De la persistencia del pasado, por Ángel Lombardi Lombardi
Twitter: @angellombardi
Stonehenge, en Inglaterra, siempre ha estado vinculado a un espacio sagrado particular desde sus orígenes más remotos. Desde cultos solares y cósmicos a otros tipos de creencias. El ser humano tiene una fuerte necesidad de creer, inclusive muchos que se declaran ateos, terminan por recurrir a ritos y ceremonias y creencias diversas.
Mientras nuestro destino humano sea la finitud de nuestra existencia y la razón científica no agote todas las interrogantes que se nos plantea, seguiremos buscando respuestas en el mundo metafísico de las religiones y creencias más diversas. Inclusive estos territorios espirituales como espacios sagrados trascienden lo esotérico y adquieren un alto sentido y valor poético.
La poesía de lo espiritual y religioso se convierte en necesidad psicológica de trascendencia frente a las miserias, dolores y limitaciones de la vida y su tedio corrosivo de implacable ordinariez, precariedad e incertidumbres.
Los astros y la visión del cosmos, con sus aterradores misterios cíclicos y atemporalidad de presencia permanente y aparentemente inmutable llevó a la humanidad a buscar respuestas en el cosmos y la naturaleza. Así nace la filosofía, la poesía, las religiones y la ciencia. Sin ritos, liturgias y mitologías la vida se empobrece. «El homo-faber y el homo-sacer» van de la mano y ni siquiera la cultura del espectáculo y el consumismo han podido anular.
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El profetizado fin de las religiones no se ha cumplido y hoy en el siglo XXI, más que nunca los seres humanos sienten la necesidad de «creer» hasta el exceso de una vida llena de supersticiones.
Stonehenge, de una u otra manera, se ha convertido en un símbolo de nuestros orígenes más lejanos.
Territorio espiritual ancestral de una humanidad de seis millones de años de evolución y que se va humanizando en la medida que desarrolla capacidades y competencias de sobrevivencia, adaptación y evolución, que implica entre otras cosas el desarrollo de una consciencia que nos va distanciando de nuestra «animalidad» inicial.
Lo «religioso» en su sentido más amplio, cumple un importante y fundamental papel en darle un significado ético y estético a nuestras vidas.