De la llegada del Programa Mundial de Alimentos a Venezuela, por Marianella Herrera C.
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¿Qué me van a dar a mí cuando llegue el Programa Mundial de Alimentos? Me preguntaba una madre de Petare, como si se esperara la llegada de Cristo para que, en una suerte de multiplicación y transformación al mejor estilo de «los panes y los peces» se alimentara a todo un país que lleva más de una década en una caída libre que pareciera sin fin.
¿Qué viene a hacer esta agencia, mejor conocida como PMA? Esta es una organización destinada al combate del hambre en el mundo y muchos podrían tener la imagen de los aviones y helicópteros lanzando sacos de comida en lugares inhóspitos azotados por inundaciones, guerras o sequías.
Otras imágenes que podemos tener en la mente serían en campos de refugiados donde también se realizan operaciones de reparto de comida. ¿Aplica Venezuela para ese lanzamiento de comida desde el aire? ¿Es una operación que vale la pena? Lo pensaría, pero es que el caso venezolano es muy particular, único donde no existió un conflicto armado (hasta los recientes hechos de Apure). La tragedia de Vargas pasó en 1999 y la verdad lo que se necesita es una reorganización y reorientación de las políticas públicas alimentarias y nutricionales.
Ahora bien, qué viene a hacer y cómo lo va a hacer. Primero, las agencias necesitan una autorización del gobierno en curso para poder operar en un país, de ahí el requerimiento de la autorización del gobierno que tarde, pero al fin, autoriza. Muchos dirán: a buena hora. Y, sí, la autorización demoró, pero llegó, y en palabras del director del PMA, David Beasley, la operación será independiente, bajo los principios humanitarios fundamentales de neutralidad e imparcialidad. Se asiste a todo el mundo, sin distingo de raza, religión, género, pensamiento político; imparcialidad sin tomar el lado de ningún «bando» e independencia operativa.
Esto resulta fundamental en un país no solo destrozado por la crisis económica, política y social sino por la desconfianza, porque en Venezuela la desconfianza, la creencia en que nada va a funcionar, se ha adueñado de los ciudadanos.
Entre las cosas que pueden ayudar está entender la acción como tal —y algo fundamental— es que se va a priorizar a los niños en edad preescolar y los que tienen situaciones especiales. Y ustedes se preguntarán: ¿y las mujeres embarazadas? ¿Y los adultos mayores? ¿Y los adolescentes? ¿Y los niños en edad escolar? ¿Yo qué, dónde me quedo?
Sería ingenuo pensar que viene una agencia tipo Dios a resolver los problemas que el país viene acumulando desde hace 20 años y, considerando que las ayudas externas deben ser temporales —esperemos que así sea— y que se planifique la salida exitosa de la implementación del programa, nos ayudará entender algunos elementos.
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Trabajar desde las escuelas, como es la propuesta del PMA —no lanzando comida desde aviones—, tiene un gran sentido en este momento porque de alguna manera se entiende que hay que cambiar el rumbo de las acciones públicas en alimentación.
Primero, hay que recuperar y rehabilitar el programa de alimentación escolar (PAE) que no está operativo en la mayoría de las escuelas. Segundo, para esa rehabilitación, se deberán considerar, por ejemplo, las deficiencias o no en los servicios públicos de las escuelas y sus comunidades: hay agua potable, electricidad, gas o no hay. Para que funcione una cocina, ya sabemos lo que hace falta. Entonces, se trata de comenzar a mirar al mediano y largo plazo a la vez que se atienden a los niños.
¿Y por qué los niños en edad preescolar? Porque es la manera de garantizar el inicio de la vida en mejores condiciones y ya sabemos que los primeros años de vida son fundamentales para construir un crecimiento y desarrollo óptimo para las futuras generaciones. Es la manera de comenzar de cero en la nueva página del futuro de Venezuela, pero también es la manera de recuperar espacios para que allí ocurran otras intervenciones. Es la manera de comenzar a conectar con las comunidades desde los espacios educativos, es la manera de recuperar a los padres y representantes, es la manera de ganar un espacio para la promoción de la salud.
La crisis alimentaria y nutricional nos atrapa en el drama diario de tener que dedicarle el mayor tiempo e ingresos a buscar alimentos para nosotros y nuestras familias; así no queda tiempo ni dinero para educación, salud y mucho menos lectura o recreación.
Tal como lo dice la recién salida del horno Encuesta de Seguridad Alimentaria y Nutricional del Observatorio Venezolano de Seguridad Alimentaria y Nutrición, solo el 9% de los venezolanos tiene cubiertas sus necesidades alimentarias sin recurrir a estrategias de sobrevivencia; 70% vive al borde del abismo y el resto en condiciones verdaderamente precarias.
Entonces, vamos a cooperar con el PMA sin esperar milagros ni fórmulas de la noche a la mañana, pues no existen. Nuestro compromiso como ciudadanos es respetar los términos del acuerdo y vigilar que se cumpla. Siendo así, sin duda se abrirán otras puertas para la salida de la crisis alimentaria de Venezuela.
¿Y qué me van a dar a mí? Me darán la ruta de la sostenibilidad y la orientación de la posibilidad de existir a futuro.
Marianella Herrera Cuenca es Médico, Profesora UCV-CENDES-F Bengoa
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