Cuba y su grito de libertad, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Desde inicios de año flotaba en la caribeña y tensa atmósfera cubana una masiva expresión de repudio a la dictadura castrista como la que finalmente tomó las calles en más de 20 poblaciones de la isla el pasado domingo.
El grito de libertad brotó al fin estentóreamente de las gargantas de miles de miles de caminantes, hombres y mujeres pacíficos, pero decididos, para estremecer de extremo a extremo la isla y llegar con imágenes y sonidos a las más apartadas regiones del globo terráqueo, ahora expectante sobre el rumbo de esta etapa inédita.
No fue algo grupal. Se trata de la más multitudinaria expresión de rebeldía popular vista en 62 años de sojuzgamiento a manos del régimen comunista. Rebeldía acumulada a lo largo de décadas y acicateada por otro pico de la crisis multidimensional del sistema, que ni da libertades ni resuelve a satisfacción las más elementales necesidades de la población a la que le sigue cercenando el futuro.
Fueron los artistas con su ingenio y creatividad quienes masificaron este año la consigna «Patria y vida», definitivamente opuesta a la «Patria o muerte» de los hermanos Castro, hoy endeblemente representada por el títere Díaz-Canel que acosado llama de manera infame al combate del pueblo contra el pueblo.
«La orden está dada», dijo impúdicamente. Pero para su mayor tragedia, si algo viene caracterizando las protestas es la forma irreverente y desafiante, hasta llegar a la procacidad, con la que cualquier hombre de pueblo, y sobre todo la juventud, se refiere a quien hoy encabeza el aparato de opresión comunista. Por cierto, ¿lo oyeron papa Francisco, señor Guterres? ¿Algo que decir?
Por lo demás, el hombre y sus voceros se ahogan en simplezas y contradicciones. Reivindican una supuesta gestión exitosa ante la pandemia, pero al mismo tiempo afirman que los gringos se aprovecharon de ella para promover las protestas. El bloqueo, cuyas oquedades son archiconocidas, es todavía la causa de los sucesivos apagones porque, aseguran, no les permite hacer mantenimiento a las plantas ni cambiar repuestos. Dios santo, pero ¿ustedes no se habían independizado hace seis décadas de esos señores?
Una cosa está clara: esta crisis llega a Cuba con 20 años de retraso. Es la misma que asfixiaba a la dictadura cuando Hugo Chávez llegó al poder a Venezuela.
Lo más elocuente que se ha dicho sobre lo que representó la ingente suma de recursos, petróleo y obras de infraestructura que Chávez, en el delirio de su romántico encantamiento, regaló a Castro para su rescate es la frase de la bloguera Yoani Sánchez: «Fue para el régimen como la Viagra». Ahora no hay pastillas, ni aquí ni allá.
Y en la otra cara de la moneda, sin la invasiva injerencia, todopoderosa y sin límites de los cubanos en Venezuela la instauración del régimen chavista, de clara inspiración totalitaria como el cubano, no hubiera sido posible. Lo insólito es que los recursos de Venezuela no sirvieran para un despegue autosostenido de la economía cubana.
Chávez destruyó a Venezuela y ahora se hunden juntos los títeres, los subalternos de aquí y los jefes de allá.
No se ha oído, por cierto, a los voceros más visibles de la inefable izquierda latinoamericana rasgarse las vestiduras para exigir referéndum, constituyente y nueva constitución para Cuba, como lo hacen ante cualquier conmoción social en el continente. ¿O es que están de acuerdo con el reinado a perpetuidad del Partido Comunista cubano?
El pueblo cubano marchó con decisión y valentía, sin líderes conocidos, a pesar de que constitucionalmente se le impide organizarse en partidos políticos y que toda acción de protesta puede ser aplastada con solo ser acusada de «contrarrevolucionaria». ¿Adónde llegarán? Nadie lo sabe, pero a los pesimistas hay que recordarles el sabio dicho popular: «El mundo no se construyó un día».
De los venezolanos para los cubanos lo que procede es nuestra solidaridad activa y apoyo irrestrictos, ayudar a visibilizar por todos los medios su lucha y a no caer en la demencial histeria de las voces mayameras llamando a intervención.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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