De la represión a la transición, por Ángel Monagas
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Lo sucedido en Venezuela en los últimos días, es la señal más clara que hayamos tenido, de que el Acuerdo de Barbados, es de carácter «gatopardiano». Cambiar (dar esa sensación), para que nada cambie.
La ruta democrática no será ni nunca ha sido una línea recta. Ni en Venezuela ni en ninguna parte del mundo, donde han sucedido este tipo de transiciones.
Como he repetido varias veces, en la política no pasa lo que uno quiere siempre, sino lo que tiene que pasar.
Lo primero a definir es el sendero por el que debemos atravesar. Para hablar de «transición», se requiere en primer lugar la intención de ambas partes, en consecuencia no existe tal elemento en Venezuela.
Una parte juega a mantener un «status», un «sistema», contrario a los más elementales principios democráticos y la otra, cree que compite con un rival que va de salida.
Ninguna de las dos condiciones existe.
Por eso, a lo largo de todas mis columnas y escritos sigo promocionando la fe y la unidad, como artículo primario, a la hora de construir la nave que nos lleve a otro estadio político.
Superar un «régimen» o gobierno que actúa al margen del derecho, no siempre es un proceso fácil y veloz. Empero, los movimientos de cambio, con ciertas diferencias y modalidades, permiten pensar que eso puede ocurrir, es decir, llegar a tener un gobierno menos radical, más amplio y participativo. Donde el ejercicio del mandato sea responsable y disminuya la impunidad.
Los ciudadanos en ejercicio de su rol, en defensa de su expresión deben revestirse de educación, de concientización individual para actuar en paralelo y con ayuda de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, más allá de las populares «redes», que sirven para esa causa y para otras no tan «patrióticas».
Los líderes deben romper el aislamiento discursivo. El pueblo en el concepto cristiano, de que todos formamos parte de él, quiere ser escuchado, estimado y valorado.
Muchas «transiciones» no tienen ni la cuarta parte de posibilidades de ocurrir y más de uno quedamos atónitos ante los hechos posteriores. Por ejemplo, Sudáfrica. El mismo Brasil y hasta Chile, por no hablar de otros casos ocurridos en África o Europa y mucho más difíciles de comprender como Polonia, Túnez o Egipto.
Un elemento común, es que fueron procesos prolongados, aunque una vez iniciados, las velocidades de los avances fueron variables. Incluso, pequeños retrocesos en el camino.
Hubo casos con caídas súbitas de regímenes motivados por fenómenos económicos; en otros no fue posible.
De allí a alcanzar madurez e institucionalizarse puede tardar años y vivir diferentes etapas. En Venezuela existe el ánimo. Lo que no veo es la preparación para esa dura tarea.
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Para que muera un sistema que ha gobernado durante 25 años, también de alguna manera tiene que morir lo que existe en paralelo.
Cuando Chávez llegó al poder, era otra nación. Otros ciudadanos. Otra sociedad. Los que tienen 40 años, tenían 15 cuando ganó el chavismo. Ellos apenas conocieron una pequeña parte de la Venezuela anterior.
Ellos no llegaron a andar libremente por las calles, sin casi ningún peligro, ni a tomar agua del «chorro» de una manguera sin riesgo a contaminarse. Muy pocas casas tenían «tanques», pues el vital líquido llegaba y ni pensar en plantas eléctricas u otros sistemas, pues la electricidad fallaba muy poco. Quizá había menos pero se disfrutaba más.
El camino actual
Pienso que los cubanos dan por hecho que Trump va a ganar. No hay incentivos para mantener firme el acuerdo de Barbados. La mayoría de la gente joven con mejores cualidades se fue del país.
El discurso de María Corina no compensa ese deseo, en la medida que sigue siendo dirigido a una militancia insuficiente.
El 5% en la caída de la intención de voto, no se refleja en los opositores radicales que son un 23% del universo electoral. Se refleja en los indecisos, no comprometidos que no entienden muchas veces el mensaje de María Corina.
Cosas como «la mano de Dios que nos ha traído hasta aquí, es la misma que nos va a permitir seguir adelante». O «esta es la lucha entre el bien y el mal». Son ideas complejas que no equilibran la sensación de inmutabilidad y desesperanza.
Lo digo como autocrítica porque yo lo comprendo perfectamente y me satisface. Ahora bien, tengo 60 años. ¿Tiene el mismo significado para todas las generaciones?
Ni Los Millennials: De 1981 a 1993, ni la Generación Z: De 1994 a 2010 ni Los Alfa: De 2011…se sienten interpretados por el liderazgo político actual.
Para dar la batalla de la transición, para hacerla posible, tenemos que empezar por allí.
Cuando se dice «Hasta el final», se equivocan los que creen que eso se agota en ganar una elección en octubre o diciembre de este año.
El reflejo social está marcado por la presión de las redes que manejan las organizaciones sobre los gobiernos y otras instituciones.
Estos movimientos ayudan pero no pueden ni deben sustituir el rol de los partidos y sus liderazgos. El trabajo de ellos, quizá disminuido, es ganarse el apoyo popular. Generar confianza en una Venezuela cada vez más en ruinas, no es una tarea, sino una proeza.
El establecimiento de las comparaciones sirve no exclusivamente para el derecho. Los liderazgos, presentes y futuros, deben reflexionar y administrar logros de otras latitudes en la pertinencia inmediata de su realidad.
¿Cómo han resuelto otros países sus problemas? Son respuestas útiles y no siempre acertadas.
Quienes impulsan la transición requieren inspiración, y hasta una especie de «sacerdocio político», para aplicarlo de lo menos a lo más complejo.
Hay señales de conflicto en las fuerzas gobernantes.
Los hechos ocurridos en las Fuerzas Armadas, detenciones y la manera en que se está informando a la gente, así como la evidente estrategia de despliegue «antigolpe», pareciera arrojarnos certezas de que el chavismo espera que algo suceda.
Se nota a los cuerpos armados acuartelados.
La ciudad de Caracas, la capital, donde reside el asiento del poder, tiene un despliegue policial nocturno que le ha dicho durante dos días a la gente, que se vaya a su casa.
No obstante, no creo que la «sangre llegue al río». Golpe «develado», históricamente es un golpe «frustrado»…
Lo grave es la evidencia de que hay problemas y eso puede contribuir al despertar de una sociedad de poetas…perdón…políticos muertos.
Se me acabó el papel…