De Alberto Lovera a Raúl Baduel, por Beltrán Vallejo
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Sigue siendo la misma Venezuela atroz con esos presos que se rebelan al poder; aquí no ha cambiado nada. Se siguen escuchando los mismos gritos en los mismos lugares de siempre donde meten a los rebeldes. Son los gritos eternos que alguna vez salieron de la Rotunda o del cuartel San Carlos o de la isla de Guasina o de la cárcel Modelo; son los mismos gritos que salen del Helicoide de siempre; los mismos gritos de La Tumba, aquel sótano bajo tierra del Sebin donde durante años estuvo Baduel.
Raúl Isaías Baduel se murió en manos de sus carceleros, siendo así una macabra historia repetida desde Gómez. Y con Baduel, vuelve el fantasma de Alberto Lovera, el Secretario General del PCV, capturado en el año 1965 por la Digepol, y que fue torturado hasta la saciedad para después aparecer su cuerpo destrozado en la playa de Lecherías.
Con Baduel retorna el otro fantasma de Fabricio Ojeda, ese héroe de la Junta Patriótica que derrocó a Pérez Jiménez, quien de su curul en el Congreso de la República se fue para la guerrilla haciendo armas contra el gobierno de Betancourt y de Leoni, pero fue detenido por el SIFA en el estado Vargas y terminó con su cuerpo guindando en una celda y sus carceleros alegaron que se suicidó. La misma historia de siempre, Tarek.
Con Baduel regresa patético, digo patético porque sus hijos están en la más alta cima del poder madurista, el fantasma del fundador de la Liga Socialista, Jorge Rodríguez. Sí, como leen, en el año 1976 la Disip detiene a este líder de la izquierda y presidente de la FCU de la UCV, en el marco de un proceso represivo y de investigación a raíz del secuestro del empresario estadounidense William Frank Niehous, hecho realizado por un comando guerrillero. Rodríguez fue objeto de severas torturas y se les muere en los calabozos de aquella policía política, y dicho hecho generó un escándalo al expresarse la cara asesina del gobierno de aquella época, y tuvo eso su repercusión política y mediática para la historia. Y parece que la tormenta de aquellos tiempos dejó el barro fétido de estos días sobre Venezuela.
Esos nombres están en la historia de las víctimas del terrorismo de Estado, y fueron usados por cierto para que algunos de los poderosos de ahora construyeran trayectoria precisamente en el campo de la lucha por los Derechos Humanos, pero que ahora están sentados en el trono de un régimen a quien se le abrió un proceso investigativo en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. ¡Qué paradojas da la vida, señor Tarek, señor y señora Rodríguez!
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¿Y qué tenemos ahora? Tenemos la muerte en prisión del general Baduel, y que por covid-19; y antes fue la muerte del concejal Fernando Alban, que se estrelló en el pavimento desde el décimo piso durante un traslado que le hacían sus carceleros; y después la muerte del capitán Acosta, presentado ante tribunales con las secuelas de las torturas para después fallecer inmolado. Y sigue la lista de otros presos políticos que dejaron sus vidas en las mazmorras del chavomadurismo.
Estos crímenes no prescriben; algún día tendrán que pagar los responsables, ya sea en esta vida o en la otra.
Quizás algunos no comprendan esto que escribo, pero es un honor ser preso político. Es un honor enfrentar a la tiranía así sea a riesgo de la propia libertad.
Entrego una flor en la tumba abierta de todos los que han muerto por sus ideas de justicia.
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