Cuando ya no me quieras … no me finjas cariño, por Teodoro Petkoff

Como en el juego de «Quién quiere ser millonario», Chávez ya consumió sus comodines. Consultó a la audiencia en el caso de los sindicatos y de las universidades, y peló el gajo; llamó a un amigo y éste no tuvo otra ocurrencia que sugerirle esa operación de espiritismo que es conjurar al MBR-200; apeló al 50-50 y perdió al MAS. Ya ayer se consumó el divorcio entre MVR y MAS. Tenía dos partidos, ahora le queda uno, aunque ya casi tiene en el bolsillo otra vez al PPT.
Hugo no esperó ni un día para comenzar los ataques contra sus aliados de anteayer. Los llamó «cazadores de güires», que es el apelativo coloquial que se da a los pescadores de oportunidades. O sea, a los oportunistas. Les recordó que estuvieron en el gobierno de Caldera, que apoyaron a Irene y que sólo cuando vieron que esta se desplomaba, lo apoyaron a él. En dos platos, los acusó de ser un partido de oportunistas.
Sin embargo, ¿todo esto lo descubrió Chávez ahora mismo? ¿No es Chávez un cazador de güires idéntico al MAS? Cuando aceptó el respaldo de ese partido y levantó eufórico los brazos de Mujica y Puchi, diciendo que el MAS se había «reencontrado con sus orígenes», ¿no sabía Hugo que todavía en ese momento el MAS tenía cuatro ministros en el gabinete de Caldera? ¿No sabía Hugo que todavía un mes antes el MAS apoyaba a Irene? ¿O esto lo descubre recién ahora? Chávez sabía perfectamente bien cómo era el MAS y cuál su comportamiento. De modo que buscó y conquistó su respaldo a sabiendas de los pecados que ahora les enrostra. Actuó, pues, como un típico politiquero de la Cuarta República. Actuó, en definitiva, como la gente del MAS, -porque, en honor a la verdad, no es mentira lo que Chávez dice hoy de la conducta de ese partido. Todo eso, ciertamente, fue tal cual. Pero estos melindres de virtuosidad ética con que nos sale ahora Hugo debieron haberlo llevado, en aquella época, a rechazar la alianza con el MAS cuando Miquilena y José Vicente se la propusieron. Pero no lo hizo. Prefirió cazar ese güire. Fue tan oportunista como sus execrados de hoy. Y pensar que el día de la gran alianza Hugo dijo que aquello era cosa del destino porque él había entrado a la Academia Militar el mismo año en que también nació el MAS. Según Hugo, el Dios de las Naciones, el propio Jehová, había sacramentado aquella unión, que hoy se disuelve, como en los divorcios traumáticos, en medio de invectivas, acusaciones mutuas y despechos