De la Justicia sometida al Gobierno
Anduve unos pocos días fuera del país y me perdí el insólito caso de la Doctora Torres, jueza destituida por no haber complacido a los azotes de barrio que nos gobiernan, en el juicio contra Guillermo Zuloaga. Pero nunca es tarde para dejar oír el rechazo absoluto a tamaño abuso de poder. Sin embargo, no es la primera vez que ocurre. Ya antes otros jueces que no sentenciaron conforme a las órdenes recibidas, fueron sacados de sus cargos.
El caso más prominente fue el de toda una Corte Superior, la de lo Contencioso Administrativo, cuyos tres jueces fueron despedidos y su apelación, ganada, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que ordenó su inmediata restitución, fue desconocida crudamente por esa lumbrera del Derecho que dirige la Sala Constitucional. Pero no por ser ya banal, lo de la jueza Torres no deja de ser igualmente irritante y demostrativo, una vez más, del estado de postración y de sometimiento en que se encuentra el Poder Judicial. Esto no había pasado nunca en nuestro país. Si los azotes de barrio creen que eso es justicia revolucionaria, están vaciando su vejiga fuera del receptáculo. Sólo en países inequívocamente totalitarios se dio esa supresión de fronteras entre los poderes.
Así eran la Alemania Nazi, la Italia fascista, la Unión Soviética, la Cuba comunista de hoy y la China capitalista salvaje de hoy.
La existencia de una justicia independiente, contrariamente a lo que el ignorante que oficia desde Miraflores creería, no es una modalidad «burguesa» sino el fruto del largo proceso civilizatorio de la humanidad, potenciado después de la Revolución Francesa y de la independencia de los Estados Unidos, no sólo para proteger los derechos de los ciudadanos en general sino para defenderlos precisamente ante el Estado y el Gobierno. Han sido precisamente estados y gobiernos totalitarios los que niegan los derechos ciudadanos y los subordinan a los suyos. Esto no es un paso adelante sino un paso atrás; y de siete leguas.