“Cuando un guardia disparaba, daba igual contra quien lo hacía”
“26 crímenes y una crónica. Quién mató a la resistencia en Venezuela” recoge los testimonios de los familiares de 26 personas asesinadas por los cuerpos policiales, militares o paramilitares al servicio del gobierno de Nicolás Maduro durante las protestas que incendiaron varias ciudades de Venezuela desde marzo a junio del 2017, con un saldo mayor a los 150 muertos
Elizabeth Araujo/ Fotos Guillermo Suárez
Como todo venezolano que vive en el exterior y le preocupa la crisis de su país, Carleth Morales Senges emprendió desde Madrid una travesía por el dolor de familiares de los 26 jóvenes asesinados por fuerzas policiales y militares durante las protestas de 2017. Su esfuerzo se tradujo en “26 crímenes y una crónica. Quién mató a la resistencia en Venezuela”, un reportaje exhaustivo que sirve de alegato contra la sistemática represión y la violación de los derechos humanos cometida por la dictadura de Nicolás Maduro
El pasado domingo 2 de septiembre Johan hubiera celebrado sus 21 años junto a sus padres, abuelos, amigos y su novia Oriana. Pero estamos hablando de un imposible, porque a este alumno de Ingeniería de Sistemas y amante de la poesía, un desalmado le disparó al corazón, y desde la noche del jueves 6 de abril de 2017 mencionar el nombre de Jairo Johan Ortiz Bustamante no se asocia a la alegría sino a a la tristeza.
“En un ambiente enrarecido que las redes sociales no ayudan a despejar, entre acusaciones de infiltrados y justas reivindicaciones, a las 9:30 de la noche, frente al Centro Médico Los Altos, más que detonaciones, se escuchan gritos. Un joven yace en el asfalto. Los 48 metros que separan a víctima del victimario hace mortal la descarga. Es Jairo Johan, y ya está muerto”. Con este relato testimonial recabado a través de llamadas telefónicas, correos electrónicos e interminables entrevistas por skype sin importar las diferencias de horarios entre Madrid y Caracas, la periodista Carleh Morales Senges se propuso desde España no permitir que los nombres de Johan y de otros 25 venezolanos pasaran al inventario del olvido.
De esta labor titánica, redactada con un estilo directo, poético, a pesar del tema, detallando con precisión de relojería los hechos y apelando al rigor del oficio esta periodista, diseñadora gráfica y locutora residente en Madrid, documentó en “26 crímenes y una crónica. Quién mató a la resistencia en Venezuela” los asesinatos cometidos, en la mayoría de los casos comprobados, por las fuerzas policiales, militares y sujetos armados al servicio del gobierno de Nicolás Maduro, durante las protestas que incendiaron varias ciudades de Venezuela desde marzo a junio del 2017, con un saldo mayor a los 150 muertos.
Versátil e inquieta –es fundadora y actual presidenta de la Asociación de Periodistas Venezolanos en España (Venezuelan Pres)– y en extremo solidaria con la causa de sus compatriotas, tanto los que llegan a Madrid como los que padecen en Venezuela la violación de los derechos humanos por una dictadura en todas sus letras, Carleth Morales Senges ha conocido sin proponérselo el éxito editorial, porque “26 crímenes y una crónica. Quién mató a la resistencia en Venezuela” se vende como pan en Caracas, en Madrid, Bogotá, Miami e incluso por Amazon, lo que le ha permitido recoger los frutos de una labor de investigación que le robó horas de sueño y le sumó añadió más tribulación de la que sorteó al entrevistar a familiares y amigos de las víctimas de esta represión sistemática que actualmente es objeto de una denuncia en la Corte Penal Internacional de La Haya.
–¿Cuál fue su propósito al asumir la investigación y redacción de “26 crímenes y una crónica”?
