Curarnos del chavismo, por Julián Martínez
El chavismo es un estado mental, como el sadismo, la locura o el adequismo. Los estados mentales se expresan en el mundo concreto y, en este caso, podemos decir que el chavismo se manifiesta con los síntomas característicos de cualquier populismo de corte fascista ubicado al final de la fiesta (cuando ya ha ocurrido el cataclismo, ha pasado el encantamiento y la seducción se ha secado), o sea: se manifiesta con hambre, discriminación, injusticia y mucha, mucha corrupción e ineficiencia.
No obstante, atacar solamente los síntomas es un error garrafal. Si a uno le duele la cabeza porque tiene un tumor en el cerebro, tragarse una pastilla de paracetamol con el fin de evitar el dolor -y no atender el tumor- es lo peor que le podemos hacer a nuestra salud. Si no vemos más allá de los líderes del régimen volveremos a repetir los mismos errores hipnotizantes de siempre. Porque cuando salgamos del nefasto sistema que maneja el destino y el dinero de Venezuela a su antojo y provecho, podría venir otro político carismático a prometernos nuevas migajas y limosnas, a decirnos que él es como nosotros (el pueblo), a ofrecernos espejitos y a tratarnos como inútiles incapaces de trabajar y esculpir nuestra vida con mérito propio y libertad. Si seguimos viéndonos como sujetos disminuidos que no pueden comer a menos que les vendan una caja de comida a precios demagogos y les den unos bonos miserables; si seguimos contando con la misericordia del Estado como nuestra única esperanza; si no buscamos ser tratados con dignidad (sobre todo por nosotros mismos) entonces estaremos alimentado al chavismo entendido como una manera (pobre) de ser. Porque el chavismo también es ese porcentaje de la oposición que se ha enriquecido a la sombra de los saqueadores. Chavistas son igualmente los diputados, gobernadores y politiqueros opositores que ahora se visten con ropa carísima mientras juegan con la salud y la dignidad de los desfavorecidos.
Chávez no vino de Júpiter y el chavismo no llegó ni de Cuba ni de China. Es nuestro. Y por supuesto que los gobiernos ruso, cubano y chino ayudaron a volverlo inhumanamente brillante, con una estrategia impecable para mantenerse en el poder a toda costa. Sin embargo son millones los que hasta hace poco votaron por Hugo y por Nicolás, y hasta hace nada vivieron embelesados con los atropellos y las injusticias que cometía y comete el chavismo contra los que piensan distinto. Y ahora que esas atrocidades caen sobre las cabezas de los examantes del régimen, solo ahora, sienten decepción y rabia. Tarde piaron esos pájaros. Por no hablar de los que todavía hoy en día -por conveniencia o por sicosis- siguen defendiendo a los indefendibles.
Curarnos del chavismo implica dejar de ser pendejos o demasiado insensibles; es hacernos responsables de nuestra irresponsabilidad mezclada con facilismo, viveza criolla y abuso tropical. La ingenuidad es tan peligrosa como la ignorancia. Todos los días nace un bobo y pertenece al enchufado-inescrupuloso-político que se lo encuentre.