De los Brics al G7 y a la OTAN: los dilemas del sur global, por Andrés Serbin
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En el transcurso de las dos últimas semanas se realizaron las cumbres de los Brics, la del G7 y la de la OTAN. Las dos cumbres que se hicieron en Europa consolidaron la alianza transatlántica y la unidad de Occidente en torno al apoyo a Ucrania y a la amenaza de Rusia a la seguridad europea.
El nuevo concepto estratégico aprobado por la OTAN le dio otro sentido a la organización, con Rusia como inminente y principal amenaza, y China como un desafío estratégico creciente. Aún quedan asperezas y desacuerdos por limar en el marco de la Alianza ―particularmente sobre a dónde fue a parar la «autonomía estratégica» de la Unión Europea―, pero es evidente que el gobierno del presidente Joe Biden logró revertir los desajustes causados por Donald Trump en la relación con sus aliados, restaurar los vínculos con estos y atraer a Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelandia con miras a la confrontación eventual con China en el Indopacífico.
En resumidas cuentas, con la realización de las dos cumbres, Washington logró la articulación del bloque occidental y se esforzó por incorporar a nuevos aliados.
Mientras tanto, en otro lugar del planeta, las potencias emergentes siguieron avanzando en la articulación de un bloque alternativo. Más allá del cuestionamiento de la OTAN por su papel en generar la crisis en Ucrania, China sumó sus críticas a la organización, mientras que ―en el contexto de la creciente convergencia estratégica entre ambos países― se consolidaba el entramado institucional euroasiático.
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No solo por el papel de la Iniciativa de la Franja y de la Ruta, impulsada por China, sino también por su armonización con la Unión Económica Euroasiática, la creciente centralidad de la Organización de Cooperación de Shanghái en el ámbito regional, la reafirmación de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva impulsado por Rusia, y la más reciente reunión del Consejo del Caspio que incluye a Irán.
Hemos hecho un seguimiento detallado a estos procesos en dos libros ―Eurasia y América Latina en un mundo multipolar, de 2019 (posteriormente traducido al ruso) y, más recientemente, en Guerra y transición global, ¿cómo se gestó la guerra en Ucrania y cómo nos afecta?, que se publicó hace poco.
El parteaguas de la guerra de Ucrania y del efecto boomerang de las sanciones occidentales contra Rusia sobre la economía internacional evidencian no solo un punto de inflexión en el proceso de transición del sistema internacional hacia una nueva configuración de las relaciones de poder mundial, sino también la decantación de tendencias definidas en la conformación de bloques en pugna por el predominio global.
Sin embargo, la conformación de estos bloques da pie, asimismo, a la necesidad de sumar aliados y socios en el sur global. Así, se potencia y se reactiva el grupo de los Brics concentrado en temas de cooperación económica, generación de acuerdos de libre comercio y, por iniciativa de Rusia, profundización de un proceso de desdolarización de las economías emergentes, de incipientes avances en Eurasia. A esto se suma la ampliación del grupo con la incorporación de Argentina, Irán y otros aspirantes.
En su conjunto, estos complejos procesos abren interrogantes sobre el no alineamiento de algunos actores (India, Asean) en la eventual confrontación entre bloques y sobre la periferización de otros (África, parte de América Latina) bajo el impacto conjunto de las amenazas de una crisis alimentaria y energética, de la inflación creciente y de una eventual recesión económica ante una creciente confrontación entre bloques.
El actual contrapunto entre el G7 y la OTAN, por un lado, y los actores euroasiáticos y los Brics, por el otro, no configura un pronóstico alentador para la paz y la estabilidad mundial. El esfuerzo occidental por excluir a Rusia de la próxima reunión del G20 en Indonesia tampoco configura un buen augurio para la gobernanza global.
* Texto publicado originalmente en Clarín de Argentina
Andrés Serbin es presidente ejecutivo de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES). Consejero pleno del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI). Fue director de asuntos del Caribe del Sistema Económico Latinoamericano (SELA).
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