Cuando pierde arrebata, por Teodoro Petkoff
Ya tarde en la noche, después de la tángana en el parlamento, oficialismo y oposición, juntos, llegaron a una conclusión: ambos habían perdido y no les quedaba más remedio que buscar hoy en la mañana un acuerdo para salir del impasse. Este ha sido producido por la pretensión gubernamental de modificar el reglamento de funcionamiento de la Asamblea Nacional para ajustarlo a su interés de aprobar rápidamente varias leyes, entre estas la de los medios. Tales proyectos se encuentran en la Comisión Legislativa, donde ellos son procesados antes de ir a la plenaria de la cámara. La oposición, con mayoría en esta Comisión (diputados que fueron del MVR ahora son opositores), ha actuado para represar allí esos proyectos de ley, tratando de impedir que lleguen a la plenaria.
Los hechos de ayer si algo muestran es que al oficialismo no le queda más remedio que rendirse ante una evidencia: en una asamblea donde las fuerzas están virtualmente empatadas, toda tentativa de actuar arbitrariamente, valiéndose de unos pocos votos de ventaja es inaceptable. Las reglas del juego no pueden ser alteradas a tenor de las contingencias de este. No puede el oficialismo, cada vez que cambia la correlación de fuerzas en la AN, reformar el reglamento para sortear el obstáculo. Mucho menos puede hacerlo cuando las fuerzas son casi parejas.
El grupo parlamentario gubernamental, a medida que se ha ido encogiendo, ha acentuado su propensión al atropello.
Ya en diciembre pasado también modificó el reglamento de la cámara para ajustarlo a los intereses oficiales. Una de las reformas fue esa absolutamente surrealista que permite a los suplentes incorporarse a la sesión sin convocatoria previa ni solicitud de permiso del principal, bastando apenas con la ausencia casual de este.
Esto faculta al MVR, que tiene a los suplentes acuartelados, sustituir, por ejemplo, a antiguos parlamentarios de su grupo, hoy en la oposición, si estos se ausentan incluso para ir al baño.
En la Asamblea Nacional, donde el Gobierno tiene una mayoría precaria de siete votos, que en algunos debates puede reducirse a uno solo, no le queda más remedio que negociar, en el mejor sentido parlamentario de la palabra. El Gobierno ya no tiene una aplanadora. Cuando su ventaja es tan pequeña (y tan frágil, dicho sea de paso), está obligado a entenderse con sus adversarios, si es que quiere que la Asamblea opere.
Desconocer los derechos de la minoría en la cámara, pretender sustituir esta por la escalinata de El Calvario, como en gesto más risible que grave se ha pretendido, son evidencias de un importante cambio en la correlación de fuerzas en el país y de la profundidad de la crisis política.
La sensatez que llevó anoche, ya tarde, a admitir que hay que negociar y entenderse, es lo único que podría permitirnos avanzar pacíficamente hacia la salida electoral que es el RR. Que, por cierto, mientras cosas como la de ayer ocurren, seguimos sin CNE, que debiera ser el cometido prioritario de la oposición en la AN.