De Las Tejerías a El Cairo, por Esperanza Hermida
Twitter: @espehermida
Flota en el aire un olor nauseabundo. A un mes del deslave en la localidad obrera de Las Tejerías, el desastre ocurrido se suma a la lista de efectos producidos por la contaminación planetaria. Se sigue acabando con la vida. Los acuerdos, pactos, tratados, declaraciones o protocolos internacionales, no frenan las secuelas del cambio climático. Mientras tanto, esta semana hubo imágenes inéditas de Maduro hablando con representantes de países asistente a la COP27.
Esta reunión se desenvuelve en medio de una crisis global, guerras de por medio, donde la pobreza y falta de agua se dan la mano con los millones de botellas plásticas en los mares. Las bombas se alimentan con combustible fósil y esa combinación mata cualquier forma viva. Venezuela no escapa a ese contexto e igual que otras naciones, su geografía es una vitrina de vulneraciones al derecho humano a un ambiente sano.
Sin embargo, la representación gubernamental que asistió a El Cairo, fue a ofrecer productos que su clientela necesita: petróleo y gas. La sonrisa del vendedor omite las fiestas de familiares de enchufados en los tepuyes de la Gran Sabana, la catástrofe ambiental en el arco minero del Orinoco y la deforestación del Amazonas venezolano. Se trata de actividades que cuentan con la participación, expresamente autorizada por el gobierno nacional, de multinacionales con nacionalidad en todos los «imperios». Los de siempre, explotando recursos naturales sin escrúpulos, arrasándolo todo. Ávidamente saquean la riqueza carbonífera de Perijá, asesinando indígenas en el Zulia. A los sabuesos del capital trasnacional no le interesan los derechos humanos de los pueblos originarios, sino apropiarse de los yacimientos minerales, como el valioso coltrán.
Los mercaderes de esta «tierra llena de gracia», hacen caso omiso a los incendios y edificaciones ilegales en el Waraina Repano, a la Lemna en el lago de Maracaibo, a los derrames petroleros en las costas y ríos del país. Olvidaron al Guaire. En su memoria no figuran las inundaciones en el Táchira, Mérida y La Guaira.
Por ello, las fotos de las conversaciones, casuales o no, que sostuvo el primer mandatario nacional en la COP27, son parte del marketing que mantiene a Venezuela como productor de materias primas para el primer mundo, abierta al saqueo, como en tiempos de la corona de Castilla.
Paradójicamente, Venezuela padece una gran crisis energética, expresada en la escasez de gasolina y en el aumento exorbitante de su precio. La falta de electricidad durante horas, días y meses, somete a millones de compatriotas a la degradación de sus condiciones de vida, impide el funcionamiento de escuelas, hospitales y universidades. Deja sin internet a la infancia, la juventud, a los centros de atención a personas mayores, y a espacios para el deporte y la cultura. Nada de esto se justifica en un país cuya energía eléctrica debería ser barata y no contaminante, pues se genera usando uno de los caudales de agua más grandes del mundo.
Se queda corta esta enumeración de secuelas medioambientales del modelo productivo vigente. A ellas hay que agregar las consecuencias de la densidad poblacional en ciudades como Caracas, cuya violencia nada envidia a los conflictos bélicos internacionales. Transformada en la más peligrosa del mundo, la cuna del Libertador sufre los efectos de diversos experimentos que afectan su montaña guardiana y sus parques. Su clima fresco, de eterna primavera, ya no existe.
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El desplazamiento por desastres climáticos también se incorpora a la diversidad de motivos que movilizan a la población venezolana, dentro y fuera del territorio nacional. Además, en regiones como el estado Aragua, cuyos habitantes han sufrido durante décadas la violencia de la delincuencia, son especialmente terribles las consecuencias del deslave en Las Tejerías. Quien perdió su casa y todo su patrimonio por causa de la inundación, inicia una peregrinación interminable, acompañada por el hambre, en condiciones de extrema vulneración a sus derechos humanos.
De esto no habló el principal vocero gubernamental en la COP27 y no lo hizo quien representó a Venezuela en 2021 durante la COP26. El año pasado más de un centenar de países adoptaron el Pacto de Glasgow para el clima y el Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo venezolano entregó la actualización de la Contribución Nacionalmente Determinada. Ahora bien, revisando el contenido de ese informe quinquenal, disponible en el portal de dicho Ministerio, se lee que «Venezuela persigue … sentar las bases de la Acción para el Empoderamiento Climático como ejes transversales de las políticas públicas integradoras e inclusivas». Con la propuesta de una ley de cambio climático, a ser aprobada antes de 2026, las autoridades venezolanas anuncian al mundo un nuevo amanecer… Un espejismo que contrasta con la realidad de nuestro país en materia ambiental, donde la población pobre, en medio de un mercado laboral precarizado, es la principal víctima.
Esperanza Hermida es activista de DDHH, clasista, profesora y sociosanitaria
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