Daniel Varnagy: La historia de Juan Guaidó es la de una estrella fugaz
Daniel Varnagy es doctor en Ciencias Políticas, profesor de la Univesidad Simón Bolívar y estudioso de la cultura política y el capital social, entre otros temas. A su juicio, Venezuela atraviesa una crisis de liderazgo, en los establecidos, aunque el océanos siempre tiene espacio para el surgimiento de nuevas referencias. Y allí mide al presidente del parlamento, quiizá la figura más emblemática de la política venezolana en 2019
-¿Nicolás Maduro ha logrado estabilizar política y socialmente al país?
-Yo con esas afirmaciones soy bastante cuidadoso porque siempre trato de poner el ejemplo del océano. El océano puede parecer muy calmo en la superficie, pero en la profundidad hay cualquier tipo de vida, de movimiento que no siempre es evidente a los ojos. Muchas veces las sociedades se comportan, en ese sentido, como unos océanos, donde hay una aparente calma, pero en realidad están ocurriendo muchísimas situaciones que todavía no son visibles. Sobre esa aparente estabilización, en la arista económica, al haber más transaccionabilidad en una moneda dura, hay una apariencia de mayor bienestar, pero eso es solamente para un sector muy pequeño.
-La burbuja de la burbujita.
-Es correcto.
-¿A qué se debe ese «mar calmo», a desgaste o a acciones concretas por parte del gobierno?
-Vamos a separar su pregunta. Digamos entonces que una arista tiene que ver con la sociedad y la otra tiene que ver con los líderes, los conductores. Bueno, la sociedad está sumida en una cierta desesperanza que va acompañada de una profunda necesidad de vivir. Entonces, de alguna manera deja de lado las esperanzas respecto a terceros, vamos a llamarlos líderes, y la sociedad está tratando de concentrarse en sobrevivir en términos económicos, sociológicos, emocionales, psicológicos. La gente está buscando sobrevivir de alguna manera. Ahora, con respecto a los liderazgos, y por supuesto tengo que incluir a quien encabeza el sistema político oficial, muchas veces las inacciones generan otros ámbitos que generan a su vez movimientos políticos. Entonces, es el caso de que se ha asumido una posición un poco más estoica que lo acostumbrado, menos guerrillista, con distintos sectores de la oposición o incluso de los ámbitos privados, y se está dejando que se busque la supervivencia de estos.
Por otro lado, algunos líderes regionales y locales han podido actuar un poco más, tratando de buscar o los beneficios de sus sociedades o los beneficios de un mínimo de movimiento de empresas privadas para tratar de recuperar algún tipo de calidad de vida, pero tengo que decir que todos esos adjetivos calificativos son mínimos. Cuando una sociedad está tan depauperada en términos de confianza y economía, los mínimos movimientos generan resultados que pueden llegar incluso a ser «impresionantes. Eso es con respecto al liderazgo oficial.
El liderazgo que tenemos que llamar opositor, pues está cargando con una desilusión de más de dos décadas y, de alguna manera, la sociedad está buscando nuevos nombres, nuevas figuras, o el surgimiento ya definitivo de figuras que han estado presentes en estos 20 años, pero que quizás las circunstancias no les habían dejado surgir.
-¿De quién estaríamos hablando, por ejemplo?
-Bueno, desde liderazgos como el de María Corina Machado, que tiene varios años su partido y quizás había tenido un cierto índice de desencanto que ha venido bajando y un índice de aceptación que ha venido subiendo, pero también otros liderazgos más juveniles, más joviales incluso en partidos tradicionales como AD. En estos momentos no veo mucha vida política en el otro partido tradicional, Copei, pero sí veo movimientos interesantes de gente muy joven que quiere subir en partidos como Primero Justicia, Voluntad Popular, a pesar del descrédito en cuanto a elementos reales que hayan producidos sus líderes en el país en los últimos tiempos.
-Una encuesta reciente de Datanálisis muestra que ningún líder político supera en valoración positiva a la negativa. ¿Estamos ante una real crisis de liderazgo?
-Hay una crisis de liderazgo, pero más bien de los liderazgos ya establecidos. Eso no significa que no haya oportunidades en la parte profunda del océano de que nuevos liderazgos surjan. Esa crisis de liderazgo viene porque realmente la decepción, la desilusión que tiene la sociedad venezolana es general, no es específica, porque la sociedad civil tiene 20 años esperando que, más allá de propuestas y consignas, haya un cambio político real y no se ha podido. En estos 20 años, el sistema hegemónico lo que ha hecho es fortalecerse, tener todo el apoyo del estamento militar, lo cual lo hace un sistema que difícilmente se convierta en inestable en corto plazo. Entonces, se le endilga un poco la culpa a los distintos líderes opositores de esa falta de acción.
-En esos números se muestra que Juan Guaidó sigue siendo el político mejor valorado, con 42%. También muestra que Rafael Lacava sale mejor parado que Nicolás Maduro, por el visto bueno de opositores, y que Claudio Fermín tiene un 9,6% de valoración positiva, en buena parte por gente que se identifica como chavista.
