Del poder popular al “sapeo” del RAAS, por Beltrán vallejo

Con el pasar de los años el aquel llamado Poder Popular de las Comunas, consejos Comunales, contraloría Social, consejos locales de Planificación, y todo ese ditirámbico ecosistema de tejido social, impregnado de las ínfulas de participación ciudadana contempladas en la Constitución, derivó ridículamente en la ratificación del hambre crónica, que así es como se concibe la organización del CLAP. No contento con eso, ahora Maduro viene con una fulana Red de Articulación y Acción Sociopolítica (RAAS), donde el protagonismo popular queda en una fase que no tiene que ver con empoderamiento ciudadano, sino con el chivatismo, la soplonería, la delación y una perruna inteligencia social en aras del control sociopolítico de un pueblo hambreado, necesitado y cansado de tanta paja.
Todo comenzó con el “cuento de hadas de darle poder al pueblo” en esas Asambleas de ciudadanos, en ese consejo comunal por aquí y consejo comunal por allá; pero que al final lo que se hizo fue tener un pueblo pisado en cualquier disposición de participar en las políticas públicas. Hoy lo que se discute predominantemente en cualquiera de las pocas reuniones de alguna vereda de barrio es “¿cuándo van a transferir para la bombona de gas?, o que “a fulano hay que sacarlo del Clap porque se muda a otro barrio”, o que, si “llegó la caja del Clap abierta y me faltó el arroz”, y demás mendicidad social imperante; ¡carajo!, yo lamento el nivel pseudocívico en que quedó el pueblo pobre.
Y Maduro, que no inventa nada bueno para reactivar la economía, ahora nos vino con este “RAAS con RAAS”. ¡Caramba!, que tan CDR cubano suena esta jaranga que se escuda en lo mismo de los Castros con su discurso efectivo de que los gringos los invadirán; y que tan efectivo ha sido que están ahí desde el año 1.959 sobre un pueblo aletargado, dócil, pícaro, lambiscón, como es el pueblo cubano.
¿Dónde está el meollo indignante de esta iniciativa del régimen? Resulta que está en el mensaje de sus funciones, donde se destaca lo siguiente:
“Identificar quién es su enemigo histórico”; “fortalecer la unidad para enfrentar al enemigo”; “elevar al máximo su voluntad de lucha contra el enemigo”; “organizarse y adquirir el conocimiento necesario para vencer al enemigo”.
Esta palabrita de “enemigo” es lo que hace necia, infecunda y maligna esta idea que ha sido parida por personas que como que no viven en Venezuela, o más bien que añoran degradarla a la Cuba totalitaria y exclusivamente rica para una élite de burócratas y de militares.
Aunque para serles sincero, no me inquieta esta pendejada; más bien me indigna esta instrumentalización de los sectores populares. No me inquieta porque en el barrio lo que queda de afiliado al PSUV, o a la bendita UBCH, anda en compañía sufrida con el que está enfrentando al régimen, con el que está descontento con Maduro y su combo, porque a todos juntos nos cae la calamidad de sobrevivir con el salario más bajo del mundo, a nivel de semiesclavitud.
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Quizás, en la discusión de esquina, haya diferencias sobre el carácter y justeza de las sanciones; pero estamos claro de que la crisis tiene padres bien criollos, y eso los encarna un sujeto con bigotes que usurpa Miraflores, y otro con un barrigón que aterra en un programa de Venezolana de Televisión, más un alto mando militar de la desvergüenza.
Mientras Maduro convoca al pueblo a espiar al pueblo, los demócratas más bien llamamos a la solidaridad, llamamos a ayudar al prójimo, y a construir tejido social para resistir el totalitarismo.