Cuando el cambio se antepone a las propuestas, por Luis Ernesto Aparicio M.
Si revisamos el panorama político internacional, además de la evidente tendencia de dejar de lado todo lo relativo a la centralidad política, existe una clara inclinación hacia la desvalorización de las propuestas y programas de gobierno en favor de una dinámica del castigo o la inmediata remoción de muchas de las figuras autoritarias disipadas por el mundo.
Como consecuencia, entramos en un círculo bastante perjudicial sobre todo para las personas más vulnerables, aquellas que necesitan de una acción programada y planificada desde el Estado. A través del resultado de una profunda desilusión con el estado actual de la política y las instituciones, podemos observar que la creciente polarización política ha llevado a que muchos votantes se enfoquen más en votar en contra de un candidato o partido que en apoyar un programa específico.
Este escenario lo podríamos calificar como una especie de crisis de confianza puesto que en muchos países la confianza en los políticos y las instituciones ha disminuido drásticamente. Los ciudadanos se sienten traicionados por promesas incumplidas y repetidos escándalos de corrupción, lo que arrastra hacia un enfoque más emocional y menos racional a la hora de escoger a un candidato en las principales elecciones de los países.
Por otra parte, con el perdón de algunos colegas, algunas iniciativas comunicacionales se centran más en lo que se conoce como la fragmentación de los sonidos (sound bites en inglés) en cuando a los mensajes de preferencia para el elector. La simplificación y la exacerbación de las escenas físicas de algunos candidatos son colocados en primer ángulo a expensas de los análisis profundos de sus propuestas.
Al momento de hacer una sumatoria de los factores que motivan el voto, hoy, en pleno siglo XXI, la tendencia hacia el conocido «voto castigo» ha cobrado más fuerza y es que en situaciones de crisis –económica, social o política– el sufragio se convierte en una herramienta poderosa. Los votantes quieren expresar sus frustraciones y desencantos con el o los gobiernos actuales, priorizando el cambio de liderazgo sobre los contenidos programáticos u ofertas de políticas públicas.
Debido a lo anterior es importante advertir que, cuando se pierde la perspectiva y el enfoque en la existencia de propuestas programáticas por parte de los políticos aspirantes al poder podríamos estar jugando a una transición que podría derivar en un vacío de poder. Sobre todo, en aquellos procesos a través de los cuales se busca salir de un autócrata y su camarilla.
Por ello quiero enfocarme un poco más en la alerta cuando se mira a las figuras políticas como «ángeles vengadores» o «ilusiones de turno» ya que, cuando una sociedad se enfoca exclusivamente en remover a un líder autocrático apostando a lo que sea y con ojos cerrados, a menudo se prioriza el cambio inmediato sobre la planificación a largo plazo; corriendo el riesgo de encontrarnos ante la posibilidad de la entrada en vigencia de una «caquistocracia» –el gobierno de los menos aptos–.
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En pocas palabras, sería como buscar que todo se reinicie en el sistema votando por un candidato completamente aleatorio sobre cuyas características predomine una oferta de cambio no planificado, por lo que se puede entrar en gobiernos en donde predominen personas que marcan su gestión a través de la improvisación o propuestas vacías.
Si bien derrocar un régimen opresivo es crucial, la falta de un plan claro para la transición puede crear un vacío de poder de inmediato o a mediano plazo. Este vacío puede ser aprovechado por actores que no necesariamente comparten los valores democráticos, lo que puede amenazar la recuperación y estabilidad de la institucionalidad democrática.
La salida de un autócrata es solo el primer paso en un proceso complejo y continuo de construcción democrática. Sin una planificación adecuada y un compromiso genuino con los principios democráticos, existe el riesgo de que una nueva administración sea vulnerable a los enemigos de la democracia y las libertades.
Es crucial que los líderes democráticos y los ciudadanos trabajen juntos para asegurar una transición efectiva y sostenible hacia un sistema político que verdaderamente represente y sirva a todos.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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