¿De qué se quejó el Partido Comunista de Venezuela?, por Beltrán Vallejo

En medio de la desgracia que azota el cuerpo de millones de venezolanos, hay eventos que por su peculiaridad no se pueden dejar a un lado, como si nada, aunque parezcan ínfimos, menudos e irrelevantes.
Me refiero a la crítica sazonada y puntillosa que expresó un alto dirigente del Partido Comunista de Venezuela, referida a la decisión de Nicolás Maduro de colocar al Frente Francisco de Miranda en un nivel de protagonismo en relación a un fulano “proceso de restructuración de las más de 700 empresas del Estado”, dizque con el fin de “elevar la producción y frenar la guerra no convencional promovida por sectores económicos de la derecha”; así dijo nuestro sesudo gobernante.
Lo primero que debemos de considerar es el propio mensaje del camarada Carlos Aquino, quien es el alto dirigente del PCV que hizo el cuestionamiento a lo largo de varios programas, tanto de la TV y de la radio, manifestando lo siguiente:
“Es que se plantea la dirección de estas 700 empresas a un personal que nosotros no tenemos certeza, ni podemos certificar que tengan la preparación necesaria para realmente asumir la dirección de estas empresas y de ese proceso de designación que está de espaldas a los trabajadores de estas empresas”.
Lo cierto es que los comunistas colocan ante el país un debate puntual sobre uno de los componentes básicos de la crisis socioeconómica generalizada, referido a la debacle de la producción nacional como efecto del fracaso de las estatizaciones; debacle que se corresponde con ese cementerio de esqueléticas empresas estatales, desde Pdvsa, hasta las cementeras, unos organismos carcomidos por la corrupción y la ineptitud, y que ahora se pretende colocarlos en las manos de los consentidos del madurismo, como lo es este fulano “frente” parido en Cuba, una organización que también ha sido beneficiada durante años, y sin contraloría, con toda suerte de financiamientos como pago a su trabajo politiquero y a su labor de sistematización y de movilización, especialmente en momentos electorales y de carnetización.
Se trata, mis lectores, de que este tema es medular, porque el país se desangra con esos sarcófagos de empresas. La ONG Transparencia Venezuela certifica que, según los datos que recogió hasta el 2016, por lo que los más vigentes pueden ser más crudos, empresas del gobierno vinculadas al sector petrolero, a la manufactura, a lo agroalimentario, al sector eléctrico, entre otras, arrojaron un acumulado de pérdidas, al cambio oficial de aquel momento, léase bien, por el orden de 386 millones de dólares; ¡qué crimen!
Uno de los componentes más delincuenciales del estatismo empresarial, es que no se le rinde cuentas a nadie; las empresas del Estado son una “dimensión desconocida”; enormes sumas de dinero han caído en ese barril sin fondo, y sin contraloría de ningún tipo
El legado de Chávez es la cleptocracia de esa estatización de empresas que él desató, y que heredó un Nicolás Maduro que ahora pega gritos para secar esa costra purulenta de la economía nacional. No obstante, sus expresiones ditirámbicas lo que dan es risa; más aún cuando dice que los hijos de los Castros, encarnados en el fulano Frente Francisco de Miranda, acompañando al inefable Tareck El Aissami, van a resucitar a los muertos.
Mientras los hijos de Cuba vienen a ver qué hacen con la cleptocracia, con el burocratismo y con la ineficiencia y la ineficacia de las empresas del Estado, yo seguiré sin azúcar en mi casa, aquí en Cariaco, con un central azucarero al frente, hecho un espectro de lo que fue antes.