–Hubo dos grandes propósitos como periodista: dejar constancia inmediata de lo que había sucedido en las protestas de 2017 e identificar indicios sobre violación a los Derechos Humanos en ese contexto. Lo primero era imprescindible porque a los venezolanos nos pasan tantas cosas que a veces a los periodistas no nos da tiempo en recoger y profundizar en todas. En este sentido fue un reto de concentración en un solo tema, a contratiempo. Lo segundo era indispensable para poder elaborar un informe documentado que luego llevé a las Naciones Unidas y al Parlamento Europeo para denunciar los indicios de violación a los Derechos Humanos que ciertamente hallé. Por supuesto, que no fueron los únicos propósitos. Al acabar las protestas, como venezolana y como madre me pregunté si había valido la pena que 158 personas perdieran la vida en las protestas. Entonces me puse en la piel de los padres y familiares, que veía clamar justicia sin que nadie los escuchara. Quería saber en qué medida yo los podía ayudar. Ese objetivo también se ha cumplido, con todos tengo una relación muy estrecha. No soy juez para obrar justicia, pero sí puedo alzar mi voz por ellos, entonces, además de acompañarlos en su lucha y su dolor, sigo recordándolos en cada escenario para que no se olviden, hasta que llegue la justicia, que llegará.
–Una vez asumido este proceso ¿cómo hizo para sortear los incontables obstáculos para establecer los contactos, llevar a cabo las entrevistas y comprobar los hechos y los relatos?
–Se llama periodismo colaborativo. Formé un equipo con dos periodistas en Venezuela que fueron mis cinco sentidos allí. Si bien casi todas las entrevistas las hice yo por teléfono, a siete mil kilómetros de distancia, el trabajo de producción lo hizo la periodista Ashley Flores, mientras que la organización y verificación de datos estuvo a cargo del periodista Luis Fernando Herrera. Y así, después de una rigurosa metodología de investigación en perfecta coordinación con ambos, en tiempo y forma, y muchas madrugadas sin dormir, se publicó el libro en la fecha prevista: abril de 2018, al año de haber iniciado las protestas. Por supuesto, la piedra angular fue mi editor, Sergio Dahbar, sin cuyo apoyo editorial no hubiese sido posible.
–Para quien lo haya leído, su libro reivindica el rigor de la investigación periodística, al tiempo que sirve de denuncia contra la represión del gobierno de Maduro ¿Ha valorado si 26 crímenes y una crónica opera como una suerte de terapia para familiares de los jóvenes asesinados?
–Mientras lo elaboraba no sabía lo que iba a significar para los familiares. Pasados unos meses y dada la continuidad de mi relación con ellos, me he dado cuenta de que lo tienen en sus altares, lo comparten con sus allegados, me agradecen siempre el hecho de haber dedicado mi tiempo y esfuerzo a dejar impresa la historia de sus hijos tal cual ellos la contaron. Me mandan fotos de dónde tienen el libro. Una de las familias lo tiene en un lugar privilegiado para que los niños huérfanos, hijos de uno de los jóvenes caídos, crezcan sabiendo por qué luchaba su padre. Yo creo que los familiares, mientras esperan la justicia legal para los culpables, recorren este espinoso camino sabiendo que la justicia social ya los ha juzgado.
–A título personal ¿cuál fue la historia que le generó mayor impacto desde el punto de vista emocional?
–Es muy difícil escoger una historia, es como escoger a cuál de los hijos quieres más. Porque al fin y al cabo, antes que periodista, soy madre, y con todos esos padres lloré muchísimo. La pérdida de sus hijos la siento como propia, es imposible saber cuál me impactó más.
–¿Cómo hizo para combinar su labor profesional, su responsabilidad familiar y su rol de gremialista al frente de VenezuelanPress con la tarea de escribir un libro cuyos hechos ocurrieron a distancia?
–Las madrugadas y los analgésicos para el dolor de cabeza fueron mis aliados. Comencé haciendo un reportaje y poco a poco se fue convirtiendo en un libro. Cada vez que un padre me preguntaba cuándo salía publicado, aumentaba mi presión. Tenía mucha responsabilidad en mis manos, así que hubo un momento, al acercarse la fecha de entrega a la editorial, que tuve que establecer prioridades. Allí, mis compañeros de trabajo, la Junta Directiva de la asociación y mi familia, también fueron mi equipo.
–El hecho de que este libro se haya escrito fuera del país ¿significa que a los periodistas en Venezuela se les escapó este tema por diversas razones o resulta más práctico asumirlo a distancia?
–A mi productora siempre le decía que estuviera atenta por si algún colega también trabajaba sobre el tema, para no duplicar el trabajo. Un día me llamó llorando desde una gasolinera porque tenía dos horas sentada en su coche haciendo cola para echar gasolina y me dijo: «Carleth, aquí nosotros no tenemos tiempo para escribir eso. Tienes que hacerlo tú». Ese fue para mí un momento muy importante porque me di cuenta de que los colegas en Venezuela estaban pasando las mismas vicisitudes que cualquier persona para adquirir alimentos, medicinas y servicios básicos. Por eso, los que estamos afuera tenemos la responsabilidad de ayudarlos a dejar constancia en profundidad de lo que nos está pasando, ellos prácticamente sólo tienen tiempo de documentar el día a día. Yo siempre digo: Quienes hagan cosas, tienen que hacerlas: cantantes, escultores, pintores, poetas, cineastas, periodistas, tenemos ese deber para que las futuras generaciones sepan lo que sucedió en este momento de nuestra historia.
–¿Cuál fue el perfil de las personas asesinadas en las protestas y cuál fue el patrón coincidente de sus asesinatos?
–El perfil que buscamos fue el de las personas que salieron de su casa con la intención de manifestar de alguna manera su descontento, no los que pasaban por allí, que también los hubo. Luego nos dimos cuenta de que la mayoría de quienes encabezaban las protestas eran los jóvenes más fuertes, los que luchaban por convicción, los que comían porque sus padres trabajaban cada día por sacarlos adelante en vez de estar esperando una bolsa del CLAP; los que estudiaban en una universidad y sabían el valor del esfuerzo y la constancia en vez de estar esperando que alguien los enchufara para darles un cupo; los que no le debían nada al Gobierno; los que escuchaban a sus padres contar cómo era la Venezuela en la que ellos habían crecido a base de esfuerzo y trabajo; los que leían, escribían, reflexionaban y creían en una Venezuela construida sobre la base de los valores que venían en sus casas. Por eso tenían todos el mismo perfil, por eso, cuando un guardia disparaba contra uno, daba igual si disparaba contra el de al lado. Todos eran iguales. En lo que sí hubo planificación, y de eso hallé todos los indicios, fue en la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado, en el uso desproporcionado de la fuerza. Durante este periodo parece que las actuaciones hubiesen obedecido a un patrón sistemático, porque en la mayoría de los casos, cuando comenzaba la represión en una ciudad, en el resto iniciaba y acababa a la vez, y la forma en la que asesinaban parecía obedecer a un patrón: de los 26 crímenes investigados, 25 de ellos murieron producto de un disparo en una zona vital (6 en el pecho, 6 en la cabeza, 5 en la zona abdominal, 3 en el cuello, 2 en la ingle y 2 de un traumatismo torácico).
–¿Fue doloroso confrontar a los padres de los jóvenes asesinados, al punto que les tocó llorar de verdad con ellos al recordar el momento en que sus hijos fueron asesinados?
–Técnicamente, como toda investigación, las entrevistas estaban perfectamente estructuradas, pero cuando se trabaja con el elemento humano hay imponderables para los que tienes que estar preparado. Empatizar no sólo es necesario, es inevitable. Los periodistas no somos de hierro. Cuando una madre o un padre te cuenta cómo supo que asesinaron a su hijo, cómo vivió ese momento y cómo se siente ahora que ve que el Gobierno se burla de su dolor, lloras con ellos. Y lo vuelves a hacer cuando escribes. Y lo vuelves a hacer cuando relees. Y aun así tienes que seguir siendo pilar. No es sencillo.
