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Debatamos con altura, por Griselda Reyes



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Opinión TalCual | enero 17, 2020

@Griseldareyesq


Los demonios están desatados en el país. Estamos tan dispersos atacándonos unos a otros, que somos incapaces de dar un debate de altura porque nos dejamos llevar por la emotividad. Las palabras respeto, tolerancia y convivencia parece que desaparecieron del léxico de los venezolanos.

Peor aún. Quienes reclaman para sí la representación de la oposición venezolana, no han sido capaces de generar confianza en la población y menos presentar una alternativa al fracasado llamado a la abstención que hicieron en 2017 y 2018.

Mientras tanto, el desgobierno sigue haciendo de las suyas, imponiendo su modelo hegemónico y controlando a la población a través del estómago y la represión.

Imagine que usted no tiene empleo, pero tiene un apartamento cedido por el gobierno; tiene su Carnet de la Patria y recibe bonos mensuales (en bolívares o petros); y le llega religiosamente su caja Clap. Pero además nadie más le ofrece algo distinto como la posibilidad de recibir educación o capacitación para el emprendimiento; acceder a créditos para formar su microempresa familiar; o tener un empleo estable cuyo ingreso mensual le garantice calidad de vida, en fin, un plan de desarrollo creíble ¿qué diría?, ¿qué hacemos?

El desgobierno ha sabido vender a través de su hegemonía comunicacional, los “beneficios” del socialismo. Mientras que los que estamos en la acera de enfrente ¿qué hemos ofrecido a la población?

Si no somos capaces de generar confianza, la gente no saldrá a apoyarnos. ¿Por qué? Porque mientras existe una rebatiña entre quienes están en el desgobierno y quienes se arrogan la representación de la oposición, millones de familias venezolanas están intentando resolver su día a día.

Tal vez se preguntará ¿qué hacemos? Comencemos a asumir nuestro rol de ciudadanos. Empecemos por respetarnos, por ofrecer debates de altura, por no etiquetar a quien piensa distinto, por tener consideración por el que sufre, por tenderle la mano al necesitado.

Todos somos responsables de lo que ocurre en Venezuela y, de alguna manera, debemos comenzar a marcar distancia de esa masa inerte que no sale del círculo vicioso del ataque – odio visceral – amenazas – descalificaciones, contra el chavista o contra el opositor que no piensa como usted. Y debemos hacerlo hasta por salud mental. El fanatismo no conduce a ninguna parte.

¿Qué recomendamos? Asumamos nuestro rol de ciudadanos para, desde nuestro radio de acción, acometer pequeñas acciones que nos permitan salir del círculo vicioso y entrar en un círculo virtuoso de iniciativa – fraternidad – solidaridad – mecanismo de integración – acción transformadora.

Seamos más racionales y menos emocionales; aprendamos a ser críticos constructivos; reconozcamos que todos somos seres humanos y en consecuencia cometemos errores ; entendamos que nunca seremos dueño de la verdad absoluta; y que en cuestiones políticas no todo es blanco o negro; no nos conformemos con poco, exijamos, exijamos y exijamos, porque para eso escogimos a representantes y funcionarios; aprendamos a discernir lo que está bien y lo que no está bien; no dudemos en rectificar si cometimos alguna equivocación; y tratemos a todos con consideración y respeto, recuerde que no todos podemos tener el mismo criterio.

Las masas, como conjunto, no piensan, son irracionales. No lo digo yo, lo explica la psicología de las masas. En masa, los individuos se contagian del comportamiento de los demás y se limitan a repetirlo sin cuestionarse nada, sin asumir responsabilidades. Y al formar parte de una masa, la persona deja de ser independiente y pierde su autonomía.

¿No se han dado cuenta cómo Hugo Chávez se cansó de hablar a nombre del “pueblo” y de decir que él era “el pueblo”? Pues les arrebató su individualidad y su posibilidad de convertirse en seres pensantes, tomadores de sus propias decisiones. Y esa masa, que él y aún Maduro llaman “pueblo”, bailó y baila al sol que le tocan. A pesar de la disconformidad que la mayoría del país siente por el fracasado modelo socialista, debe seguir bailando al ritmo que le tocan para obtener los “beneficios” sociales que no conseguirán por otra vía.

Es hora de retomar la ciudadanía. Es hora de quitarnos las vendas que cubren nuestros ojos, porque estamos cegados por “líderes” a quienes les entregamos cheques en blanco, a quienes rehusamos pedirles rendición de cuentas, a quienes no somos capaces de criticar constructivamente porque tampoco somos capaces de reconocer sus fracasos.

Debemos comenzar por dejar de adular a quienes no han dado la talla – incluidos a quienes están en el desgobierno y la oposición – y, por el contrario, empezar a exigir y ponerle límites a quienes siguen intentando vender falsas expectativas.

El venezolano de a pie ya no tiene fuerzas siquiera para hablar con el vecino. Apenas se levanta empieza a enfrentar su propio torbellino físico, emocional y mental para tratar de llevar a feliz término el día.

Las masas están de brazos caídos y el desgobierno seguirá jugando a la desesperanza, el desgaste emocional y físico. Por ello desmovilizaron el voto, porque el chavismo sabe desde hace mucho tiempo que dejó de ser mayoría. A fin de cuentas, ha demostrado su total indolencia por el destino de los venezolanos.

Si bien no somos quien para juzgar a la gente, sí tenemos la obligación moral de trabajar para sacar a esa masa del ensimismamiento. Démosle las herramientas necesarias para que vuelvan a ser ciudadanos. Dejemos de esperar al Mesías que vendrá a resolvernos los problemas. Esa tarea nos compete a todos.

Debatamos con altura, defendamos los resquicios de democracia que nos quedan. Ante la inminencia de las elecciones parlamentarias, insistamos en exigir condiciones electorales mínimas para acudir al proceso; exijamos la designación, cuanto antes, de los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE); reclamemos la presencia de observadores internacionales imparciales; la escogencia mediante sorteo público de los miembros de mesa y de los integrantes de los Organismos Subalternos del CNE; pidamos la depuración del Registro Electoral.

Demos la pelea en los escenarios políticos que se nos planteen (diálogos, elecciones, acuerdos, pactos, mediaciones y cualquier otra que no sea la fuerza). Venezuela merece políticos que estén a su altura, que tomen decisiones aplicables para todos sus habitantes y orientadas al bien común.

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Griselda ReyesOpinión


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