Cuando el pasado siempre nos alcanza, por Ángel R. Lombardi Boscán
«Nadie ejercitó jamás bien un poder conquistado maliciosamente».
Tácito
Mario Briceño Iragorry nació en Trujillo en 1897 y falleció en 1958. Es considerado uno de nuestros intelectuales y pensadores esenciales. Un venezolano que le apostó a la cultura como la principal herramienta del cambio social e histórico.
Se dedicó a estudiar nuestro pasado para encontrar lecciones del mismo. Planteó en muchos de sus escritos, la imperiosa necesidad de descubrir y asimilar una especie de sabiduría histórica, para ser aplicada en el presente y no seguir cometiendo los mismos errores que nos han condenado a una especie de historia circular de la fatalidad. Cuya principal evidencia es la persistencia del fenómeno autoritario.
Fue uno de los primeros en revalorizar el pasado hispánico y en comprender una Historia de Venezuela amplia, totalizadora e integral. Y básicamente, con criterio de continuidad. Habló de una «crisis de Pueblo» que tenía su epicentro en un déficit de educación y en la errática conducción de la sociedad venezolana de los hombres que asaltaban el poder.
Mario Briceño Iragorry fue un constructor de civismo público. Y fue uno de nuestros principales modernistas en un tiempo en que el caudillismo, el militarismo, la dictadura y la guerra civil permanente delineaban el acontecer nacional.
Fue uno de los primeros venezolanos con voz alta en la opinión pública de ese entonces en romper lanzas a favor de los procesos electorales. Entendiendo las elecciones como el depositario de la soberanía popular. El poder arbitrario tenía que ceder al poder consensuado e institucional fundado en el reconocimiento de todos los actores políticos y sus representados.
Refiriéndose a la transición de la dictadura a la democracia y a los partidos políticos nuevos, que capitaneó contra todo pronóstico Eleazar López Contreras luego del fallecimiento del dictador Juan Vicente Gómez a partir de 1936; apunta esto: «Todos ellos han correspondido a un propósito de dar a la lucha política marco distinto al de los viejos métodos de mero personalismo, y al propósito de hacer racional el proceso electoral para conquistar el poder. El pueblo llegó a creer en ellos y se agrupó en sus filas».
Su fe en la Democracia popular a través de las elecciones justas, libres y transparentes hoy nos retumba en el presente. «El jesuita Laínez, en el Concilio de Trento, sostuvo que: «la fuente de todo poder reside en la comunidad, quien lo comunica a las autoridades». ¿Y cómo se comunica racionalmente este poder sin la consulta popular? Por ello yo creo en la procedencia del sistema electoral, a pesar de sus imperfecciones. Y aún en algo más: «creo en el pueblo de Venezuela, de quien sus dirigentes han aprovechado, a todo lo largo de nuestra historia, la ignorancia y los demás defectos que sobre el pesan, sin que se hayan tomado en cuenta, para beneficiarlo, su natural inteligencia y buenos instintos. Tampoco he creído en las razones pesimistas que muchos invocan para justificar nuestra indisciplina social. Nos han faltado hombres honestos que aprovechen el poder para contribuir al mejoramiento de las masas».
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Las próximas elecciones presidenciales pautadas para el 28 de julio de este año 2024 no deben convertirse en fraudulentas ni negar a la misma voluntad popular. De lo contrario, la legitimidad política de quién ostente la majestad del cargo presidencial se verá resentida y sus actos de gobierno serán todos cuestionados por la opinión pública nacional e internacional. Venezuela no merece regresar al siglo XIX.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia. Representante de los Profesores ante el Consejo Universitario de LUZ
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