Cuaresma, por Rafael A. Sanabria M.
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«La eternidad está en nuestras manos.
Vive de tal manera que cuando te vayas,
mucho de ti quede aún en aquellos que tuvieron la buenaventura de encontrarte»
Anónimo
Desde el pasado miércoles 2 de marzo, conocido entre los católicos como Miércoles de Ceniza, se inicia un período de recogimiento espiritual, reflexión y penitencia. Durante 40 días, el precepto es el ayuno y sacrificio, preparación previa a Semana Santa. ¿Será ayuno y sacrificio nada más? Cuaresma implica más que eso, es un encuentro íntimo con nosotros mismos, es hacernos un chequeo general de nuestras vidas, reconocer nuestras debilidades y fortalezas. Es renovarnos para mejorar como seres humanos.
Cuaresma no puede consistir solo en comer pescado, hacer ayunos, promesas y viacrucis, sin arrepentimiento que se refleje en la práctica. Es tiempo para hacernos una introspección, limpiar nuestras casas, cumplir las virtudes de laicos con la iglesia. Debemos mirarnos al espejo y si es posible romperlo y con los trozos reconstruirnos como un nuevo ser.
Urge vivir la Cuaresma a plenitud. Es necesario quitarnos las máscaras de hipocresía y vanidad. Primordial es que el hombre se deslastre de su yo e imponga el nosotros. El hecho de pertenecer a una sociedad religiosa, llevar alimentos a los sacerdotes, hacer rifas para reparar la infraestructura de un templo, pertenecer a las comisiones, andar para arriba y para abajo al lado del cura no es patente para decir que tu cuaresma es verdadera o te haya transformado, simplemente son actividades externas para complacer al hombre, pero no a Dios.
Cuaresma es encontrar en el hambriento, el enfermo, el leproso, el encarcelado, el asesino, el huérfano, la viuda, un acicate para hacer el bien al prójimo. Como Jesús dijo: ama tu prójimo como a ti mismo. ¿De verdad amamos a nuestro prójimo? Por qué cuando un menesteroso toca a la puerta muchas veces se la cerramos, pero cuando llega un hombre de lisonjas le ponemos alfombras.
¿Realmente cumplimos el más grande de los mandamientos de Dios? Esto aplica a la grey tanto como a los sacerdotes, porque dentro del seno de los integrantes del catolicismo abundan vanidosos, egocentristas, individualistas que sin darse cuenta ahuyentan a las ovejas del rebaño.
La iglesia católica determinó este ciclo, opuesto a la expansión del carnaval, necesario para el equilibrio humano. Pero vivir una Cuaresma mecánica es ser, simple y llanamente, un árbol estéril. El hombre de hoy ahíto de los bienes materiales que posee o de los que avaramente desea poseer, ha olvidado el diálogo con Dios. De ahí su vacío y su alienación. Cada cuaresma tiene que permitirle al individuo rehacerse, no de palabras sino de hechos.
El llamamiento es a los fieles, para que redescubran en su interior esa voz que le habla desde lo endógeno, que le invita al cambio sincero, no al cambio condicionado ni por interés. Basta de lobos vestidos de corderos, pregonando amor por doquier. En la sociedad actual el hombre mira sin ver. Se queda en las conchas de las cosas y de las personas, aprisionado por lo llamativo sin descubrir la calidad.
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Hay mucho que meditar y reflexionar en la Cuaresma porque aun siendo practicante del catolicismo los hombres siguen viendo a los hombres como un valor económico que vale cuanto produce, una mercancía por su funcionalidad o porque se ofrece a ella misma, una máquina útil para hacer cosas, un número frío sin historia, manipulable por la propaganda o las ideologías, un robot programable industrial o estatalmente, un elemento desechable o porque lo que cuenta es el partido o porque ya no es útil. Sin duda alguna el hombre visto por el hombre es un ser disminuido, desgarrado en su espíritu que gira inútilmente en el desierto de los hombres.
Es necesario ver al hombre bajo el principio de qué se oculta bajo lo que parece ser. Hay quien no se ve a sí mismo. No piensa. Se empeña en cerrar los ojos. El hombre de hoy es utilitario empedernido. Allí donde no descubre provecho, no busca nada. Simplemente porque pensar sobre sí mismo no produce dinero ni facilita la comodidad. Con tal actitud el hombre se disminuye, se esclaviza, pero figura en la vida y eso es lo que cuenta para la muchedumbre humana.
Hay afán para que el hombre no vea, no piense. Nuestra sociedad esta urgida de especificidad, se contenta con frases hechas, imitas actitudes ajenas, vive en la moda. Es necesario humanizar al hombre, parece un contrasentido pero sí, es necesario reconstruirlo.
Reitero, la tarea para estos cuarenta días es meditar, reflexionar para descubrir la verdadera esencia de la cuaresma y descubrirse ante Dios y en Él. Escuchar su palabra y decirle la nuestra. En ese diálogo hecho en el silencio, Dios cambia el corazón del hombre, mejorándolo y cuando un hombre mejora, mejora todo a su derredor.
Aprovechemos la cuaresma. Dios te brinda una nueva oportunidad para el cambio.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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