Cuestión de mecánica, por Marcial Fonseca

No quería ir con su mujer a la ciudad; siempre era lo mismo. Lo tendría todo el día visitando a los primos y demás familiares de ella; sabía, empero, que si no la llevaba, no le permitiría manejar el Mustang 1962, color amarillo intenso que para la esposa era una reliquia, fue su primer autorregalo, y siempre lo mantenía guardado en su garaje para usarlo cuando la Asociación de Automóviles de Colección la invitaba al desfile que se celebraba, todos los años, el Día de Barquisimeto.
Cada tres semanas había que manejarlo unos cincuenta kilómetros alrededor de su urbanización, y ella, por la paz conyugal, le daba las llaves a su esposo para que lo hiciera. A pesar de lo corto del recorrido, se vestía especialmente para la ocasión; y verdad que se veía raro con las camisas que usaba cuando el Mustang circulaba por la Ribereña.
Y realmente estaba molesto por tener que acompañarla; había acordado con sus amigos ver juntos en su casa la final del beisbol profesional; él aceptó porque era entre el Glorioso Cardenales de Lara, amén sea su nombre y otro equipito ahí de cuyo nombre no hay que acordarse. Sin saber el resultado, es seguro que ganaron los guaros.
Retomando el tema, decidió complacer a su esposa y la llevó al centro comercial Mall de Río Claro, sita en la autopista Norte, la que comunica a Barquisimeto con Duaca. Luego de unos quince minutos, ya él estaba más tranquilo, no le quedaba de otra; la conversación regresó a su estilo cotidiano. Faltando poco para llegar, en una luz roja, el vehículo se apagó; el marido se extrañó, aunque después encendió muy bien, corcoveó un poco, pero no hubo problemas para llegar al destino. Ya en el centro comercial; el hombre le dijo a su mujer que se fuera a hacer las compras que él vería qué hacer con el carro.
Ella recorrió el lugar comprando lo necesario para celebrar el cumpleaños del toñeco de la familia; luego de casi cuarenta y cinco minutos ya había adquirido todo lo que andaba buscando; pasó por un café, pidió un chai para llevar y se dirigió hacia donde estaba su esposo.
Al acercarse, lo vio debajo del carro. Ambas piernas protruían del vehículo; y las bermudas eran mucho más holgadas de lo necesario, y para más inri, ella notó que parte de su partes no estaban dentro de la malla que normalmente traen estas prendas de vestir. Y es que él era así, los fines de semana solo usaba bermudas sin ropa interior
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Disimuladamente, la señora se inclinó y manipuló aquello para más o menos tratar de ocultar todo dentro la malla. Sorpresivamente oye la voz de su esposo, se endereza y lo ve venir hacia a ella con un vaso de café en la mano.
Al mecánico le cogieron siete puntos de sutura en la frente.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor
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