Cuidado por donde cortas, por Tulio Ramírez
Twitter: @tulioramirezc
Lo de Colombia es tan serio que parece una mamadera de gallo. Como suele suceder, los expertos en política y mascalacachimbas de oficio, han dado múltiples y variadas explicaciones para que nosotros, los que solo podemos comprar entradas para palcos de sol, podamos comprender lo que sucedió en esas elecciones.
Algunos han usado la Teoría del Chacumbele. Según ésta, nuestros paisanos decidieron “cortar por lo sano” para salir de sus problemas. Del análisis se desprendería que, efectivamente, dejaron viva e incólume la parte enferma. Se confirmaría la tesis expuesta en ese famoso merengue colombiano que reza en su estribillo: «el mismito se mató».
Otros, por su parte, abordan el tema desde la Teoría del Síndrome de Estocolmo. Según esta Teoría, las víctimas terminaron admirando a sus secuestradores. Parece descabellado pero en política hay mucho muerto cargando basura.
Cuando crees que estas aniquilado por el desprecio de quienes perjudicaste, te sorprende un apoyo masivo en votos por parte de los mismos a quienes les fastidiaste la vida por décadas.
Por otro lado, algunos cientificistas echan mano a la Teoría del Péndulo. De manera docta argumentan que la lucha por el poder obedece a los principios de la física y a leyes que operan independientemente de los hombres.
Para ellos, la política colombiana históricamente ha obedecido a un movimiento pendular pero dentro del espectro de la centroderecha. Ambos polos se rotaron el poder por más de 60 años sin invitar a terceros a un juego que se desarrollaba por inercia mecánica.
*Lea también: Turcomanía, por Paulina Gamus
Según estos «sabelotodoyalgomás», el agotamiento de este movimiento pendular abrió un espacio a nuevos actores quienes seguirán la misma dinámica hasta que otros actores emerjan como alternativa creíble. De acuerdo con esta teoría durante los próximos años estaremos en presencia del juego «un ratico tú y un ratico yo», pero esta vez sin conservadores ni liberales. Ni Thomás Khun habría sido tan elocuente.
Para mi poco entender, todas estas teorías en vez de aclarar, oscurecen. Me lanzaré de espontáneo y me tomaré el atrevimiento de exponer, con la venia de mis fraternos amigos colombianos, nuestras propias opiniones sobre los comicios presidenciales.
En primer lugar aclaro que Rodolfo Hernández no era santo de mi devoción, pero representaba el mal menor. Por ello, le atribuí mucho chance. Sentí que sus arengas, al cuadrar más con el populismo demagógico «antitodavaina», podían seducir a los votantes ya cansados del partidismo tradicional como de los cantos de sirena de una izquierda que por más que simule, se le ve el bojote. Pero no fue así.
Definitivamente nadie aprende por experiencia ajena. Como le dijo mi comadre Camucha, a mi ahijado el pantallero, «pareciera que tienes que fracturarte una pierna para entender que el yeso no es un adorno que te hará más hombre o más sexi, sino que por el contrario, te hará más inútil de lo que ya eres». La sabiduría de mi comadre es comparable con la de cualquier de esos sabiondos de la política.
Perdonen la digresión, volvamos a lo que vinimos. Al parecer, no fue suficiente argumento haber sido testigos de cómo sus vecinos huían «con la pata quebrá» del paraíso socialista. El espejo de Venezuela no logró impedir que llegara al poder un hombre cuya vida política huele más a pólvora que a tinta. Se cayeron todas las quinielas, por lo menos en este lado del Arauca vibrador.
Más allá de mis sesgos, también entiendo que una sociedad tan pétreamente excluyente y con altos niveles de pobreza no atendida, pueda inducir a cualquier medida desesperada, agrandando el espacio para el error. Es como aquel que, encaramado en un alto árbol y dominado por el temor a una estruendosa caída, decide cortar con su machete la rama donde está sentado, pero por el nerviosismo corta el lado que está pegado al tronco. De que baja, baja, pero al final tendrá como mínimo unos cuantos huesos rotos. No es lo que deseo para nuestros vecinos.
Tulio Ramírez es Abogado, Sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo