De aquellos polvos, estos lodos, por Marcial Fonseca
Twitter: @marcialfonseca
Las reacciones en nuestros días de inmensas multitudes por las nefastas decisiones en un acontecer muy lejano amenazan la forma de vivir de naciones enteras. El azaroso presente de la humanidad condice con un sombrío futuro.
Veamos los lodos que nos traen los polvos generados por la colonización ibérica de América. El resultado de trasladar conglomerados humanos para tomar control de las nuevas tierras y establecer sociedades similares a las europeas no fue el esperado.
Después de años de desgorbiernos, estos desembocaron en regímenes democráticos caracterizados por una corrupción demasiado cotidiana y una traslaticia moral, y como una premonición, una inmensa mayoría de la población quedó aislada de las bondades naturales del sistema y luego, políticos ñangarosos la han estado manipulando y han logrado tomar el control del poder; y sus gobiernos se basan en conceptos enanizados de la economía, y pregonan insulseces como se es inclusivo (aunque este uso del masculino los incomoda) con solo decir:
Los Ciudadanos y las ciudadanas casados y casadas deberán presentarse según el…; o decir persona menstruante o persona prostática en lugar de mujer y hombre; para no ofender ciertas sensiblerías, y que es anatema de calificar de mariqueras. Aunque para esta última fórmula, quizás acepten que se diga persona y persono en vez de los ofensivos mujer y hombre.
El comportamiento de los líderes latinoamericanos de izquierda imita a Chita en la última escena de las películas de Tarzán. En esta, ella aparece irremediablemente jurungando la cartera de la heroína para luego pintarrajearse con los cosméticos. Eso ha hecho la izquierda borbónica: morisquetas de las instituciones democráticas adoptadas.
Otros países europeos simplemente trataron a los habitantes de las tierras invadidas del Nuevo Mundo, o a los del otro lado de la tierra como seres tan inferiores o, mejor dicho, como animales tan inferiores que eran incapaces de crear sus propias crías; y en consecuencia, se dieron cruzadas, buen nombre porque la Iglesia las apoyó, para arrebatarles los hijos a los invadidos para ser educados en hogares de los colonizadores.
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Y a pesar de la complacencia con que son tratados los aborígenes en nuestros días: como la concesión de bendecir cualquier ceremonia pública, digamos una universitaria, con los espíritus ancestrales de sus antepasados o llamarlos Naciones Originarias (traducción libre de First People) o Dueños de la Sagrada Tierra, el malestar entre ellos bulle cual bomba de tiempo.
En Estados Unidos se llegó al descaro de usar durante la II Guerra Mundial a los de ciertas tribus para transmitir mensaje en sus idiomas y que eran imposible de descifrar por lo desconocido del lenguaje; y fueron muy exitosos. Sin embargo, terminada la contienda, ya en sus tierras, se les prohibió que hablaran su lengua nativa.
Pero la polvareda mayor, en opinión del autor, fueron las vergonzantes las misiones cinegéticas de las naves que surcaban el lado oeste del continente africano en caza de sus habitantes y luego de terminado el recorrido hacían el viaje contrario a lo largo de la margen este del océano para la venta de los cazados, en las colonias ya establecidas.
La esclavitud siempre ha acompañado al ser humano de una manera natural: alguien era esclavo al ser prisionero de guerra, y no por ser considerado diferente, y por ello inferior. Ahí tenemos ejemplo de Grecia, entraron como esclavos en Roma, y luego de una centuria, la cultura del imperio conquistador era la de los esclavos. Las oleadas de africanos saltando el Mediterráneo para refugiarse en Europa prefigura el lodo más espeso que oscurecerá el continente luz lenta e inexorablemente.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor.
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