De vuelta al «usted, qué propone», por Carolina Gómez-Ávila
Twitter: @cgomezavila
Los partidos políticos sirven para mantener a cada uno bajo vigilancia permanente del otro.
Henry Clay
Los venezolanos hemos visto el desmantelamiento del sistema republicano en manos del chavismo. Hemos dicho adiós a la alternancia democrática y a los poderes independientes que se controlen recíprocamente; el imperio de la ley quedó para los enemigos y, para nadie, la publicidad de los actos de gobierno que tengan que ver con las arcas de la nación; nunca más la idoneidad fue un requisito para optar a un cargo público, por el contrario, lo fue la disposición a ser cómplices. Estas, las incumplidas, son características del sistema más perfecto de organización del Estado que ha visto la historia.
El Poder Judicial ha tenido un papel protagónico en ese desmantelamiento. Cualquier otro poder público podía fallar y el Judicial evitarle «destruir la forma política republicana que se ha dado la nación» (art. 132 del Código Penal, G. O. Nº 5768E del 13/4/2005). ¿A quiénes, si no tenemos instituciones, podemos acudir los venezolanos para intentar restituir el orden constitucional? A quienes, por su naturaleza, aspiran al poder y a quienes, por nuestra naturaleza, queremos que lo tengan dentro del orden democrático: a los partidos políticos.
¿A cuáles partidos políticos? ¿A los que las instituciones deslegitimadas autorizan o reasignan —para controlarlos— en un intento de aparentar pluralidad o a los que reconocemos nacidos y formados dentro del mismo orden que aspiramos a recuperar?
Para retomar algo del control recíproco que no ofrecen las instituciones, los partidos que conforman y acompañan a la Asamblea Nacional elegida en 2015 —la última que pudo darse legítimamente el pueblo de Venezuela— tienen que, necesariamente, formar parte de cualquier iniciativa política para la restauración de la democracia.
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Esto no tiene que ver con liderazgos. Considero que Venezuela no tiene líderes políticos, básicamente porque en Venezuela no hay ninguna ideología política dominante. La inmensa mayoría de los venezolanos no tiene formación doctrinaria alguna, solo tiene una lista de deseos y una lista, más larga, de justificaciones socialmente aceptables para exigirlos. Estos deseos suelen tener que ver con la calidad de vida a la que aspiran como personas, aunque, eventualmente, también tienen deseos para su grupo que parecen dibujos de la sociedad que sueñan. De todos ellos toman nota los populistas y los traducen en ofertas que puedan conquistar apoyo popular, apoyo sobre el cual intentan conformar un aura de liderazgo, siendo solamente una relación clientelar.
Así que el lugar del líder político, en Venezuela, está tomado por políticos con poder para satisfacer listas de deseos —solo mientras puedan hacerlo— y por aspirantes al poder que se ponen de moda mientras representan listas de deseos insatisfechos… y que pasan de moda cuando los deseos pierden relevancia o cuando otro los satisface.
Todo esto lo digo porque algunos de los que pretenden que se apoye, a pesar de la ilegitimidad, la convocatoria a regionales, preguntan con fingida sorpresa cuál propuesta tenemos para salir del estancamiento y la desmovilización. Confieso que, atribulada, espero que se den cuenta de que no tienen líder y que, por eso, lo que no hagan en coalición contará con el ataque de los que no participen.
No parece muy difícil de entender la propuesta: que lo que sea hagan, lo hagan todos o no lo intenten.
Carolina Gómez-Ávila tiene más de 30 años de experiencia en radio, televisión y medios escritos y escribe sus puntos de vista como una ciudadana común.
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