De Camucha para su prima en el exterior, por Tulio Ramírez
¡Cómo pasa el tiempo, prima! Parece que fue ayer cuando nos despedimos y ya estamos a las puertas de un nuevo año. Aunque la distancia física nos separe, quiero que sepas que te tengo muy presente en mi corazón y en mis pensamientos, especialmente en estas fechas en las cuales el corazón se apapachurra por las ausencias obligadas o escogidas. Es por ella que te escribo este largo mensaje por WhatsApp. Si prima, Güicho me regalo un celular en navidad. Para algo tenía que servir ese sinvergüenza.
Cómo lo sabes, este año ha sido muy movido. Aquí en este rinconcito del oriente del país, hicimos lo que nos comentabas que era muy difícil lograr. Entiendo que esa fue la razón por la que escogiste buscar suerte en otras tierras. Siempre estabas molesta porque nos percibías divididos o resignados. Pero te cuento que, contra todos los pronósticos, fuimos masivamente a cumplir con nuestro deber ciudadano. Votamos por el que tú sabes pero que no te puedo nombrar, porque Leticia, la del Consejo Comunal, nos advierte que es muy peligroso mentarlo y que lo mejor es dejar esa vaina así.
Me hubiera encantado compartir esos momentos contigo. Fue un día de alegría, era como si el pueblo, por encima de las diferencias, se hubiese puesto de acuerdo. Hasta la antipática de la Carmencha pasó por la casa para invitarnos a ir temprano a votar y llevar unas empanadas a los muchachos que trabajaban como miembros de mesa. Si primita, cáete para atrás, la Carmencha estaba ese día de un nivel de dulzura solo comparable con la que mostró con Güicho, cuando vino a pedirle aquella plata prestada, que por cierto, nunca le pagó.
Claro prima, no arrugues la cara, lo que pasó después te dio la razón, es verdad, pero sobre eso no puedo escribirte en detalle porque Leticia dice que leen los mensajes. No se cómo lo hacen, pero según Leticia hacen algo como “jamaquer” las cuentas, para leer y escuchar todo lo que uno escribe o habla. Ojalá yo pudiera hacer eso. Desde hace rato ando cazando al Güicho, creo que tiene un jujú con la mujer de Chuito el de la carnicería. ¿Te acuerdas?, la operada que se tiñe el pelo. Desde hace rato lo veo mandando mensajitos por teléfono y los borrachos con los que bebe no tienen celular.
Te comento prima que la navidad la pasamos más o menos. La alegría de otros años desapareció, no solo por la falta de real, sino por la falta de entusiasmo. Este año no alcanzó para hacer las hallacas, y el pernil que nos prometió Leticia, nunca llegó. Tampoco estaban los muchachos que todos los años alegraban la cuadra con su improvisado conjunto de gaitas. Esa noche no se escuchó, como en navidades anteriores, el cuatro de Fidel, la charrasca de Alfonso, el tobo de Martín y el coro conformado por Alexander, William, Hernán y Carlitos, siempre desafinados por los tragos.
El pueblo se quedó sin la muchachada. Unos se fueron del país, otros simplemente desaparecieron y otros dicen que están presos, pero no me consta. ¿Podrás imaginar a las familias de este pueblo, pasando una cena de navidad con sillas vacías?
La única casa donde hubo fiesta hasta el amanecer fue en la de Leticia, hasta pernil comieron. Qué Dios le multiplique lo que tiene. Ella no es mala vaina, lo único es que tú sabes. No te explico mucho, acuérdate del jamaqueo.
Querida prima me alegra mucho saber que estás bien. Imagino que les estás enseñando el carupanero a esos musiús. También espero que estés disfrutando de estas fiestas junto a los paisanos que te hayas conseguido por allá. Supongo que no serán pocos ya que estamos dispersos por todo el mundo.
Mientras escribo esto te imagino haciendo hallacas, pernil, ensalada fría de lentejas y, por supuesto, escuchando Venezuela o a esa bella canción llamada Mi Nostalgia, la misma que canta Ricardo Cepeda o Argenis Carruyo (no me acuerdo bien), y que estremece a todo aquel que está fuera de su patria, aunque no sea zuliano. Ah!, antes de que se me olvide, recuerda colocar nuestra bandera en el porche de tu casa para que tus vecinos sepan que eres una más de la diáspora.
Primita de mi corazón, para el próximo año, te deseo lo mejor de lo mejor: salud, amor, prosperidad y mucha felicidad. Que tu gran sueño, que es el mismo que compartimos la inmensa mayoría, se haga realidad. Espero que pronto podamos vernos, ya sea aquí o allá, porque si esta carta la jamaquean, como dice Leticia, de seguro tendré que visitarte pronto. Mientras tanto, te mando un fuerte abrazo y mis mejores deseos. Dios te bendiga.
Tú prima querida, Camucha
Tulio Ramírez es abogado, sociólogo y Doctor en Educación. Director del Doctorado en Educación UCAB. Profesor en UCAB, UCV y UPEL.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.