuando las cosas marchan bien, nunca falta un golpista que quiera instalarse en el poder para llevarse, por la cara, lo que otros han producido. Habrá que pelar bien el ojo con los próximos a llegar.