Curiosidad, por Gisela Ortega
-Un rico liberto, Vedius Pollion, célebre por su crueldad, hacia arrojar a las murenas –pez marino de un metro aproximadamente de longitud. Especie que vive en el Mediterráneo, muy apreciada por los romanos, al decir de los escritores de aquel tiempo, y toda familia noble de la época tenía su vivero de murenas que se alimentaban frecuentemente de carne fresca-a los esclavos de quienes tenía alguna queja. Alimentados con carne humana, esos animales se hacían más delicados y sabrosos.
-Los antiguos romanos comían el lirón, servido con una salsa de miel. Se sabe que Fulvio Lipenio introdujo la practicar de criar estos animales hacia mediados del Siglo I después de Jesucristo.
-Ateneo el sabio gramático griego, debió vivir hacia el año 230 -después de J.C.-, en su “Banquete de los sabios”, libro lleno de curiosas anécdotas, de observaciones interesantes, presta particular atención a las cuestiones gastronómicas. Gracias a él sabemos que la cocina griega de la época clásica sentó las bases de la cocina occidental y fueron siete los cocineros que la crearon:
Egis de Rodas era el único cocinero que sabía asar perfectamente un pescado.
Nereo de Chío fue maestro en la preparación del caldo de congrio, plato digno, al parecer, de ser ofrecido a los dioses.
Que a Apctonete, se le debe la invención del embutido.
Que Euthymio preparaba admirablemente las lentejas.
Aristón, el maestro de los maestros, invento gran cantidad de guisos y la cocina de evaporación.
Que Chariades de Atenas, fue el cocinero que nadie supero, y
Lampria, fue el inventor de la salsa negra.
-En un tratado francés de cocina, del siglo XIV, se indican alrededor de 30 asados distintos, empezando con la rueda de vaca, que debía ser uno de los más corrientes, para terminar con el cisne cubierto con su piel y su pluma, que constituía por así decirse un verdadero trofeo.
– Se trataba nada menos que de presentar ante los ojos de los comensales maravillados, después de asada a punto, el ave voluminosa como si estuviese viva y nadando, con su pico dorado y su cuerpo plateado, en una terraza de masa oscura pintada de verde, imitando el césped, con ocho banderas de seda blasonadas y plantadas en torno, un manto de la misma tela igualmente blasonada y sirviendo de tapiz a la terraza y dominando todo el servicio de mesa.
-La sopa de ajo –pan, aceite cocido y ajo- es una de las comidas prehistóricas ibéricas.
-El tempura es uno de los platos favoritos del japonés y consiste en gambas y langostinos fritos y rebozados en harina.
-La cocina japonesa no se concibe sin los pescados: flotan como unas bolas en la sopa, toman la apariencia del queso y se comen también en crudo, y otras veces son de color rosa y tienen el gusto de la carne tierna del pollo.
-El kombu es un compuesto de algas pardas, laminarias. Generalmente se vende en virutas. Se prepara haciendo hervir las algas y a continuación secándolas y comprimiéndolas. La masa así obtenida se corta a tiras, se seca nuevamente y, embalada se pone a la venta. Los principales centros de esta industria son Osaka, Tokio, y Hakopdate. El kombu se come cocido como las legumbres, con carne o pescado; en sopa, con el arroz como salsa, en pasteles, y además se prepara en forma de infusión, el té de kombu.
-China conoce desde el año 2757, a.J. las virtudes del té, escogió sus variedades con refinamiento. Existen dos principales especies: el té verde, -tsing-tcha-, y el té rojo, -hong-tcha. El primero se seca de manera natural al sol y se bebe en todo el país. Pero la calidad superior, viene del valle del Rio Azul. El segundo que los occidentales, llaman té negro, se hace con calor artificial. Destinado a la exportación se conoce casi siempre con el nombre de souchon; se consume igualmente en las provincias meridionales del país.
El té más buscado en China lleva el nombre de yu-tsienn –antes de la lluvia-, porque sus hojas se deben coger antes de que caiga la lluvia. El chino bebe el té muy ligero, sin leche ni azúcar, frecuentemente en pequeños recipientes recubiertos de una tapa.
-El té chino lo importaron en Europa, los jesuitas y desde 1638 entro en el comercio, primero por conducto de Rusia y luego por el de Holanda, y era una sustancia tan preciada, en un principio, que la Compañía inglesa de las Indias Orientales hizo algo muy excepcional cuando regalo en 1664 dos libras de té a la reina Ana de Inglaterra. En Francia contribuyeron mucho a su propagación el cardenal Mazarino y el Canciller Seguier, y en Holanda tuvo tan apasionados partidarios que el médico Bontekoe afirmaba que, para estar sano, se debían tomar de doscientas a trescientas tazas de té diarias.
-Todas las comidas árabes en el África del Norte, comienzan o terminan con un té muy dulce, aromatizado con hierbabuena. Se sirve muy caliente, en unos casos pequeños, y lo correcto es tomárselo inmediatamente, procurando no quemarse el paladar, ni los labios, pues los vasitos se calientan instantáneamente. Para evitarlo, apenas si apoyan los labios, procurando hacerse con el líquido mediante una fuerte succión. En cuanto se ha bebido el primer vaso, vuelve a servirse otro vaso, que ha de tomarse de igual manera. Y así hasta tres, que son el ritual. Si no se pasase del segundo, el anfitrión se sentiría ofendido.
-En Indochina es el té la bebida nacional por excelencia. Pobres y ricos beben te solo o aromatizado con jazmín, naranja, limón…Los sibaritas del te toman únicamente el de la cosecha del año, y de esta las hojitas de la extremidad de cada rama. En la minúscula taza, sobre el líquido sobrenada una hojita de té. No se pretende con ello añadirle un aroma más, pero es una forma delicadísima de proclamar la calidad del té que se ofrece al invitado.