Cuando Chávez lloró, por Reinaldo Aguilera
Twitter: @raguilera68 / @AnalisisPE
Dicen los más cercanos y no los tan cercanos al círculo de poder del fallecido Hugo Chávez que fueron varias las veces en las que vieron al teniente coronel llorar, algo que es muy normal en el ser humano, pero sin lugar a dudas dicha acción siempre es generada por alguna situación o circunstancia.
Según crónicas y comentarios de sus compañeros de armas, lloró la noche del 4 de febrero de 1992 cuando se vio ya perdido y acorralado, lo que generó que rindiera las armas y se entregara, en el intento de golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez.
Otro episodio más cercano en nuestros tiempos tiene que ver con el día en el que le comunicaron que sufría de la enfermedad que finalmente acabó con él, por cierto, algo muy normal que se sintiera afectado, es natural.
Sin embargo, la noche de aquel 11 de abril de 2002, la cosa fue diferente, Chávez quien finalmente se encontraba en el poder, no imaginó que una simple marcha de ciudadanos colmara la principal autopista de la ciudad capital y en un momento sin planificación decidiera dirigirse al Palacio de Miraflores, lo que motivó que se desarrollaran los eventos ocurridos en la avenida Baralt del centro de la ciudad y los sucesos ocurridos en el famoso puente Llaguno.
Mucho menos pensó el para entonces presidente, que su amada Fuerza Armada (aún no controlada ni penetrada del todo), se pondría del lado de la Constitución y de la gente, exigiendo la renuncia del mandatario.
Hace pocos días, se recordó lo sucedido 19 años atrás. Claro, cada cual tiene su propia versión, para unos fue un fatídico golpe de Estado perpetrado contra el gobierno del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías; para otros, fue el día el que se dieron órdenes sin control alguno, lo que importaba era que aquella gente no llegara a Miraflores y así se desarrollaron los acontecimientos que marcaron un hito en la historia contemporánea del país.
Así como los propios acontecimientos, quedaron en la historia las famosas palabras dichas por el general Lucas Rincón Romero a nombre del Alto Mando Militar, durante la madrugada ya del 12 de abril de aquel año: «Los miembros del Alto Mando Militar de la República Bolivariana de Venezuela deploran los lamentables acontecimientos sucedidos en la ciudad capital en el día de ayer. Ante tales hechos se le solicitó al señor presidente de la república la renuncia de su cargo, la cual aceptó. Los integrantes del Alto Mando ponen sus cargos a la orden los cuales entregaremos a los oficiales que sean designados por las nuevas autoridades».
Palabras más, palabras menos, en paralelo Hugo Chávez era llevado a Fuerte Tiuna y puesto en custodia; dice el historiador Agustín Blanco que Chávez lloró amargamente varias veces y por momentos, ya viéndose apartado del poder, pedía que lo dejaran ir a Cuba.
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Afirma Blanco que el testimonio está basado en lo que indica el capitán retirado Otto Gebauer, quién fue designado al azar como guarda y custodia por el Alto Mando Militar. Según el capitán, fue en un momento a la habitación en la que estaba detenido Chávez y lo consigue en pleno llanto, al preguntarle por qué lloraba, este le habría dicho que era porque no le dejaban irse a Cuba.
Parte de lo ocurrido también lo recuerda el para entonces presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana en ese momento, monseñor Baltazar Porras Cardozo. El papel de la Iglesia en los sucesos ha sido muy cuestionado, es bueno decirlo. El caso es que en la madrugada del 12 de abril, monseñor recibió a Chávez en el Fuerte Tiuna, en compañía de varios militares que le pidieron firmar la renuncia, que previamente había sido anunciada en televisión por el general Lucas Rincón. El prelado afirma que Chávez lo llamó como garante del respeto a su vida y que fue testigo de los hechos. También asegura que Chávez aceptó la renuncia.
El para aquel momento monseñor Baltazar Enrique Porras es hoy en día cardenal y ferviente opositor al régimen que mantiene al país en constante zozobra y Chávez ya no está; sin embargo, el país y el desastre han empeorado.
No podemos dejar de mencionar el pésimo manejo de la situación de parte de muchos políticos, juristas y empresarios que, al colocar del modo como lo hicieron a Pedro Carmona Estanga —para ese instante presidente de Fedecamaras— lo que hicieron fue pisotear la Constitución y generaron la atmosfera real de un golpe de Estado.
Se perdió una oportunidad única, pues con todo lo que pasó se configuró la necesidad de restituir al presidente en funciones y así sucedió, lo demás ya es historia.
Lo cierto en medio de todo, y ya saliendo de aquel 2002, es que después de las elecciones de 2006 el régimen entró en una fase caracterizada por la creciente intervención del Estado en la economía y por una mayor intolerancia hacia el pluralismo ideológico, incluso el interno.
El proyecto chavista se centró mucho más en la nacionalización y se volvió mucho más dependiente de los ingresos de la exportación de petróleo, además de manejar dichos ingresos como le dio la gana. Se abandonó cualquier pretensión de levantar el sector no petrolero de la economía iniciando el desastre.
El proceso de nacionalización se centró inicialmente en sectores clave de la economía venezolana, como lo son la electricidad y las telecomunicaciones, para buscar tener más control.
Realmente el mal gobierno nunca tuvo una estrategia para gestionar ni las industrias ni cadenas de distribución nacionalizadas, las dejaron perder y las consecuencias aún se viven.
Finalmente, es importante decir, que la Venezuela que dejó el fallecido Hugo Chávez (1954-2013) tiene diferencias notables frente a la actual de Nicolás Maduro quien, por cierto, se denominó como «hijo» de Chávez, heredó el mando de la llamada revolución bolivariana y, aunque intentó mantener la misma línea del fallecido mandatario, los chavistas desmarcados y los disidentes coinciden en que es una traición política, lo que hace más turbio el panorama de nuestro país.
Nicolás Maduro ha estado ocho años al mando del país, que hoy afronta tasas de hiperinflación y pobreza extrema debido a la crisis que arrastra desde hace varios años, sin contar las locuras en el manejo de la pandemia de covid-19. Podríamos asegurar, incluso, que no han existido cambios realmente significativos en Venezuela tras el cambio de poder, más allá de los que se han empeorado.
Esperemos Dios nos conceda tiempo y fortaleza para ver cambios reales y mejoras en un país que lo tiene aún todo para salir adelante y se generen los cambios que afecten de modo positivo a toda la población que lo necesita con urgencia. Así de simple y sencillo.
Reinaldo Aguilera es Abogado. Master en Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Pública de George Washington University/UCAB.
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