De nuevas y viejas estrategias, por Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Siendo un curioso más, sobre los temas relacionados a la política me ha llamado la atención la ligereza con la que es tomada la elaboración de una estrategia para abordar algún proyecto político, en lo individual y como organización. Esto me ha motivado a ofrecer este simple recordatorio en tiempos electorales. Todo esto, con el ánimo del amateur que se adentra en terrenos muy disputados.
Uno de los factores más importante para todo aquel que desea ser partícipe de los eventos que se desarrollan dentro de cualquier sistema político, es el estratégico. Como si se tratara de algún deporte de alto nivel, en la política debe existir una estrategia, un plan claro y concreto. Más si se desea encabezar un proceso electoral, sea partido adentro, de término medio o presidencial.
De allí la importancia de la estructura que se le quiera dar a la estrategia. ¡Ay! La estrategia. Eso que tanto da de que hablar y donde conviven una serie de elementos que al sumarlos pueden originar el éxito, pero también la debacle, la pérdida del objetivo y sus alcances. Y aunque los expertos abundan, certificados o no, me atreveré a echarle un vistazo a eso que tanto falla o, simplemente, falta en algunos proyectos políticos.
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En esta ocasión, nos vamos a centrar en la eventualidad de una elección presidencial –claro, en un país donde exista la normalidad democrática, escenario que cada vez se torna difícil en el mundo–. Algunos de los elementos fundamentales para elaborar una estrategia dirigida a ganar unas elecciones presidenciales, según los conocedores, podrían ser los siguientes.
Análisis y comprensión del electorado. Hay que comprender y conocer a fondo al electorado objetivo. Estudiar los datos demográficos, tendencias electorales y encuestas de opinión para identificar los problemas y preocupaciones de los votantes.
Le podría seguir la definición clara de la plataforma y los mensajes que se utilizarán. Con esto me refiero al desarrollo de una armazón política sólida, donde todos trabajen bajo el mismo esquema y en la misma dirección, evitando las grietas que debiliten sus fundamentos. En cuanto a la articulación de los mensajes, ellos deben contener, de manera clara y contundente, propuestas creíbles y que además permitan diferenciarse de la competencia.
Hablando de estrategia, en los últimos tiempos se ha escuchado sobre los cambios de rumbo que se están viviendo en la oposición, y hasta han afirmado que, en la política, venezolana. Cambios que se espera sean para la obtención de la derrota del régimen que encabeza Nicolas Maduro. Se dice que lo que se espera abordar es una estrategia que abra el camino para nuevos liderazgos (¿?) y que además incluye la activación de la gente a través de ese nuevo líder.
En lo personal, no estoy muy seguro sobre la existencia de esa novedad en cuanto a los liderazgos que incluye esa nueva estrategia. Si ella es una especie de «rehacer» las fracasadas concepciones iluminadas por consignas y posiciones inamovibles, solo servirá para incrementar la ya usada por el régimen: divide y vencerás.
Sobre lo que si poseo la certeza es que no se pueden menospreciar los logros de las anteriores construidas a pulso, sobre todo la articulación y el manejo de una estrategia unitaria, que más para bien que mal, mantuvo a todos los actores y actrices –viejos y nuevos– del mundo de la política opositora venezolana bajo una misma causa, con mensajes claros y homogéneos –aunque más de uno y una, se mostraban en desacuerdo con todo– y lograron el significativo triunfo de 2015.
Cuando hay una estrategia, ella evita que alguno que otro, ande mostrándose como un boxeador callejero o aprovechando los lances para afirmar que algún proceso o eventualidad fortuita o generada, será parte de una rebelión en contra de lo que hay que derrotar. Hacerlo, es una muestra de que no existe una estrategia y hasta de irresponsabilidad.
Como resumen, se puede decir que con la elaboración de una estrategia se evitan las aventuras y la confusión de los procesos. Sin embargo, lo más importante es que esa estrategia esté ajustada a las situaciones políticas y sociales existentes. No puede ser sustraída de una ilusión o un deseo simple y llano, sino basada en lo existente.
Y con permiso por la insistencia, pero no es tiempo de seguir hablando de estrategias suplementarias que abren caminos, cuando en realidad no se demuestra la existencia de alguna que no sea la muy repetitiva exclusión del otro.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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