–Su libro ha registrado una excelente aceptación y venta, ¿Siente que hay interés en los lectores españoles por un tema que en Latinoamérica son el pan de cada día?
–Sí lo hay. Cuando lo presentamos en la sede del Parlamento Europeo en Madrid había muchos españoles y periodistas españoles. Los mayores apoyos en España han sido de españoles: diputados, senadores, concejales, comunicadores que se interesan por hacerse eco de estas historias para seguir sensibilizando. A eso me refiero también cuando digo que la justicia social ya ha condenado a los culpables. Cuando un padre ve que en España se habla de sus hijos, es una nueva meta alcanzada en este sentido.
–¿Le ha enviado un ejemplar al ministro de Exteriores Josep Borrel y al expresidente del Gobierno Rodríguez Zapatero como un gesto de acercamiento y de comprensión sobre la crisis venezolana?
–Aun no, pero no lo descarto, a ellos y a otros que apoyan al régimen venezolano o miran hacia otro lado como si nada estuviera pasando. Sería bueno que no solamente comprendan la crisis venezolana sino que sepan hasta qué punto llega la tragedia cuando se empeñan en instalar un sistema de gobierno fallido y unos ideales obsoletos que en nada benefician a su gente.
–Tras haber investigado a profundidad acerca de este reciente episodio y tuviera que responder a la pregunta que formula el título de su libro ¿podría revelar quién mató a la resistencia venezolana?
–Todas las evidencias apuntas a que quienes accionaron las armas fueron los cuerpos de seguridad. No olvidemos que el 8 de febrero de este año, la Corte Penal Internacional abrió un examen preliminar sobre Venezuela por la fuerza excesiva de la policía para dispersar y reprimir manifestaciones. Eso está en proceso y en algún momento habrá un pronunciamiento. Pero quienes realmente dieron las órdenes fueron los superiores, que a su vez obedecían órdenes de los altos funcionarios, que a su vez se rigen por un sistema fallido de Gobierno que insisten en mantener a toda costa. Sin embargo, hay que decir que la resistencia no está muerta. Puede parecer una contradicción, pero es así. Lo que pasa es que entre el 1 de abril y el 30 de julio de 2017, entre que comenzaron las protestas y se votó la Asamblea Nacional Constituyente, hubo 158 asesinatos, entonces salir a la calle de forma deliberada resulta una medida extrema, nadie quiere perder la vida, ni que sus hijos la pierdan en este contexto. Pero realmente, todos los que sobreviven al día a día en Venezuela están en resistencia. Lo que sí podría matarla definitivamente es la indolencia, la pasividad y la inacción, de los venezolanos y de la comunidad internacional, por eso hay que batallar día a día desde todos los flancos para rescatar la democracia.
–¿Cuál es la satisfacción personal que le deja haber asumido este desafío periodístico?
–Esto es un ejemplo de que no hay excusa que valga si realmente queremos hacer algo. Si yo pude escribir un libro con el rigor periodístico que requería una investigación de esta naturaleza, a siete mil kilómetros de distancia de las fuentes, todos podemos desde nuestra tribuna ser parte activa de la lucha por restituir la democracia en Venezuela. Y a nivel personal, saber que mis hijas y mis sobrinos tendrán un documento fiable para conocer qué pasó en ese preciso instante de la historia de su país, por eso se lo dediqué a ellos, y a todos los hijos y sobrinos de Venezuela.
El libro “26 crímenes y una crónica. Quién mató a la resistencia en Venezuela” se puede comprar en España en https://amzn.to/2Q4pxXX, y para el resto del mundo en https://amzn.to/2LYEpnP
Elizabeth Araujo. Periodista venezolana, reside en Barcelona.