Cuarentena: la negación del virus de Juan Jallao, por Eduardo López Sandoval
Este amanecer en el Llano es triste, punza como diez mil virus en el alma del más profundo ser de Juan Jallao. Duele.
Juan Jallao se encontró evocando los últimos miles de días que había amanecido en este terminal de pasajeros. Sacó la cuenta, con el tiempo bastante que le daban las circunstancias de treinta y ocho horas de cuarentena sentado en el banco de sus más caros logros del pasillo principal del Terminal:
-“La cuenta que no da na”, –se dijo, rememorando algún pedazo de poema perdido en su memoria de oyente de alguna radio y carretera del Llano–: va para los diez mil días este Gobierno de más de veinte años.
En estos veintipico de años siempre hubo un pasajero y un carro para llevarlo, bien fuera carrito por puesto, taxi, autobús o expreso, o pirata, -cuando mínimo uno. Cuando no todos, donde los pasajeros pudieran escoger la opción que más se adaptara a su bolsillo y a su premura.
Juan Jallao no se había percatado de que tenía cerca de diez mil días amaneciendo en ese banco, que era el primero en que el sol pelaba con el bolsillo también pelado de los bolívares que su amada Rosmery esperaba en el rancho con sus cuatro muchachos.
Se preguntó, –¿le quedará a mi suegrita uno que otro grano de la caja CLAP para que meta la mano a su hija y a sus nietos, o arroz,…o una pastica?
-Seguro que sí. -Se respondió a sí mismo el Chofer de Avance Juan Jallao, como para darse ánimo en este amanecer de marzo…
-¿O habrán dejado pasar los de la cuarentena al suegro para la finquita en Píritu, a buscá la yuquita?
Esta vez se respondió con un concienzudo movimiento de cabeza que negaba las posibilidades de que Rosmery tuviera algo para medio llenar la olla que montaría en la casa de alguna vecina si el gas de la suegra también no se hubiera agotado.
El oscilar de la cabeza –sin cambiar el ritmo, la inclinación, ni la presteza–, algún concienzudo observador bien pudría notar que Juan le dio un especial acento al movimiento de negar cuando pensó que en su casa se acabó el gas pocas horas después de decretada la cuarentena por el coronavirus, pero en el Terminal no hay un alma que lo pueda ver cavilar.
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Juan Jallao seguía negando sin parar en esta mañana de marzo sin pasajeros y sin carros. Esta situación para nuestro amigo, en el que no puede hacer nada para comer él, sus hijos y Rosmery, es completamente desconocida. En veinte y cinco años en el Terminal no recuerda un día de hambre como el que vivía hoy, porque siempre había un trabajo que hacer. Empezó como un niño de la calle que no recuerda por qué ni cuándo llegó al Terminal, los más viejos le dicen que dormía en este banco que después fue el banco de su trabajo y ahora es el sitio de sus desvelos de la negación:
-No puede ser que el país esté así, ¡a la deriva!, -se dice…
El apellido Jallao lo lleva Juan porque así lo bautizó El Portugués, que así era nombrado aquel europeo que fue por mucho tiempo el administrador de una línea de buses grandes, a los que llaman Expresos. Con El Portugués empezó Juan a mejorar sus condiciones de vida, ya no dormía en la dura madera del banco, los asientos de los autobuses del musiú eran más suaves y cálidos en las frías madrugadas. El Portugués se fue para su Europa y Juan se quedó en su Terminal.
Juan Jallao se inició lavando y cuidando los autobuses de El Portugués, luego fue el Colector. Al faltar algún chofer tuvo la oportunidad de poner en práctica las clases de manejo que le daba El Portugués para mover los grandes buses en el Terminal. Pasó por limpiar zapatos, cargar y cuidar maletas, lavar carros, taxista, chofer de por puestos, siempre en la prefectura del Terminal.
Hoy por la cuarentena, como ayer, no hay trabajo; por lo que mañana, como hoy, no tendrá para llevar nada para la casa…
Y con más conciencia mueve negando con la cabeza cuando piensa que él votó por el causante de todos estos males.
Recuerda que votó por Chávez sólo una vez, pero piensa que esta única vez es suficiente. Niega cuando recuerda que el militar cuando era candidato, al verse estrechado por los entrevistadores que apuntaban a acusarlo de que él iba a perpetuarse en el poder si llegaba a éste en el 98, que respondía impávido que:
-De ninguna manera, yo no voy a permanecer un día más después de 5 años…
Siempre para respaldar su demagogia recitaba de memoria:
-“Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada justicia que el mismo magistrado, que los ha mandado mucho tiempo, los mande perpetuamente».
Niega firme cuando recuerda la pregunta que le dio nacimiento, en el 99, con la Constituyente de ese entonces, a todo este desmadre…
Se pregunta dónde y cómo nació la destrucción del país, y se responde leyendo de nuevo el ajado libro La Rebelión de la Regiones, que explica:
“…desde el inicio del Proceso Constituyente de 1999 comienza el engaño y la ilusión.
“Chávez ya Presidente, lanza su Decreto Número 3. (02/02/1999) con sus ya conocidas y tendenciosas preguntas de la convocatoria para ese entonces:
“¿Autoriza usted al Presidente de la República para que mediante un Acto de Gobierno fije, oída la opinión de los sectores políticos, sociales y económicos, las bases del proceso comicial en el cual se elegirán los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente?“
“Pregunta anterior capciosa, tramposa.
“Su análisis, requiere atención detallada, ¿Autoriza usted al Presidente de la República para que… fije… las bases del proceso comicial?
“Por consiguiente, la norma comicial, fijada unilateralmente por el régimen, sin respetar el necesario sentido democrático, estableció que: “Cada elector dispondrá de tantos votos como constituyentes a elegir.
“Fue el engaño preliminar, básico, utilizado para apropiarse (con el 54% de apoyo con que contaba en ese entonces), de la mayoría total de la Asamblea Nacional Constituyente y hegemónicamente, imponer su criterio y manipulando el poder y la maquinaria electoral oficial, lograr un “triunfo revolucionario”
“De 131 Constituyentistas, 125 fueron del oficialismo.
Al darle al elector la ventaja de votar tantas veces como curules existían, con el 54% de apoyo en votos se apropió de manera antidemocrática y ventajosamente del 96% del total de la Asamblea Constituyente”. (Fin de la lectura).
-¿Cómo será la continuación de la destrucción del país cuando tengamos los resultados de la actual constituyente? Que es más tramposa y más írrita en su formación que la del 99, -se pregunta.
Y se responde dando una mirada al destrozado terminal de pasajeros de la capital del Llano Integral Colombovenezolano, solo y triste.