De entrepatios y tramoyeros, por Rafael A. Sanabria M.
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Entrepatios y tramoyeros son dos palabras que en mi pueblo se usan con frecuencia. Las repiten constantemente y no las conocen, no aparecen en los diccionarios, pero es importante conocerlas.
Patio y traspatio sí son palabras reconocidas, pero no entrepatio que viene a ser el jardín interno de las casas. La arquitectura tradicional de nuestras casas les concedía obligatoria existencia, posteriormente por comodidad para las amas de casa a muchos los cubrieron de cemento o lozas. Y en las casas supuestamente modernas los eliminaron del todo. Copiamos así modelos apropiados para climas de mucho frío. Las casas sin entrepatios son más calurosas, sufrimos eso por copiar lo ajeno sin valorar lo nuestro. Y continuamos copiando modelos de otros países, en una Venezuela con otras características, lo que ha traído como consecuencia el cambio de ambiente saludable del entrepatio venezolano, en una sauna, donde los inocentes(pueblo) arden en candela, mientras los tramoyeros actúan a sus anchas por conseguir el anhelado poder.
Tramoyeros tampoco es una palabra reconocida, como algunos dicen: no existe. Ojalá los tramoyeros tampoco existieran. Tramoya es una palabra que describe a un mecanismo usado en el teatro (eso me acaba de decir el diccionario) para cambiar rápidamente los escenarios. Esta palabra describe la parte oculta de un negocio, y también un engaño inteligente. Tramoyista sí es una palabra aceptada, que es quien trabaja con las tramoyas del teatro. Pero para quien actúa con las tramoyas del engaño en las calles de mi pueblo venezolano inventaron y usan la palabra tramoyero.
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Muchos tramoyeros son estafadores de oficio, pero no todos se dedican siempre a esa actividad. Ellos construyen engaños con dedicación y experticia. Si han practicado teatro eso les ayuda porque el tramoyero engaña con su actuación, acudiendo a la sensibilidad de sus engañados. Él se convierte, a los ojos de su público, en una víctima y no en el pérfido engañador que en realidad es.
Un tramoyero es un truhán inteligente, un egoísta que tiene el arte de hacer creer que los egoístas son los otros. Logra con estudiados engaños crear una opinión falsa entre sus embobadas víctimas. En estos tiempos de elecciones ya están apareciendo los tramoyeros para hacer florecer sus malvadas artes.
Un tramoyero no nace silvestre, requiere formación para alcanzar la plenitud. Eso lo logra practicando codo a codo con viejos tramoyeros, mejor aún si estos son sus familiares cófrades del partido, así se mezcla la enseñanza con los hábitos de familia. Un tramoyero es un personaje muy de esta época, porque antes los padres cuando el hijo recibía algún rechazo (o quizás una tunda) y llegaba a casa como una víctima, ellos inquirían «¿Y tú que habías hecho?», ahora vemos como al contrario algunos padres van a reclamar violentamente a los maestros, sin antes averiguar, por lo injustos que supuestamente han sido con sus hijos. Eso es una invitación para que sus hijos devengan en tramoyeros en cualquiera de sus variantes: mentirosos compulsivos, políticos tramoyeros, estafadores o simplemente en delincuentes.
Cada vez hay menos entrepatios y más tramoyeros. Debería ser al revés: tener otra vez más entrepatios y menos tramoyeros, para frescura de nuestras casas y nuestras vidas. Pero sobre todo para generar un clima agradable en ese entrepatio que se llama Venezuela.
Atentos con los tramoyeros están de un lado y del otro también.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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