Debilitar el mercado negro, por Lidis Méndez
El mercado negro en Venezuela ha pasado de ser un fenómeno marginal a una herramienta cotidiana para la supervivencia económica de millones de venezolanos y fuente de enriquecimiento para las minorías privilegiadas. En un contexto de sanciones internacionales, inflación y baja producción nacional, la economía venezolana depende en gran medida de las redes informales y clandestinas para mantenerse a flote.
El colapso de la economía formal de Venezuela es el resultado de años de mala gestión, corrupción endémica y políticas económicas fallidas. Desde la imposición de controles de precios hasta las expropiaciones masivas y el deterioro de la industria petrolera, la flagrante pésima administración del país, continúa destruyendo progresivamente los cimientos de la productividad. En su lugar, nos hemos conformado con una economía paralela en la que el dólar estadounidense reemplazó al bolívar y en dónde el mercado negro de productos básicos, medicamentos y divisas es una fuente de abastecimiento para la población.
El mercado negro es una herramienta de supervivencia política y económica.
La proliferación de dólares a través del mercado negro ha permitido amortiguar los efectos de la inflación y mantener una apariencia de estabilidad en algunas áreas. Sin embargo, también ha generado una mayor dependencia de este sistema informal, donde las mafias y redes corruptas prosperan a expensas de la economía formal.
El mercado negro no es simplemente una válvula de escape temporal para una población empobrecida, es una estrategia deliberada que permite al gobierno sobrevivir en medio de las «sanciones y el aislamiento internacional».
Ante la realidad de un mercado negro que perjudica a la población y favorece a sectores privilegiados, la sociedad civil en Venezuela tiene un papel crucial que desempeñar en la búsqueda de soluciones que no solo mitiguen la crisis actual, sino que también promuevan un cambio estructural para las generaciones venideras.
Si como sociedad aprendemos a priorizar, fomentar y fortalecer la economía local y nacional, podremos reducir en alguna medida la dependencia de la población del mercado negro, facilitando el acceso a bienes de consumo de manera más ética y justa.
Para fortalecer la resiliencia económica ante los monopolios del suministro en alimentos, medicinas, ropa y calzado, educar a nuestra familia sobre las alternativas económicas para el consumo, ahorro e inversión es fundamental. Como alternativa al monopolio del mercado negro, la sociedad civil puede promover iniciativas como la economía circular, una tendencia clave en el desarrollo económico local porque promueve la reutilización, reparación y reciclaje de productos y materiales, lo que reduce los residuos y fomenta la sostenibilidad. Muchas comunidades locales en el mundo globalizado, están adoptando este modelo para generar empleo y reducir la dependencia de recursos externos de mala calidad, escasos o perjudiciales para la salud.
El comercio venezolano, está minado de artículos atractivos por su bajo costo (como las baratijas que dan la sensación adquisitiva de poseer prendas que parecen oro, pero no lo son); alimentos cuyas etiquetas dicen con «apariencia de» y ropa que no dura tres meses, pero es más económica que la tela que se usa para fabricarla.
Con un bono alcanza para ir cubriendo mes a mes las necesidades familiares; pero, cuando el último miembro familiar ya está medio vestido, el primero ya se encuentra medio desnudo; cuando el último hijo ya está medio alimentado, el primero está medio hambreado; cuando el último familiar está medio sano, ¡el primero está nuevamente enfermo!
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Así es, el mercado negro en Venezuela es más que una simple consecuencia de la crisis económica, es un pilar fundamental que sostiene a duras penas la economía en Venezuela a través de un espejismo que pretende simular hoy la «recuperación de poder adquisitivo». En última instancia, el mercado negro es tanto un síntoma de la crisis, como una estrategia de supervivencia para un régimen que ha demostrado ser experto en adaptarse al caos y continuar desgobernando al país para mantenerse en el poder. Por lo tanto, es fundamental que los ciudadanos reflexionemos sobre las estrategias necesarias para desarticular o debilitar el consumo que proviene del mercado negro dentro de nuestra estructura familiar, aun cuando ello demande un poco de esfuerzo o incomodidad.
Lidis Méndez es politóloga.
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