Del domingo de Ramos al domingo de Resurrección, por Julio Castillo Sagarzazu
Twitter: @juliocasagar
A justo título, la liturgia cristiana, llama al periodo entre estos dos días, la Semana Mayor. En efecto, se trata del momento en el cual se cumple la promesa profética del sacrificio y la resurrección de Cristo. Hechos que marcan el deslinde histórico del judaísmo y el nacimiento de una nueva confesión.
Quien esto escribe no está capacitado para hablar del alcance teológico del asunto, pero, no hay duda de que la antropología cristina de este periodo concentra enseñanzas perfectamente extrapolables a la conducta social de los pueblos.
Esta nota, tratara de ponerlas en evidencia. En primer lugar, lo que habría que destacar es como en el relato de los evangelistas, queda perfectamente demostrada la volatilidad de la opinión pública y del comportamiento social y político de los pueblos, sobre todo cuando éstos actúan, como sujetos colectivos, como “masas”. Que mejor ejemplo de esta volatilidad y esta facilidad de manipulación de esas “masas” que el recibimiento de Jesús en Jerusalén en domingo de ramos. Un acontecimiento social que la ciudad no había conocido nunca, las ramas de olivo y las palmas cubrieron el camino de Jesús y los vítores se hicieron sentir en toda la ciudad. Pues bien, ese mismo pueblo, unos cuanto días después, es el que pide que le crucifiquen y piden la libertad de Barrabas cuando Pilatos le consulta y les pide escoger a cual de los dos había que perdonar, como era costumbre en la pascua judía.
La segunda lección interesante es el papel que juega el Sanedrín local. Una suerte de representación del pueblo judío, tolerada por la ocupación imperial romana. El gesto significativo del lavado de manos de Pilatos, es una muestra evidente de que Jesús no era su preso (cosa que declara directamente) y que quienes se sentían amenazados por su presencia eran los sacerdotes hebreos locales. Una demostración de que las fuerzas de ocupación, como en la Francia de Vichy o como en los regímenes autocráticos, siempre necesitan una “oposición” leal y a la medida ´para interactuar.
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La tercera lección está referida a como el miedo logra su efecto entre los apóstoles, incluyendo a los más cercanos a Jesús(judas le traiciona y Pedro le niega tres veces antes de que cantara el gallo). Todo, en una evidente demostración de que la represión y la persecución pueden llegar a intimidar, desmoralizar y desmembrar a los militantes de cualquier causa.
La cuarta lección es la del fenómeno de la resurrección. No entraremos aquí al análisis teológico del asunto. Nos interesa lo que significó el regreso del liderazgo para volver a recomponer las fuerzas de quienes se habían desperdigado y escondido para huir de la razzia que se cebó contra el grupo iniciático del galileo. Sin embargo, no todo fue instantáneo.
El regreso de Jesús fue complejo. Primero tuvo que recriminar a sus apóstoles diciéndoles “por qué me buscáis entre los muertos”. Incluso, tuvo que mostrar las heridas a Tomás quien, como mucho de nosotros, ya había dicho “ver para creer”.
Ya cumplidos estos hechos, ocurrieron otros dos eventos sumamente importantes también: El primero fue el Pentecostés que, como su nombre lo indica, tuvo lugar en el quincuagésimo día después de la pascua. Fue el descenso del espíritu Santo sobre los apóstoles. Un acto en el que se reúnen, por primera vez después de la resurrección, para preparar su misión. Para planificar la estrategia de difusión de la buena nueva por el mundo. Cuenta la tradición que se posaron sobre sus cabezas lenguas de fuego y aprendieron a hablar en lenguas extranjeras y les fue infundida la ciencia de la sabiduría. Dicho en latín vulgar: salieron con las pilas cargadas a cumplir su misión y a cumplirla con un plan y de manera organizada.
Sobre esta última consideración es la que queremos detenernos ahora y para ello debemos recurrir al relato de Mateo sobre el encargo que hace Jesús a Pedro cuando le dice. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi iglesia”. Se trata de una afirmación cargada de significado. Estaba claro que los apóstoles, por más ciencia infusa del espíritu santo para acometer su tarea que hubieran tenido, no habrían podido cumplir su misión sin la eficacia de la organización.
Es interesante ver que Jesús pone el énfasis en la primera piedra de un edificio. Una demostración de que las organizaciones se construyen con un plan, con una cabeza. Con un liderazgo, diríamos ahora. Las tareas a cumplir no pueden dejarse al libre albedrio. Las causas por más justas que sean, tienen que estar organizadas e incluso, organizadas jerárquicamente. Pedro no solo fue la primera piedra, fue también el primer Papa y el primer obispo de Roma.
Venezuela hoy es una prueba de la volatilidad de la opinión pública. Hace apenas unos años, casi el 70% de sus habitantes pensaban que estábamos al borde de un cambio. No hemos logrado el cambio, han logrado diezmarnos y desmoralizarnos. El sanedrín de le “oposición” ha crecido por los peores medios. Hay miedo de la represión y la persecución y también miedo al vacío.
Sin embargo, estamos muy lejos de haber sido derrotados. La fulana “mejoría” aun no logra despojar a Maduro del título de responsable de la pesadilla que vivimos. Las campañas orquestadas por el régimen y los sanedrines políticos, empresariales y sociales aun no ganan la batalla de la opinión pública.
¿Qué nos falta? Pues tomar la decisión clara de reenderezar el camino. El Espíritu Santo no descenderá con lenguas de fuego sobre la cabeza de los líderes opositores. Habrá que hacer un proceso largo de reconversión (no solo de las estructuras) para ganar de nuevo la confianza nacional. Habrá que hacer los balances de los errores y los aciertos; deponer los planes particulares y avanzar hacia una renovación legitimada para generar el liderazgo que necesitamos.
Hay que avanzar con fe. No busquemos las soluciones “entre los muertos”
Julio Castillo Sagarzazu fue diputado en el Congreso de la República en representación del estado Carabobo y alcalde de Naguanagua