Dando y dando, por Teodoro Petkoff
Ayer lo dijimos: el recurso introducido por Chávez ante el TSJ era tan absurdo que si el alto tribunal decidía conforme a Derecho no podía más que declararlo sin lugar. Así ha sido y la provocación implícita en la solicitud del presidente ha sido conjurada… por ahora. Este penúltimo esfuerzo por obstaculizar el camino hacia la negociación fue anulado por la decisión del TSJ. En este ambiente aparentemente más despejado -aunque con algunas emboscadas todavía montadas- se instala hoy la Mesa de Negociación y Acuerdos.
Contra viento y marea, y con la contribución significativa de la OEA y de César Gaviria en particular, se sentarán gobierno y oposición para negociar los acuerdos posibles y necesarios a fin de sacar al país de esta crisis sombría y peligrosa. Nadie puede asegurar cuál será el resultado del curso que hoy se abre, pero el solo hecho de romper, por primera vez en cuatro años, la incomunicación entre gobierno y oposición implica que un pequeño pero significativo cambio de calidad se ha producido en la vida del país. Muchos pensaban que nunca se llegaría a este momento. Se llegó. Ahora veremos si se puede crear un círculo virtuoso. Una negociación es un proceso. Termina cuando se comprueba la inutilidad de continuarla o cuando produce los resultados esperados. No se la puede condicionar a un plazo determinado y rígido y mucho menos a un ultimátum. El propio proceso va creando nuevas situaciones, que pueden alargar o reducir su duración, de acuerdo con las posibilidades que se abren o se cierran. De hecho, llegar a este momento ha sido fruto de una prenegociación. Los objetivos de la Mesa («acuerdos para solucionar la crisis del país por la vía electoral, el fortalecimiento del sistema electoral, desarme de la población civil e instalación y funcionamiento de la Comisión de la Verdad») han implicado ya un acuerdo entre el gobierno y la CD, facilitado por Gaviria.
Una negociación es dando y dando. Nadie puede sacar de una negociación el cien por ciento de sus aspiraciones. El límite de las concesiones posibles para cada parte es el de los principios; todo lo demás, en particular lo formal, se puede ajustar a las circunstancias. Las posiciones de partida, para cada sector, son lógicamente las que impondrían, si les fuere posible, por la fuerza. Pero ya el sentarse a negociar entraña la comprensión de que no hay fuerza para imponerle nada al otro, de modo que lo posible de alcanzar sólo puede ser fruto de concesiones mutuas. Aquí ninguna de las dos partes puede noquear a la otra, de manera que negocian o… negocian.
El gran objetivo es hacer viable una solución electoral que preserve la paz y la democracia y que permita al soberano decidir su destino. Si esto fracasa que no sea por no haberlo intentado. Pero esperemos llegar a este punto antes de empezar a tomar habitaciones en el Gran Hotel del Abismo.