Del cese al derrocamiento, por Bernardino Herrera León
27 partidos opositores. Nunca habría imaginado tantas doctrinas en Venezuela. Suponiendo que, en teoría, cada partido se sustenta en una doctrina en particular. Pero, el inventario partidista es mayor, suma 53 organizaciones, aproximadamente. Semeja más un cementerio de tarjetas. Mucho más deprimente sería escarbar en el número de militantes y de simpatizantes reales que los forman. Y más triste cuando se pregunta por las ausentes bases doctrinarias.
Ciertamente, el actual estado del arte de las doctrinas políticas parece una enredadera. Los cómodos clichés del pasado reciente ya resultan obsoletos. Liberales y conservadores, socialdemocracias y socialcristianismos, izquierdas y derechas, nacionalistas y federalistas… Aquellas fáciles etiquetas ya no sirven para identificar las corrientes. Los partidos dejaron de ser doctrinas para convertirse en oficinas técnicas que se activan en épocas electorales. O también partidos-caudillo. Divisiones y subdivisiones. Probablemente, los de izquierda fueron muy prolijos en eso de los submúltiplos. Cada vez que un líder se separa de un gran partido, funda un nuevo pequeño gran partido.
Pero ese no es el punto de este artículo. Lo de los 27 partidos viene a colación por el reciente acuerdo entre ellos de negarse a participar en las elecciones parlamentarias, convocadas por la dictadura chavista, cuyo día de votación sería el 6 de diciembre próximo.
No es para menos. El 5 de mayo, el CNE anunciaba que las parlamentarias no podrían realizarse este año por la pandemia. El mismo motivo alegó el Comité de Postulaciones de la AN para los nuevos miembros del CNE como causa de suspensión del proceso de selección.
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La sorpresa demoró poco más de un mes y vino en combo. El 6 de junio, el TSJ-Ch decidió nombrar de su cuenta a cinco rectores del CNE. La AN reacciona y llamó a desconocerlos. A toda velocidad y en tiempo record, el nuevo CNE convoca elecciones, altera las normas electorales, rediseña el mapa de los circuitos y aumenta en 100 escaños más las plazas a elegir.
Insólito, en un país mermado por más de seis millones de migrantes a quienes se ha negado el derecho de votar. Como insólito e ilegal cambiar las reglas electorales a seis meses del evento.
Por si fuera poco, siguieron en hilo las sentencias del 15 y 17 de junio y del 7 de julio. El TSJ-Ch intervino a tres de los principales partidos de oposición, imponiendo de facto nuevas directivas, con militantes expulsados. Fueron, en ese orden: Acción Democrática (AD), Primero Justicia (PJ) y Voluntad Popular (VP). Este último acusado de organización terrorista, el 27 de mayo, por parte de la Fiscalía General de la República. El caso de AD es emblemático, pues el nuevo presidente impuesto, José Bernabé Gutiérrez, es hermano de José Luis Gutiérrez, designado como rector del CNE, días atrás.
Todas éstas y otras irregularidades más constituyen brutales golpes de Estado y violación descarada del Estado de derecho. Nada más indecoroso y humillante. Inexplicable que los partidos demoraran demasiado en reaccionar. Era inevitable la decisión de oponerse al fraude.
Quedan en solitario los partidos carroñeros, los dispuestos a participar en semejante simulacro. Los mismos de “La mesita”, instalada pomposamente en octubre pasado. Avanzada Progresista, Movimiento al Socialismo y otros de difícil recordatorio de sus extravagantes nombres. Organizaciones con escaso o nulo apoyo y menos representatividad. Oportunistas prestados al chantaje, con retórica prefabricada: “Si te abstienes, votas por el chavismo”. Al iluso que se le ocurra votar sólo le quedan dos opciones, o el chavismo o los carroñeros.
La dictadura no está dispuesta a cometer el error de diciembre de 2015. Esta vez asegura la abstención y una oposición complaciente, que recuerda al tristemente célebre Philippe Pétain, el colaboracionista de Hitler de la República de Vichy, aspirando algo parecido a las irrelevantes “gobernaciones de oposición” de estos años, reducidas a nóminas y a la caridad.
Los 27 partidos opositores del reciente acuerdo no la tienen nada fácil. En democracia, los partidos funcionan o en el gobierno o en el parlamento o en elecciones. Fuera de esos ambientes son como peces sacados del agua. Es que ni agua hay. Porque no hay democracia, ni Estado de derecho, ni autoridad parlamentaria. Todo fue y sigue siendo una ilusión.
A los 27 partidos les ha tocado el peor de los mundos. Les toca tragar la pastilla azul de la Matrix. Defenestrados del Palacio Federal Legislativo. Presos, perseguidos o exiliados muchos de sus parlamentarios y militantes. Dolorosamente traicionados por algunos de sus diputados.
Arrebatados ilegalmente de sus propios partidos. Y lo peor, sufriendo la pérdida del respaldo, el respeto y la confianza popular que alguna vez atesoraron.
En tal estado de cosas, se marchitarán pronto e irremediablemente… A menos que… Actúen. Actúen con audacia. Hacer frente a la irrealidad paralela creada astutamente por la dictadura chavista. Poner aún más a descubierto la estruendosa realidad que es causa del masivo descontento popular. Enfrentar este cataclismo humanitario, cruel y genocida, que se lleva a cabo bajo el título de socialismo.
Deben reaccionar. Describir las cosas de modo simple y directo, sin fastidiosas retóricas épicas. Sin mentir. Sólo tienen que reconocer que ya no son los partidos de la oposición. Pero que aspiran recuperar ese papel.
Reconocer que se equivocaron todos estos años. Que todos sus cálculos salieron mal. Desde la elaboración de las listas de candidatos a diputados, en 2015. La opción fallida del revocatorio, en 2016. El divorcio con las protestas rebeldes del 2017. El catatónico año parlamentario del 2018. El mantra “Cese a la usurpación…” del 2019. Y los traidores del sálvense quien pueda de este fatídico 2020. Reconocer que el chavismo no es ente político sino franquicia criminal.
Claro que pueden resucitar. Si se reconcilian con las doctrinas. Tal vez no habría tantas siglas. Si se reencuentran con la realidad. Un poco más de estudio, humildad y menos arrogancia. Descubrir que el prestigio, el respeto y la confianza lo son todo en la Política.
Asociar el verbo con la verdad. Y abandonar ya de una vez el “Cese a la usurpación”, para dedicar todo el esfuerzo en hacer lo que se hizo con la anterior dictadura que sufrimos en Venezuela: ¡Derrocarla!
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