Cuando el odio es más fuerte, por Gustavo J. Villasmil Prieto

«La paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros.»
Golda Meir
El reconocimiento a un estado palestino gana adhesiones en el mundo en tanto que pretendido requisito para «alcanzar la paz» en Gaza. Pero sucede que la paz, más que una meta, es una construcción consciente y deliberada de los hombres que principia por renunciar a lo que el mariscal Foch llamara en su día la «voluntad de guerra». Líderes de antiguas potencias coloniales europeas con no poca responsabilidad histórica en lo que aquellas tierras hoy ocurre – Keir Starmer y Emmanuel Macron – ya han anunciado sus apoyos al pretendido estado.
Sus zamarras cancillerías seguramente no han de ignorar que con tal proceder están otorgando carácter jurídico a una organización especializada en matar gente. Pero, aun así, lo harán: al fin y al cabo, la vida de un niño gazatì o la de un nonagenario israelí sobreviviente de Auschwitz no les valdrá más que la de un irlandés del Dublín en aquel fatídico día de Pascua de 1916 o la de un fusilero senegalés en el Thiaroye de 1944. Así son ellos. La falta de escrúpulos está en sus respectivas naturalezas.
A tan formidables fuerzas unen ahora las suyas distinguidos miembros de la farándula internacional como el señor Bardem, que tan buenas películas nos ha legado pero cuyo sueño seguramente jamás fue interrumpido por el aterrador sonido de las sirenas que alertan de los bombardeos nocturnos sobre Tel Aviv. Hay quien opta por salidas más quirúrgicas, como la señorita Dua Lipa. La «show woman» kosovar de largas piernas y poderosas caderas mandó a «limpiar» su nómina, resultando con ello despedido un señor apellidado Levy. Súmense al exclusivo club “woke” de los portadores de «kefiyas» de diseño, inmensa masa de niñatos oriundos de la Nueva Inglaterra, de las islas británicas, de Francia, de los países nórdicos y de la salerosa España que en sus vidas han oído explosión alguna salvo las de sus respectivas fiestas patrias o religiosas. El lema «from the river to the sea» les suena fácil porque fácil resulta sostener consignas a costo cero.
No habrá paz sustentable en Gaza sin antes deponer toda voluntad de hacer la guerra, algo a lo que Hamas ni ha estado ni está dispuesto. Porque matar judíos es y ha sido siempre su consigna, no importa si es al precio de la vida de cientos de miles de gazatíes inocentes.Que el sistema de túneles cavados por Hamás en Gaza sea más extenso que el del metro de Madrid y que sus centros nodales de acopio de armas estén situados justamente debajo de escuelas y hospitales no es sino la más fehaciente prueba del desprecio de la dirigencia palestina por las vidas de su propia gente.
Israel nunca ha reivindicado más territorio que el que ancestralmente les ha sido propio y cuya extensión se aproxima a la del estado Barinas. Jamás ha impuesto a nadie su religión – en 18 % de sus ciudadanos son árabes– y no por casualidad es la única democracia liberal en la vasta extensión del MENA, que se extiende desde la cosa atlántica de Marruecos hasta la península arábica.
Israel solo ha pedido dos cosas: que se devuelva a los rehenes civiles capturados hace dos años, el 7 de octubre de 2023, y que cesen los ataques desde los territorios palestinos y países que les apoyan. A ello se opone la indeclinable voluntad de guerra de los grupos palestinos en armas de hoy – Hamas, Hizbulà– cuyas ansias de matar deja pálidos a Al Fatah y a la sangrienta OLP de otros tiempos, echando por tierra todo esfuerzo genuino por construir una paz perdurable.
Shlomo Ben-Ami, poco después de la masacre del 7-O, lo ha dicho de manera contundente: «la infamia de Hamás permanecerá durante largos años como una muralla entre israelíes y palestinos».
Ninguna guerra es santa ni justa porque toda guerra supone la inmolación de inocente. Por eso es necesario recordar hoy y siempre quien inició esta. Felipe González, dirigiéndose a Hamás, lo ha dicho hace poco: «¿por qué no sueltan a los rehenes? ¿Cuál es la razón después de los 1.400 muertos?». La razón de tal negativa reside en un odio sistemático y reproducido generación tras generación al judío que supera en mucho al afecto por los propios, no importa que al expresarlo se esté condenando al hambre a cientos de miles. Así lo intuyó Golda Meir en su día. Odio antiguo al que se une hoy en vergonzosa cópula el antisemitismo de todos los tiempos pese a los esfuerzos de la «izquierda caviar» por tapar su mal olor con el pachulí rancio de la propaganda «progre».
¡Hipócritas! Hoy es su propia historia la que les emplaza: ¿por qué la Inglaterra del señor Starmer no se retira del Ulster? ¿Por qué Francia del señor Macron no libera del cepo económico del franco CFA a sus excolonias africanas, cuyos ciudadanos desesperados por la pobreza endémica en la que viven no encuentran más salida que lanzarse en peligrosas travesías a bordo de frágiles pateras solo para que, una vez avistada la línea de sus costas, la muy blanca Europa, que nada quiere con pobres ni con negros, les arroje de vuelta al mar a riesgo de que se ahoguen?
En vano se afanan esos impolutos funcionarios de cancillerías que del mundo conocen los que ven por televisión. No habrá paz si antes no se renuncia a toda voluntad de hacer la guerra. Pero un odio –espeso y antiguo– lo impide. Quien crea que un Dios que habita en el Cielo no puede mirar hacia otro lado ante el sufrimiento en Gaza.
La fe verdadera nos llama a alzar la voz por la paz, a pedir el fin de la guerra y a defender la vida de cada ser humano como sagrada. Pero ello no ha de impedirnos entender lo que en el fondo aquí está en juego y que no es otra cosa que Occidente y las bases de su civilización.
Lo ha dicho claramente José María Aznar: «si Israel no logra sus objetivos en Gaza, la próxima batalla será en las fronteras próximas a Europa». Puede que para entonces se le enfríe el té al señor Starmer o se le caliente el champán al señor Macron.
En mi casa se ora a diario por la paz en Gaza. Y por el derecho de Israel a existir.
Referencia:
Sanz, J. C. (2023, 9 de octubre). Shlomo Ben-Ami: ‘La infamia de Hamás permanecerá durante largos años como una muralla entre israelíes y palestinos’. El País. https://elpais.com/internacional/2023-10-09/shlomo-ben-ami-la-infamia-de-hamas permanecera-durante-largos-anos-como-una-muralla-entre-israelies-y-palestinos.html
Gustavo Villasmil-Prieto es médico, politólogo y profesor universitario.
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