De la política en general, por Luis Alberto Buttó

Twitter: @luisbutto3
La política debe pensarse más allá de lo coyuntural, de lo reactivo, de lo grupal. Hacer política implica inclinarse por encima de las circunstancias y desentrañar lo trascendente para en ese terreno actuar. La política debe responder a la obligación de influir positivamente en la transformación social más que a la necesidad de mantener espacios que identifiquen parcialidades con el mero objetivo de mantenerse en la palestra pública como mecanismo de supervivencia particular.
En términos modélicos, la política debe ser acción entrelazada con lo general, no conducta vinculada a lo individual. Sin duda alguna, el cálculo de oportunidades es imprescindible en la política, pero este cálculo no puede ser personal. El cálculo político es valedero y productivo, socialmente hablando, cuando se centra en los intereses generales o difusos de la sociedad y no en los intereses inherentes a las figuras que lo adelantan. De ello depende la comunión entre el político y la colectividad que espera ungirlo con representatividad.
La política no es boxeo de sombras. Si se quiere derrotar al oponente hay que calibrar con tino y certeza sus fortalezas y debilidades y en este terreno las fantasías no tienen cabida alguna. No basta con que desde una acera se proclame que en la otra escasea el apoyo de la gente para que en esta se derrumbe el poder ostentado. La tarea no es solo discursiva.
Ser tendencia comunicacional no es cambiar la sociedad. La hegemonía del poder en ejercicio es una realidad y sobre ella, no sobre las ilusiones, debe edificarse la acción política.
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La lucha política en democracia es sustancialmente distinta a la lucha política por la democracia. Comprender la diferencia es identificar los elementos para trazar la hoja de ruta correspondiente. Las estrategias se desprenden del diagnóstico y obligan a establecer, por un lado, con lo que se cuenta y, por el otro, lo que se necesita. Lo primero, aprovecharlo al máximo, potenciarlo cada día. Lo segundo, construirlo con denuedo, evitando los tropiezos que devienen de los atajos y las aventuras. El avance y la suma de fuerzas dependen de ello, nunca vienen por añadidura ni resultan del azar que se atraviesa.
Derrotar a los poderes despóticos es imposible sin la unidad de las fuerzas democráticas. No entenderlo es arrimar el hombro, con o sin intención, para que la dominación se prolongue en el tiempo.
En consecuencia, la unidad gestada con la libertad como objetivo, no la pensada en función del posicionamiento parcial, tiene por delante dos tareas inexcusables.
La primera, no empantanarse en distractores que conducen a la pérdida del foco estratégico. En este sentido, hay que evitar a toda costa comprar y repetir la narrativa de la confusión. En caso contrario, fallará el desenmascaramiento de la verdadera opresión y esta se mantendrá incólume, pese a los vaivenes del momento. Hay que estar claro que la inocencia no necesariamente es la virtud de quienes se autoerigen profetas. Muchos, sin darse cuenta, u otros con malevolencia de por medio, arriman la sardina a las brasas del veneno.
La segunda, comprender que devorarse a lo interno no es más que una estupidez que beneficia a quien en la práctica detenta el poder.
Conformarse con ganar batallas pequeñas cazadas entre los que están fuera del circuito del poder real, es permanecer soñando con ser el emperador de los despojos dejados por el opresor en el ejercicio de su supremacía.
Ser la referencia de la debilidad es igual a ser nada. Mientras tanto, el futuro se muestra oscuro y crece la pérdida de la esperanza y la desorientación de la mayoría que padece porque no se materializa el cambio que anhela. En política hay que prestar atención a lo sustantivo. De lo contrario, la derrota espera al final del camino.
Luis Alberto Buttó es Doctor en Historia y director del Centro Latinoamericano de Estudios de Seguridad de la USB.