Cuando el abuso viene del poder, por Tulio Ramírez
No soy un católico practicante, Dios lo sabe. No voy a misa los domingos en la mañana, mucho menos en la tarde. Ese día lo utilizo para culminar alguna tarea que en la semana no me dio tiempo de concluir. Por ejemplo, a veces dejo acumular los ensayos de mis alumnos para dedicarme a leerlos ese día. Otra rutina es hacer el mercado de la semana. Ojo, que conste, esta es una actividad que realizo de manera voluntaria, sin presión de terceros. Es mejor tomar la iniciativa para evitar consecuencias.
Como la mayoría, soy un católico a la venezolana. Durante la Semana Mayor rumbeo y viajo cuando se puede, y quizás hasta coma carne en cualquier descuido. Esto no me hace un muérgano. Vivir de acuerdo a las enseñanzas y valores que aprendimos en un entorno donde imperaba el respeto, la solidaridad, la caridad y la compasión, ha compensado con creces cualquier falta de rigurosidad con los deberes que nos impone la religión.
Mi generación creció admirando a los buenos y repudiando a los malos. Nuestros referentes eran El Zorro, Kalimán; El Santo, El Gavilán, quienes ayudaban a los desvalidos sin pedir nada a cambio. Otros héroes de nuestra niñez eran El Tigrito del Ring, El Dr. Nelson; los Hermanos Battah, Jorge y Bassil, todos eran técnicos y luchadores limpios, respetaban las reglas aun ante la evidente y repugnante parcialidad de los árbitros.
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En el boxeo, ligábamos a Cassius Clay o Muhammad Alí, por su enfrentamiento contra un poder que pretendió que traicionara sus convicciones. Y, por supuesto, en los mundiales de futbol aupábamos a Brasil, porque era una manera de vernos representados ante los poderosos, prepotentes y arrogantes equipos europeos. Menos en el 5 y 6, los venezolanos apostamos por el más débil frente al abusivo y guapetón, sea este de barrio o de lujosa urbanización. La rima es solo una casualidad.
A pesar de que la revolución ha traído consigo modelos negativos que han calado en un pequeño sector de la población, las grandes mayorías todavía sienten indignación y repulsión por el abuso de poder, así como por la agresión e irrespeto contra los más vulnerables. Este rasgo antropológico pervive en nuestra genética cultural.
Lo que estamos observando en el panorama político, corrobora la natural inclinación del venezolano a apoyar al que es objeto de un flagrante y doloso abuso gubernamental. El pánico a perder el poder, ha llevado a los abusivos a utilizar subterfugios de todo tipo para aplastar las aspiraciones de quien se ha ganado la simpatía de las grandes mayorías por su valiente posición frente a quien la ha perseguido y hostigado. La cayapa institucional para cerrar toda posibilidad de que compita en las venideras elecciones ha indignado a la inmensa mayoría de los venezolanos.
A MCM le inventaron una inhabilitación sin que haya habido una sentencia penal como lo establece la Constitución; ordenaron judicialmente desaparecer el evento de las primarias, cómo si eso fuera posible; inventaron un referéndum con 10 millones de votantes que nadie vio, solo para dar la idea de que son capaces de convocar más gente que ella; apresan por cuentagotas a sus más cercanos colaboradores; pretenden improvisar una Ley para apresarla; le niegan la posibilidad de enviar sus mensajes por los medios de comunicación; le impiden transportarse en avión; le trancan las carreteras para evitar que llegue a su destino; eliminan las tarjetas que podrían apoyarla; le financian candidatos con la idea de restarle votos.
No contentos, hacen la misma maniobra contra la candidata Corina Yoris, una mujer con credenciales académicas que no pueden exhibir los otros candidatos, pero además con un aplomo y discurso político que la aleja con creces de los que optan por la silla de Miraflores, incluyendo a quien está sentada en ella.
Tengo fe en que el rechazo a este tipo de abusos se expresará con una respuesta contundente en las mesas de votación. Esperamos que tanto MCM como Corina Yoris indiquen el camino que deben tener los votos que originalmente iban para ellas. Venezuela no aguanta seis años más de abusos y atropellos. Fuera los abusivos.
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
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