Del egocentrismo al pragmatismo, por Luis Ernesto Aparicio M.
La derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988 fue un momento crucial para Chile. Se abrió el camino para la restauración de la democracia. Aunque la transición fue compleja y estuvo marcada por la continua influencia del ejército y del propio Pinochet, el país logró establecer un sistema democrático que ha perdurado hasta la actualidad.
La aceptación de los resultados del plebiscito y la implementación de reformas constitucionales fueron esenciales para asegurar una transición pacífica y ordenada.
Esta entrada suena a más de lo mismo, pero funciona para lo que a continuación destacaré. Durante el proceso de selección para la candidatura presidencial de la oposición, muchos daban por descontado que Ricardo Lagos sería el indicado. Lo que no se contaba era que el presidente tenía muy claro el panorama para ese entonces.
Fue por lo que, en un claro pragmatismo político el presidente Lagos decidió, pese a su favoritismo, hacerse a un lado y sugirió, a la Concertación, el apoyo al presidente Patricio Aylwin, miembro destacado del partido Social Cristiano de Chile.
Lagos sabía que, si la Concertación presentaba su candidatura, lo más probable es que un número considerable de chilenos que apoyaban al dictador Augusto Pinochet, se apartarían del proyecto de transición democrática, puesto que Lagos era el representante del Partido Socialista y cargaba con el peso de las críticas y el rechazo hacia todo lo que pareciera estar cerca del fallecido presidente Salvador Allende.
La actitud el presidente Lagos, fue una muestra de que, en tiempos de crisis, se hace importante tomar decisiones rápidas y efectivas. Y solo una filosofía política como el pragmatismo, en la mayoría de las ocasiones, puede ayudar en la obtención de resultados concretos.
Para contextualizar, cabe destacar que el pragmatismo político se enfoca en soluciones prácticas, efectivas y orientadas al bien común. Mientras, el egocentrismo se centra en la autopromoción, la intransigencia y el mantenimiento del poder personal.
Incluso, el egocentrismo en política, para muchos casos, es confundido con una especie de devoción religiosa, hacia alguien que, ungido por una fuerza divina, para muchos inexplicable, decide acceder a la lucha por el bien y salvación de todos. En ese momento, la política deja de ser y surge el mito alrededor de una persona.
En contraposición al ejemplo del presidente Lagos, Hugo Chávez es el más claro para el egocentrismo. Chávez supo que tenía la oportunidad de trascender su egolatría hacia una divinidad, una especie de ser que conoce la verdad y tiene el poder de la salvación personal y social.
Para el egocentrismo de ese dictador del siglo XXI, no existía instancia para la presentación del reclamo ante el incumplimiento y la corrupción. No había una voz más allá de la de él, como tampoco había instancia alguna que pudiera rebatir sus ideas o posiciones.
Acierta usted cuando piensa que hoy existen ejemplos del calado de Hugo Chávez y del presidente Lagos. Pero antes de encontrarlos, me gustaría repasar un poco más sobre estas dos prácticas políticas.
El egocentrismo en política implica una atención y preocupación excesiva por uno mismo, sus propios intereses y su poder. Se priorizan los deseos y necesidades del líder sobre las del grupo o la sociedad. Los políticos egocéntricos suelen ser inflexibles y buscan imponer su visión sin considerar el punto de vista de los demás o el bien común.
Por su parte, el pragmatismo en política se centra en encontrar soluciones prácticas y efectivas a los problemas. Se prioriza lo que funciona y lo que es más beneficioso para la mayoría, independientemente de ideologías rígidas.
Ciertamente, la exclusividad del pragmatismo en política puede ser vista como la búsqueda de la solución a pesar de… Aquello desde donde se da prioridad a los resultados por encima de los dogmas y las rígidas ideologías, o peor aún a costa de ciertos principios éticos o valores.
La clave, para que esto no ocurra, está en equilibrar la efectividad y la practicidad con una base ética sólida y un compromiso con principios democráticos y de justicia. Algunos políticos pragmáticos logran este equilibrio con éxito, demostrando que es posible ser eficaz y, al mismo tiempo, mantener altos estándares éticos.
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¿Será que, en estos momentos tan convulsos, se hace necesario contar con algunos actores capaces de encontrar esos equilibrios que nos permitan encontrar los caminos que desde el egoísmo se han extendido? Usted tiene la respuesta.
Por cierto, el presidente Lagos no se fue a su casa, se quedó ayudando, pero sin el protagonismo que le ofrecía su perfil, con la claridad de que había otro candidato por y para el cual trabajar.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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