¡Cuentas claras!, por Teodoro Petkoff

La decisión de realizar una nueva auditoría en 150 mesas escogidas al azar (que no en 150 máquinas, como tituló equivocadamente un matutino, porque prácticamente en todas las mesas había más de una máquina) constituye una respuesta acertada y conveniente a la “duda razonable” expresada frente a los resultados presentados en el madrugonazo. Esta duda fue reforzada ayer por los dos observadores internacionales, OEA y Centro Carter, cuando informaron que la auditoría reglamentaria que debió ser hecha después de cerrado el acto de votación en efecto se realizó pero no había sido “completa”. Aunque Gaviria no dio mayores precisiones sobre esto, con lo que dijo es suficiente para que la “duda razonable” tenga un fundamento serio y no sea un capricho ni esté movida, en el caso de TalCual (que la expresó ayer en el título del editorial), por el propósito de buscarle cinco patas al gato.
En este RR el país se juega demasiado como para que sus resultados no sean absolutamente claros e indiscutibles. Aquí no se trata de aquellas inefables “irregularidades” de procesos electorales anteriores (que llevaron, por ejemplo, a repetir las elecciones para las gobernaciones de Sucre y Barinas, pero que no afectaban decisivamente los grandes resultados nacionales), sino de que los resultados del RR, que ponen en juego la presidencia de la República, estén libres de toda sombra de sospecha. El primer interesado en que se demuestre que todo fue pulcro e inobjetable tendría que ser el propio Chávez. Si está tan seguro de que ganó, no debería tener ningún inconveniente en que la verificación de la votación se lleve hasta el punto de que no quede ni un átomo de duda. El que no la debe no debería temerla. Por eso celebramos que la proposición de la OEA y el Centro Carter haya sido aceptada por el CNE, en particular por su mayoría oficialista, de modo tal que entre hoy y mañana podamos los venezolanos tener el resultado de esta auditoría y saber perfectamente a qué atenernos.
Por otra parte, consideramos indispensable que se informen por separado los resultados de la votación manual. Alrededor de dos millones de electores debían sufragar manualmente. El escrutinio de estos votos se hizo también manualmente, contando tarjetas una por una. Verificar si la proporción entre el Sí y el No que arroje el conteo manual coincide o no con la proporción que Carrasquero informó para el escrutinio automatizado podría resultar un dato decisivo. Porque si el resultado del escrutinio automatizado corresponde realmente a una tendencia nacional, no deberían existir entonces discrepancias significativas entre los resultados de ambos métodos de votación. Por ello, el informe de totalización debe distinguir con toda claridad entre la votación manual y la automatizada. Es de suponer que tanto la CD como el comando Maisanta tienen en su poder las actas de la votación manual, puesto que ambos contaban con testigos en esas mesas. Este aspecto no debería pasar desapercibido ni para los observadores internacionales ni para la opinión pública nacional.
Ahora bien, una cosa tiene que estar clara. Si esta auditoría se hace correctamente, sus resultados deben ser aceptados por las partes.
POSTDATA: Ya escrito lo anterior se ha informado que la CD ha solicitado la paralización de la auditoría porque dice contar con pruebas concretas sobre un fraude informático que entregará a los observadores internacionales. Esto podría dar un giro distinto a la verificación de los resultados que está planteada.