De el 16N al después de ese día, por Beltrán Vallejo
No me gusta el fechismo en el quehacer político venezolano. Siempre hemos pecado de coyunturalistas, lo que nos ha convertido en frustrados. Claro que es importante el día a día, y el momento político, pero está demostrado que las luchas se rigen por variables que se desarrollan en los planos de lo mediano y largo plazo.
Hoy, en los instantes en que escribo, está vigente una convocatoria opositora para el 16 de noviembre contra el régimen tiránico de Nicolás Maduro. El convocante, Juan Guaidó y algunos sectores, enarbolan ese día un momento de lucha cívica para que la ciudadanía se reanime en el plano de la protesta de calle, para que la sociedad se unifique en torno a la lucha contra la usurpación y su mala gestión, y para que “no nos acostumbremos” a la mala realidad social, económica y política que vive la mayoría de los venezolanos. Esos fines clarifican que el 16 de noviembre es un día más en el trabajo de resistir la consolidación del neototalitarismo en Venezuela.
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Sin embargo, aparecen mensajes que no ayudan, sino que enferman con el tremendismo de que ese día debe de caer “el muro de Berlín venezolano”; y la patología emocional y actitudinal está tan afincada, que hay quien dice que si la marcha no va hacia Miraflores, no se debe de participar; hay una mezcla de engreimiento y niñez malcriada en estos pronunciamientos que no salen de la cuna.
Sé que las circunstancias, en su mayoría, no son favorables para esta convocatoria, y ojalá que en la concepción de la misma no tenga primacía el voluntarismo político o el minimalista cálculo político de demostrar que Guaidó continúa con fuerza convocante, o de evidenciar de que ese líder se desinfló y va rumbo hacia el basural de la historia; si esta antinomia está gravitando, pues bien métanse esas aspiraciones, quien las tenga, por donde no le llegue la luz del sol.
Ese día se debe de marchar porque estamos entendiendo, gracias a los vientos internacionales de lo que está pasando en Bolivia, de lo que pasa en Chile, de lo que pasó en Ecuador, que los pueblos que luchan terminan logrando a corto, a mediano o a largo plazo, sus propósitos, no importando el poder o la crueldad del actor político y social que encarna la opresión, ni su determinación de perpetuarse en las instancias de poder para seguir enriqueciéndose y hacer más maldad.
En relación a la reanimación de la lucha y que no nos acostumbremos al mal vivir, tenemos que reconocer que se debe de interrumpir la fase de reflujo, y eso pasa por admitir también que impera en el venezolano otras prioridades en el orden de la subsistencia individual y familiar; pues bien, eso obliga a desarrollar una línea de acción orientada hacia la acumulación de fuerzas, a pesar de estas circunstancias, más la de orden represivo y de hostigamiento político y de censura en los grandes medios de comunicación; por lo que la reanimación, con una acción y un mensaje que conmueva, que convenza y que persuada a los que quedan aquí, para que participen en los planes y esfuerzos antitotalitarios, es fundamental.
Me acuerdo de que se habló de una “Primavera árabe”, entre el 2010 y el 2013. Hoy, parece que se vive una especie de “primavera suramericana”, donde los pueblos se están movilizando en la lucha de calle y en la lucha electoral. Venezuela no puede quedarse atrás en este empuje colosal, que por cierto transitábamos solos estos combates en el hemisferio.