De los viajes espaciales a la esclavitud perpetua, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Es sorprendente que, como seres racionales, la mayoría de las veces, no percibimos lo obvio, lo que nos pasa a cada uno de nosotros y cuando no es directamente sabemos de alguien cercano que puede ser testigo directo de ese asunto que se nos escapa por estar inmersos en la rutina del día a día. Esa misma usanza que incluye todo lo relacionado con mantenernos con vida, incluso el trabajo que nos debería proveer lo suficiente para lograrlo.
¡Ah! El trabajo, ese que debería producir satisfacciones por doquier, tanto lo que incluye todo lo relacionado al crecimiento como persona, como ser humano, como en lo profesional. Es la máxima más aplicada: trabajo acorde con nuestras habilidades personales y profesionales y justo con nuestras capacidades físicas e intelectuales, respetando, eso sí, todo lo relacionado con la salud mental y física.
Cuantas conversaciones no encontramos en los pasillos, salones de descansos y otras instalaciones, relacionadas al trabajo de ese día, de esa semana, el mes o el año. Casi todas tienen que ver con lo justo o no, lo agotador o ligero, dependiendo del caso. En ese ir y venir, en algún momento, nos encontramos con el adjetivo más temido por todos los grandes empresarios, gobiernos y otras instancias de poder: esclavitud.
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Ciertamente la esclavitud, en los términos conocidos, fue abolida durante los siglos XVIII y XIX con el liberalismo, aunque antes de ese periodo habían ocurrido algunos movimientos que tenía como objetivo el fin de este terrible sistema de sometimiento. Hay fechas y acontecimientos por cada país que explican la caída del esclavismo y de la subordinación de los seres humanos a trabajo forzoso. Muchos son las individualidades y colectivos que se destacaron para conseguir la plena libertad.
Pese a esto, al parecer la idea del trabajo forzado no se liberó del todo y hoy la Organización de Naciones Unidas (ONU), por intermedio de una de sus direcciones, poco respetada por demás, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se ha ocupado de hacer seguimiento, como es su mandato, a todas las dificultades por las que atraviesan los trabajadores en el mundo. A su tarea se han sumado otras organizaciones y cada año han generado sendos documentos sobre la situación laboral en el mundo y que dejan ver que lo que fue abolido se mantiene en algunas mentes, procedimientos y más.
El informe para 2022 de la OIT nos deja ese sabor de que lo que se dice que ya no existe y aún persiste. Junto con Caminar Libre (Walk Free) y la Organización Mundial para las Migraciones (OIM), recopilaron una basta información con un título que debería ser motivo de preocupación para todos los amantes de la libertad, en especial del humano, pero que, a mi manera de ver es el más indicado. Lo han identificado como: Estimaciones Mundiales sobre la esclavitud moderna. Trabajo Forzoso y Matrimonio Forzoso.
A manera de introducción advierten que «la esclavitud moderna es la antítesis de la justicia social y el desarrollo sostenible». Se habla de esclavitud, de la que muchos suponemos fue abolida hace siglos atrás, pero que según las estadísticas mostradas en el informe se encuentra muy vigente, al menos para 50 millones de personas (1 de cada 150 en el mundo) que se encuentran en la etapa moderna o de nuevo estilo de la esclavitud.
Esta cantidad es alarmantemente enorme, si tomamos en cuenta que nos encontramos en pleno siglo XXI, con viajes al espacio, fotografías fascinantes sobre el universo, conexiones a través de la internet con amplia cobertura y otros avances tecnológicos, que, evidentemente, no incluyen a la abolición total de la esclavitud.
A medida que avanza el informe los descubrimientos se vuelven más críticos, porque existe el convencimiento de que el trabajo forzado no es transitorio, más aún se va consolidando e incrementando a medida que va transcurriendo la vida plena, en esta segunda década del siglo XXI. Ese estilo de sometimiento puede durar, según el estudio, años; mientras que el matrimonio forzado es perpetuo, sin opciones para romper el lazo de dominio y control al que es sometido el ser humano.
Para variar, la situación se complicó al momento de presentarse la covid-19, la guerra de Putín contra Ucrania y por supuesto la acción general del hombre: el cambio climático. Con estos tres escenarios la esclavitud moderna elevó sus cifras y además creo situaciones mucho más crueles para los humanos sometidos a ella. Las características y espacios de trabajo se han hecho más inseguros y demandantes.
En los eslabones que se unen en la esclavitud moderna, la población humana más vulnerable sigue siendo la de los niños, luego las mujeres (sobre todo para el matrimonio forzado), los de baja o escasa educación y sin faltar: los migrantes.
Sobre los tres grupos etarios mencionados, recae todo el peso del trabajo forzoso. Al respecto, el informe señala que 11,3 millones de mujeres y niñas, se encuentran en una situación delicada de esclavismo o trabajo forzoso -incluye matrimonio forzoso-, mientras que 3,3 millones de niños no han sabido nada sobre el sistema de educación formal o escolarizado. Este grupo es el de mayor vulnerabilidad para ambos géneros -niños- puesto que al no poseer ningún tipo de educación formal se convierten en presa fácil para las organizaciones delictivas que les engañan o secuestran lucrándose por esta condición. Sin dejar atrás el aprovechamiento por parte de grandes empresas, que, aún conociendo la situación, hacen caso omiso del delito que se comete y del cual se hacen participes.
Atribuye el informe, que el incremento de las personas que se encuentran en trabajo forzoso -esclavismo- tiene su punto de origen en el “aumento de la economía privada, la explotación sexual comercial como en el trabajo forzoso en sectores distintos de la explotación sexual comercial”. Ese aumento se concentra en unos 2,7 millones de seres humanos.
En el desglose regional, el informe señala que «ningún rincón del mundo está libre del trabajo forzoso». El Pacífico concentra unos 15, 1 millones de personas; Europa y Asia Central 4,1; África 3, 8; América 3,6; y los Estados Árabes 0,9 millones de personas. Pese a la ligera impresión que podríamos tener, esta última área geográfica luce mucho menos de lo que se piensa. En cambio, las regiones con mayor capacidad de desarrollo concentran buena parte de los datos.
Las conclusiones del informe dejan muy claro la situación: “El trabajo forzoso es preocupante independientemente del grado de riqueza de un país. La mayor parte del trabajo forzoso se concentra en la economía privada. Los trabajadores migrantes corren mayor riesgo de encontrarse en situación de trabajo forzoso que los demás trabajadores”. Así enumera algunas de ellas. No obstante, desde mi punto de vista, falta el uso indiscriminado del fingimiento del trabajo forzoso a través del uso de la tecnología que vigila y mantiene bajo presión al trabajador, además de las pocas opciones que tienen los trabajadores para organizarse y crear algunas iniciativas de protección laboral, son también formas de trabajo forzoso.
La OIT y por supuesto la ONU, han fijado como fecha límite el año 2030 para abolir de manera total la esclavitud moderna, reconociendo que no es que no se sepa que cosas hacer para lograr ese objetivo. Sin embargo, hace falta mayor instrumentación de leyes que impidan esa situación, además de que en lo individual deberíamos evadir el uso de la producción que proviene de la mano de obra forzada. Y me quedo con una de sus recomendaciones que señala el respeto de las libertades y derechos de los trabajadores a la libertad para organizarse y así conseguir mejores condiciones de trabajo. En la organización se encuentra el eje fundamental para acabar con este vetusto azote que aún permanece en el mundo.
Luis Ernesto Aparicio M. es Periodista Ex-Jefe de Prensa de la MUD
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