Cuatro notas sobre gaza y el voto de ayer, por Fernando Rodríguez

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La discusión opositora de votar o no votar era ya una ladilla, porque son argumentos epistémicamente heteróclitos. Que cada quien, hizo el domingo electoral, lo que a bien consideró. Yo no voté porque en julio se robaron la soberanía y no la han repuesto. A usted también se la quitaron.
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Si la abstención es tan alta como decían las encuestadoras serias, esta va a beneficiar burocráticamente al gobierno, que se hará de casi todo el aparato del poder nacional con un puñito de votos, que no es poca cosa. Pero también beneficiará a la oposición abstencionista al demostrar que el gobierno no tiene ninguna base social, que solo se sostiene sobre las bayonetas del general Padrino, quien viene de pedirle públicamente protección al mismo Dios, vaya usted a saber por qué
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Las fuentes más acreditadas ponen en la Gaza de estos días entre la vida y la muerte a miles de niños menores, 14.000 según la ONU, seguramente la muerte segura para muchos, por hambre, por inanición causada por el bloqueo del gobierno de Netanyahu a la ayuda humanitaria durante meses, junto a medicinas y otros rubros hospitalarios. Lo cual se suma a casi veinte mil niños, sí niños, como los nuestros, ya asesinados y otros miles mutilados o cuyas familias y sus casas desaparecieron para siempre. Sin contar el horror cotidiano que han vivido y que marcará sus psiquis de por vida –bombas y bombas, 70000 viviendas destruidas, migraciones incesantes, escasa ayuda sanitaria, tanques sembrando el horror en medio de la vida cotidiana misma, penuria de todo hasta de agua–.
Me pregunto si estos datos, solo referidos a la infancia, no indican una perversión moral, una disposición existencial, del gobierno israelí similar a la de los mayores déspotas de la modernidad planetaria.
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Los ataques de Trump contra las universidades de élite norteamericanas por haber manifestado por el cese de la guerra contra la demolida Gaza, tildados de antisemitas, indica en primer lugar el odio visceral del ignorante Presidente gringo contra la cultura y por supuesto las universidades, una de sus grandes expresiones. Ese odio, síntoma inequívoco de fascismo, según Umberto Eco, se ha centrado en Harvard que, según dicen los rankings de esa área, es la mejor universidad del planeta, y que no le ha bajado la cabeza. Eso le ha costado una subvención de dos mil millones de dólares y ahora la prohibición de tener estudiantes extranjeros, el 25% de su población estudiantil, esto ya, de inmediato, incluso deben salir los que cursan estudios. O sea que manifestar por la Palestina martirizada y contra un gobierno realmente criminal, ultraderechista, es atentar contra la religión y el pueblo judíos, tan respetable como cualquier otro. Esto equivale a decir que oponerse a Macron y sus desaciertos es atentar contra Francia y la religión católica que profesa la mayoría de sus ciudadanos.
Es muy probable, ciertamente, porque los antisemitas desgraciadamente existen, que se produzcan en estos tiempos atentados en el ancho mundo contra los judíos, tales como el vil asesinato de dos funcionarios de la embajada israelí en USA. Probablemente los incentivos indirectos e inmediatos de esta barbarie sea la guerra de Gaza y no los estudiantes de Harvard que han manifestado políticamente contra las acciones concretísimas de un gobierno muy mundanamente feroz.
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