«De palmas y de cruces», por Gustavo J. Villasmil Prieto

«No hay que olvidar que después del Domingo de Ramos vino el Viernes Santo».
Marcelo Caetano, primer ministro de Portugal, a Laureano López Rodó, ministro de Exteriores de España,
Semana Santa de 1974.
Laureano López Rodó, el eminente jurista español que fuera figura clave en la llamada etapa “tecnocrática” del franquismo y posteriormente de la Transición, nos entrega en el texto de su discurso ante la Real Academia Española de Ciencias Morales y Políticas en memoria de quien fuera su amigo, Marcelo Caetano, una interesantísima anécdota acerca de lo efímero de esos “baños de masas” que tanto seducen a los hombres en la política. Ocurrió durante una gira conjunta por Portugal, en la Semana Santa de 1974:
«Recuerdo que al ser reconocido Caetano en la plaza Mayor de Viseu, el día de Jueves Santo, se agolpó una gran multitud que le aclamaba al grito de “¡Viva o nosso presidente!”. Pero Caetano sabía perfectamente lo tornadizas que son las masas y me comentó: “No hay que olvidar que después del Domingo de Ramos vino el Viernes Santo”».
El político venezolano promedio de estos tiempos puede que no tenga idea alguna de los tiempos históricos, de los hechos y de los personajes que acabo de mencionar. No me extraña. En los últimos 20 o 25 años, nuestra clase política ha elevado su antintelectualismo casi a la categoría de virtud. Populacheros, de pensamiento minimalista y en extremo sensibles a los aplausos, vítores y “likes” de la masa, poco gustan los políticos de ahora de hurgar por los gaveteros de la historia buscando claves para entender lo que estamos viviendo. Luego se quejan de su propio infortunio.
Hoy se agitan palmas al paso de los que llaman a no votar. Con el vano afán de emular a Aquel que hiciera su entrada a Jerusalén sobre un pollino teniendo plena conciencia de lo que le sobrevendría, estos autonombrados mesías de ahora no dudarán en mudar de consigna al menor atisbo de cambio en el curso de los vientos de la coyuntura política. Pero ¡ay de aquel al que no le salgan las cuentas! Porque entonces serán esos mismos que hoy les gritan hosannas en las redes sociales los que les crucifiquen sin contemplaciones a la hora de las “chiquitas”.
Contrario a mucha de la opinión que corre en estos días por las redes sociales, sostengo que el llamado a la abstención sin política ulterior que la respalde es un error hoy como lo fue siempre. Por años hemos pagado muy caro las salidas fáciles de quienes, con frecuencia estando a buen resguardo, nos prometen un “tour de force”, un “pim-pam-pum” que de la noche a la mañana haga posible el cambio por el que los venezolanos hemos luchado durante veinticinco años. Solo que la evidencia que nos muestra la ciencia política es muy distinta. Ninguna transición exitosa reciente fue así. España, Chile, Polonia, Chequia: todas fueron negociadas y, hasta el día de hoy, sufridas. Porque en política no hay “abracadabra” que valga, sino realidades duras con las que hay que a estar prestos a lidiar.
Declarando intacto mi respeto por cualquier posición en contrario, tampoco se crea que estoy dispuesto a aceptarle majaderías a nadie en este tema.
Desde el exterior, una prestigiosa periodista, antigua ancla de cierta televisora, nos tilda poco menos que de “pendejos” a los que pensamos que hay que ir a votar. Hay quien nos agrupa en una “oposición que no se opone” y hasta de ser “funcionales al régimen”, como si no hubiera dejado uno la vida resistiendo a esto desde 1998 dando testimonio de lealtad a la causa democrática venezolana como mejor ha podido. En el debate público venezolano, a falta de argumentos sólidos, la apelación a la “falacia ad hominem” toda la vida dio dividendos. Hasta hoy.
Injustos, innobles, ligeros de juicio. Así los llamo. Y, sobre todo, irresponsables. Porque sabido es que la mañana siguiente, la del 26 de mayo, amaneceremos sin política alternativa alguna, esperando esa llamada que desde alguna lejana cancillería nos diga: “¡listo, pasen por caja a cobrar!”. Sobrevendrán entonces la desmovilización y la consiguiente decepción del venezolano y los aspirantes a mesías hoy aclamados con palmas, terminarán clavados en las cruces del desprecio político. La lista de crucificados desde 1998 es larga y, por lo visto, a ella pronto se añadirán nuevos nombres.
*Lea también: El socialismo del siglo XXI: la gran estafa ideológica, por José Rafael López P.
Ya comienzan a aparecer números que desdicen de la solidez del juicio en el que se fundamenta el llamado abstencionista. No es despreciable la proporción de venezolanos que ha decidido ir a votar o que al menos se lo está pensando. ¿Acaso son todos unos perfectos “pendejos”? ¿Los despachamos a todos con el moquete fácil de “normalizadores” y de “pasadores de página” o, por el contrario, asumimos con humildad el hecho cierto de que aún el peor gobierno regional o el más mediocre diputado es mejor que ninguno en esa Venezuela más allá de Las Mercedes en la que no se vive, sino que se sobrevive?
Sin los nuestros en la cancha, la llamada dirigencia nacional no pasa de ser otro “manager de tribuna” más de los muchos que hemos visto. A la espera de ese “tuit” desde Washington o Bruselas que no acaba de llegar, parecen no valorar lo suficiente que lo clave aquí no es tanto que llamen de la Casa Blanca como que alguien tome el teléfono en los Andes, Occidente, los Llanos, el Centro, Guayana y Oriente si es que la alternativa democrática pretende seguir respirando en la política real y no solo en sus cuentas de Instagram.
Tiene la palabra esa “craneoteca de los genios” reunida en torno a las mesas directivas de los distintos partidos nacionales; directivas bajo cuya gestión la mayor parte de ellos, otrora robustos, hoy apenas si alcanza un dígito bajo de adherentes entre los ciudadanos. Cierto es que hoy reciben vítores y aclamaciones de sus propias audiencias, pero más les valdría prepararse para la más penosa de las crucifixiones en la temida mañana en que amanezcamos ya no mal como hoy, sino tal vez peor.
Gustavo Villasmil-Prieto es médico, politólogo y profesor universitario.
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