-Fíjate, es muy importante lo que mencionas porque me permite introducir otra vez el concepto del mesianismo político. El estilo del señor Lacava es muy mesiánico, pero es un mesianismo del siglo 21, de una persona con un altísimo poder adquisitivo, pero con una alta conexión tanto con las clases altas y medias como con las bajas de su zona de influencia. Entonces, surgen estilos de liderazgo que son complementarios, donde posiblemente haya un menor componente ideológico, pero un mayor componente carismático, que es el caso de Claudio Fermín. Debemos recordar que él fue un político importante de AD en la década de los 80 y luego quizás un poco en los 90. Entonces, lo que vemos es una revisión de su discurso, lo cual, aunado a su carisma, hace que ciertos sectores con una ideología de izquierda pudieran leer en su discurso una identificación, pero es una mesiánico-carismática y no necesariamente ideológica.
Eso hace que el panorama sea interesante, porque pueden surgir liderazgos alternativos, que vayan por la vía de lo mesiánico y no de lo ideológico. Incluso yo me atrevería a pensar que en los próximos años nosotros podríamos estar desdibujando los conceptos tradicionales del discurso de Gobierno y oposición, en cuanto a nuevos liderazgos que sean híbridos. Que sean liderazgos que puedan venir de una determinada corriente ideológica, pero que sean apoyados por otras corrientes por el tema del carisma.
-¿Podemos ir a un panorama político de discursos cada vez más pragmáticos? Actualmente se escucha mucho que el problema es la izquierda, el socialismo en sí mismo.
-Sí. Si usted me obligara a hacer una proyección de cómo veo los próximos años en términos de discurso político con respecto al pasado, yo le diría que el verdadero aprendizaje del «socialismo del siglo XXI» es el rechazo a la política de promesa y la búsqueda de la sociedad venezolana de la política pragmática. Tenemos que entender que mucho de lo que se hizo durante los 20 años del chavismo fueron promesas incumplidas, que a larga se tradujeron en un deterioro de todo el país que incluso arropa a la gente que apoyó a la promesa de la izquierda.
Ahora, en la izquierda también hay otra cara de las cosas, que es la pragmática. Esta se acerca al centro-derecha. Entonces, puede que haya un cambio por sustitución del discurso, donde, además, el venezolano sea más corto placista en la exigencia de resultados, porque el venezolano lo es en muchas otras cosas pero ha sido muy paciente, esperando a ver cuándo se cumplirán las promesas, y se ha tragado mucho el cuento de los enemigos externos e internos.
-Las convocatorias de calle hechas por Juan Guaidó no tienen eco. ¿Hay un agotamiento o la razón es otra?
-En el caso del ingeniero Juan Guaidó, hubo una formulación de unas expectativas sumamente exageradas, por cuanto de alguna manera a él se le vio como una figura un poco en solitario, que podría generar un cambio, una ruptura en el stablishment en general. Y realmente lo que nosotros vimos después de abril fue que no, que él es también un miembro de un gran mecanismo político. La gente entendió que su discurso de base es también de izquierda. Aunque pueda que tenga algunos elementos formales con respecto al gobierno, no es una oposición contundente de forma y de fondo, porque, claro, oponerse al sistema de gobierno desde la propia izquierda va a generar poco o ningún resultado de cambio. Entonces, fue la historia de una estrella fugaz, pero uno tiene que entender que una persona con tanta juventud como el ingeniero Guaidó puede que en algún momento tenga una reconsideración de lo que es su papel en el momento político que se vive y decida hacer una ruptura con el stablishment político al cual él pertenece, y emprender una nueva forma de buscar un cambio político definitivo dentro del país.
-En contraste, María Corina Machado insiste en una ruta, tienen viralidad algunos de sus mensajes, pero genera respuestas y exigencias en torno al cómo, al método.
-Nosotros tenemos que entender que todas estas figuras políticas, comenzando por María Corina, son civiles. La solución o el cambio de sistema que pudiera venir a Venezuela, viene por el ala militar. Este sistema que encabeza el señor Nicolás Maduro va a mantenerse en el poder hasta tanto el estamento militar lo apoye, porque por más que surjan ideas maravillosas, fenomenales y mágicas por parte de la sociedad civil, está desarmada, depauperada, tiene una ingesta nutricional baja, enfermedades, sufrimiento. Entonces, ¿qué capacidad de cambio puede tener la sociedad civil? Bueno, puede tener que de vez en cuando se hagan aglomeraciones, protestas, etc., que son muy importantes, pero este es un sistema militar que se sostiene con las armas militares y con la voluntad de los militares de preservar el sistema chavista. Por más que se le pidan ideas a María Corina o a otros, hasta que no haya una reinstitucionalización de la Fuerza Armada, la probabilidad de cambio es muy baja.