De la guerra, por Américo Martín
Todas las guerras tienen que ser consideradas como actos políticos
Clausewitz
El clásico De la Guerra, del experimentado general prusiano Carl Von Clausewitz, fue escrito como ensayo tentativo a la espera de obras más profundas. Y en efecto no pocas se han redactado; lo que puede dudarse es que alguna la haya eclipsado. La mayoría de los que tienen noticias de Clausewitz y su obra parecen reducirlo todo a una de sus frases emblemáticas, la que guarda relación con la política, fuerza que la inicia y la concluye:
- La guerra es una mera continuación de la política por otros medios.
Y agrega:
- … Ya que el propósito político es el objetivo mientras que la guerra es el medio, nunca el medio cabe ser desposeído del objetivo.
Dos asuntos me inducen a tratar este tema en mi columna de TalCual. Primero, el hervidero de presiones dictadas por la legítima angustia de nuestra atormentada nación para que se vaya al extremo sin perderse en diálogos de cualquier naturaleza, incluso con agenda y supervisión mundial impecables. Segundo, una declaración de nuestro embajador en la OEA, Gustavo Tarre Briceño, asegurando que el cambio democrático transcurrirá en forma pacífica.
La hostilidad contra el intento político de acercar el objetivo ahorrando sangre, destrucción y tiempo, se explica por la exacerbación de la pasión vengativa en el espeso ambiente de nuestros días.
Esa hostilidad es natural y comprensible por la tenebrosa desgracia que el régimen ha vertido sobre nuestro sorprendido país. Es obvio que la prolongación de esta agonía depende exclusivamente de un régimen envuelto en la lógica de la violencia sin tener medios de culminarla. No cuenta con la Fuerza Armada, institución que, si bien con baja moral y escaso apresto operacional, sería la opción para impedir que sus funciones sean desempeñadas por maleantes, dudosas milicias y “helenos” y “faracos” colombianos.
La oposición Guaidó-Asamblea Nacional ha dictado la Ley de Amnistía para propiciar la unidad de militares y civiles en el cambio democrático. Uniformado que luche activamente por la democracia podrá ayudar a la organización profesional de unas Fuerzas Armadas al servicio de la Nación y no más de ideologías totalitarias o regímenes desastrosos.
Si el objetivo de la guerra es político, y en nuestro caso el más noble de ellos, se dirá adiós a las armas si se alcanza el resultado sin esclavizarse al gatillo. Quien dude de la desarticulación madurista, tan visible en las indetenibles deserciones, podrá calibrar mejor lo que está ocurriendo. Pero oigamos otra vez a Clausewitz:
- La guerra consiste en desarmar al contrario de modo que ya no se encuentre en posibilidad de seguir peleando.
El asunto no es matar a los adversarios por el solo hecho de serlo. El asunto es lograr que agoten el tanque de la gasolina. Y si eso puede conseguirse con inteligencia política, el ahorro de sangre y tiempo acumulados compensará con creces el esfuerzo y la flexibilidad invertidos. Por cierto, en respuesta a la expulsión del embajador de Alemania de territorio venezolano, la Unión Europea convocó a sus 28 integrantes para disponer un tipo de rechazo conjunto. El aislamiento oficialista vuela; con prisa y sin pausa. El abrazo de la boa constrictor suele ser quebrantahuesos. ¿Te condenarás, Maduro, al desierto sin retorno?
A quienes se regodean en acciones bélicas imaginarias debo decirles que incluso los que sean forzados a ellas deberían empuñar la bandera de la paz, pues como dijera Erasmo de Rotterdam: “Dulce bellum inexpertis” Frase que vertida al español, dice: la guerra solo le gusta a quienes no la experimentan.
@AmericoMartin